La primera reunión entre Monica Lewinsky y Bill Clinton en la Casa Blanca, el escándalo más recordado de los 90


Lo que comenzó como el segundo día del primer gran cierre del Gobierno Federal, el 15 de noviembre de 1995, terminó dejando la Casa Blanca casi desierta, con personal reducido, pocas oficinas abiertas y un ambiente de silencio y vigilancia relajada; una pausa poco habitual en el centro político de Washington. Aprovechando ese clima inusual de silencio y escasa supervisión, una joven empleada llamada Monica Lewinsky encontró una oportunidad: acceder al Despacho Oval y compartir encuentros privados con el presidente William «Bill» Clinton, en la zona más resguardada del poder.

Acababa de graduarse en Psicología en el Lewis & Clark College, en Portland, Lewinsky tenía 21 años y había llegado a la residencia presidencial como pasante durante el primer mandato del mandatario demócrata. Unos meses después fue contratada en la Oficina de Asuntos Legislativos, un puesto júnior que la ubicaba en el Ala Oeste, a pasos del Despacho Oval y de la oficina de Betty Currie, secretaria personal del presidente y figura clave en su entorno.

No era solo una diferencia de edad o de jerarquía, era una brecha de poder absoluto. Años más tarde, Lewinsky lo contaría ante el Gran Jurado en el testimonio incluido en el Informe Starr, el documento que sentó las bases de la acusación por perjurio contra el presidente. “Ese miércoles marcó el inicio de nuestra relación”, declaró entonces. Los registros oficiales de la Casa Blanca lo corroboran: Lewinsky ingresó por la tarde y se retiró pasada la medianoche.

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Monica Lewinsky
Monica Lewinsky, graduada en Psicología del Lewis & Clark College en Portland, Oregón

La investigación del fiscal Kenneth Starr detalla que el primer contacto íntimo ocurrió en una de las zonas más restringidas de la Casa Blanca: “en el pasillo junto al estudio”, una sala contigua al Despacho Oval. Apenas unos días antes se habían cruzado cuando Clinton se dirigía para reunirse con el secretario de Defensa y el subdirector de Gabinete. Poco después coincidieron en una fiesta de cumpleaños. Fue allí, mientras conversaban a solas en la oficina del Jefe de Gabinete, cuando Lewinsky levantó ligeramente la chaqueta y dejó entrever las tiras de su ropa interior, una «tanga».

Aquella noche, cerca de las ocho, Lewinsky se dirigía al baño cuando pasó por la oficina del consejero George Stephanopoulos. El presidente estaba solo y le hizo una seña para que entrara. Ella le confesó que le gustaba y él, sonriendo, le propuso mostrarle su despacho privado. “Hablamos brevemente y reconocimos que había cierta química entre nosotros; entonces me preguntó si podía besarme”, contó. En el pasillo contiguo se besaron por primera vez y, antes de volver a su escritorio, ella dejó su nombre y número en un papel, como quien deja una invitación en silencio.

Horas más tarde, cerca de las diez de la noche, recordó haberse quedado sola en la oficina del jefe de Gabinete cuando el presidente volvió a buscarla. Le pidió que lo esperara unos minutos nuevamente en la oficina de Stephanopoulos. Esta vez, el estudio estaba oscuro. Ella se desabrochó la chaqueta —o tal vez él lo hizo—, y Clinton la tocó en los pechos con las manos y la boca. “Creo que atendió una llamada telefónica… y entonces pasamos del pasillo al despacho… Él metió la mano en mis pantalones y me estimuló manualmente en la zona genital”, declaró. Mientras el presidente hablaba por teléfono —una llamada, según ella, con los congresistas Jim Chapman y John Tanner—, Lewinsky le practicó sexo oral.

Bill Clinton
A pesar de la crisis política generada por el shutdown y un alto nivel de descontento nacional, Bill Clinton mantenía una posición sorprendentemente favorable ante el público

Bill Clinton
La capacidad del Presidente de desviar la culpa por la crisis operativa hacia el Congreso le permitió operar con una base política de apoyo resiliente

Terminó su llamada y, un momento después, Clinton le pidió que se detuviera. “Le dije que quería… terminar eso. Y él dijo… que necesitaba esperar hasta que confiara más en mí”, recordó ella. En algún momento, el mandatario tomó el pase rosa de becaria que Lewinsky llevaba colgado y comentó que podría ser un problema. Ella entendió que se refería a las restricciones del Ala Oeste y, quizá también, a la conciencia de que algo en esa relación ya había cruzado un límite.

