Viajar incómodo también puede llevarte lejos

A veces sacrificamos demasiado del presente por un futuro mejor.
Otras veces vivimos el presente como si no existieran consecuencias.Quizás las generaciones pasadas vivieron del sacrificio, y la nuestra, en cambio, a veces olvida que también hay un mañana.
Ningún extremo es bueno. Pero ser consciente de que el «yo» del futuro pagará el precio de las decisiones del presente, es comenzar a elegir con conciencia.
Porque a veces ir demasiado cómodo no es la mejor elección. Y otras, un pequeño sacrificio hoy puede abrir la puerta a un gran beneficio mañana.
Todo padre sabe que su mayor alegría son sus hijos, y también que ellos son su mayor sacrificio.Una relación estable requiere más esfuerzo que mil aventuras pasajeras, pero al final, vale la pena. La pregunta no es si habrá sacrificio —porque siempre lo habrá—, sino cuándo: ¿prefieres hacerlo hoy… o mañana?
Había una vez una persona que se había ganado tres millones de dólares, pero con una condición: solo recibiría el dinero si lograba llegar a Australia en menos de dos días.
Si no lo hacía, lo perdía todo. Vivía en Argentina, y la misión parecía imposible. Corrió al aeropuerto, preguntó en cada aerolínea, pero todos los vuelos estaban agotados. Intentó con aviones privados, ofreció pagar fortunas, pero no había lugar.
Desesperado, pidió hablar con el dueño de una compañía y le rogó por una oportunidad.
El dueño lo miró unos segundos y le dijo:
—Podemos hacerte un lugar… pero tendrás que viajar en el baño.
Si alguien pasa, que nadie sepa que estás ahí. Comerás y esperarás en silencio.
El hombre no lo dudó. Aceptó con una sonrisa.
No le importaba la incomodidad, porque sabía lo que lo esperaba al llegar. Durante el vuelo, cantaba bajito, agradecía, sonreía.
La azafata, conmovida, le llevaba comida con discreción; él le daba propina y agradecía con el alma. Todos los que lo notaban en secreto sentían simpatía por su alegría.
Mientras tanto, en ese mismo avión, en primera clase, viajaba otro hombre. Tenía el mejor asiento, el mejor servicio, pero su corazón estaba pesado.
Sabía que al llegar a Australia lo esperaban problemas en el trabajo, peleas con su esposa y una distancia dolorosa con sus hijos.
Por fuera, todo era lujo. Por dentro, solo había tensión y tristeza. Si alguien mirara desde afuera, pensaría que el hombre de primera clase debía ser el más feliz, y el del baño, el más miserable.
Pero la realidad era la opuesta.
El del baño viajaba incómodo, sí… pero lleno de esperanza. Cada minuto lo acercaba a su sueño. El de primera clase, en cambio, disfrutaba de todo el confort del mundo, pero se dirigía a un destino que no quería enfrentar.
Y entonces, la pregunta no es: ¿En qué parte del avión estás viajando? sino ¿Hacia dónde estás yendo?
Porque no se trata de la comodidad del camino, sino del sentido del destino. No se trata de cuánto tienes, sino de cuánto esperas y hacia dónde te diriges.
A veces en la vida buscamos confort inmediato, alegría hoy, aunque eso nos deje hambre para mañana. Decimos: «la vida es una sola, hay que disfrutar», y es verdad.
Pero incluso disfrutar requiere sabiduría: porque muchas veces, ese confort tiene un precio oculto.
Y otras veces, el esfuerzo del presente no es una pérdida, sino una inversión invisible. No se trata de dejar de vivir el ahora, sino de vivir el presente con conciencia del futuro. Porque, al final, quien paga los platos rotos del hoy es el yo del mañana.
Así que esta semana, hazle favores a tu yo del futuro. Incluso si el yo del presente tiene que pagar algunos costos, recuerda: no son costos…son inversiones.
Porque a veces, lo mejor que puede pasarte hoy, es saber que mañana vas a estar orgulloso de ti. Y quizás, cuando ese día llegue, mires atrás y digas en silencio: valió la pena el baño, si me llevó a mi destino.
(*) Rafael Jashes – Rabino