Cerca de la medianoche, cruzó el Jardín de las Rosas y salió de la residencia presidencial. Eran las 00:18 del 16 de noviembre de 1995, y lo que había empezado como un día más del cierre del gobierno se convirtió en el primer capítulo de una historia que marcaría a fuego la política estadounidense.

Otros episodios que pusieron a prueba la autoridad de Clinton

La aventura extramatrimonial del presidente demócrata con una joven becaria en el Despacho Oval se ve de otra manera si la ponemos junto a la fortaleza de su esposa, Hillary, quien en su documental de Hulu contó cómo él le confesó todo, reconociendo su error con un sincero: “Me siento fatal”. Al principio, completamente destrozada por el dolor y la mentira, tomó la difícil decisión de no divorciarse, y lo defendió con sinceridad y un toque de humor, dejando claro que, aunque muchas criticaron su elección y cuestionaron su postura, ella también amaba a su marido: “¡Pues yo también!”.

Ahora, no era la primera vez que la vida sexual de Clinton quedaba en el centro de un escándalo público, y tampoco la primera en que Hillary debía perdonar, recomponer su matrimonio y sostener, al mismo tiempo, la imagen de estabilidad familiar y política ante la mirada crítica del país y de los medios. Durante su campaña presidencial de 1992, Gennifer Flowers, entonces empleada estatal en Arkansas y cantante de cabaret, afirmó haber tenido una relación prolongada de 12 años con Clinton mientras él ejercía como gobernador, apoyando su historia con grabaciones telefónicas difundidas en una conferencia de prensa y luego publicadas por la revista The Star, que pagó 140.000 dólares por la exclusiva.

Paula Jones y Gennifer Flowers
Gennifer Flowers testificó públicamente que tuvo una relación amorosa y sexual de aproximadamente 12 años con Bill Clinton

Gennifer Flowers
Flowers además afirmó que Hillary Clinton estaba al tanto de la infidelidad y, según Flowers, la permitía

Bill y Hillary Clinton negaron al principio cualquier vínculo con Flowers, pero la acusación desató una tormenta mediática. En una recordada entrevista televisiva, el entonces gobernador admitió que su matrimonio atravesaba dificultades, aunque insistió en que no había existido una relación prolongada. Años más tarde, ya en medio del juicio político por el caso Lewinsky, reconoció haber tenido un encuentro sexual con la empleada, aunque volvió a minimizar su duración.

Paula Jones, empleada estatal en Arkansas, presentó en mayo de 1994 una demanda formal por acoso sexual contra Bill Clinton, basado en un supuesto encuentro ocurrido en 1991, en el Hotel Excelsior de Little Rock. Según su denuncia, Clinton la citó en la habitación del hotel, la tomó de la mano y le dijo: «Me encantan tus curvas». Al negarse a continuar, él se bajó los pantalones y la ropa interior, y le pidió que le practicara sexo oral. Él le indicó que debía guardar silencio.

Aunque Jones reclamó 700.000 dólares por daños y perjuicios, acusando a Clinton de conducta deliberada, escandalosa y maliciosa, además de difamarla al negar los hechos, lo relevante del caso es que permitió que la demanda por acoso sexual avanzara durante su presidencia, marcando un precedente legal histórico.

Durante una deposición judicial en el caso, Clinton negó bajo juramento haber tenido «relaciones sexuales» con Lewinsky, basándose en una definición muy estricta del término que excluía ciertos actos sexuales, incluyendo recibir sexo oral, el cual llegó a admitir más tarde. Sin embargo, el vestido azul manchado con su semen y testimonios de terceros, demostraron que había mentido en su declaración judicial.

Paula Jones y Gennifer Flowers
Paula Jones fue empleada estatal y es conocida principalmente por haber presentado una demanda civil en 1994 contra el Bill Clinton

Aquella negación más tarde se convirtió en la base para los cargos de perjurio y obstrucción a la justicia que la Cámara de Representantes presentó contra él, lo que llevó a su juicio político en 1998. Si bien fue exonerado por el Senado y pudo terminar su mandato, Clinton fue multado y suspendido de ejercer la abogacía por cinco años debido a esta conducta.

Su confesión pública, en un discurso televisado, reconoció haber tenido una «relación física inapropiada» con Lewinsky, pero negó haber cometido perjurio, argumentando que su testimonio se ajustaba a la definición que se le había dado.

Finalmente, en noviembre de ese mismo año, acordó pagar 850.000 dólares a Jones para que desistiera de la demanda, sin reconocer ninguna responsabilidad legal.





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