Uno de los chicos me…


La reciente aparición de declaraciones en el documental 50 segundos: el caso Fernando Báez Sosa visibiliza un nuevo testimonio en el espinoso caso de su asesinato. Uno de los jóvenes condenados por la golpiza fatal, Enzo Comelli, aseguró desde la cárcel de Melchor Romero: “Estoy muy arrepentido de todo lo que pasó, 100%. Y me voy a arrepentir siempre”.

Comelli se refirió a los hechos de la madrugada del 18 de enero de 2020, cuando Fernando fue brutalmente atacado a la salida del boliche Le Brique en Villa Gesell. En la reconstrucción del episodio, otro de los condenados comentó: “Estábamos borrachos. Ninguno tenía en la cabeza lo que había pasado”.

Por su parte, Máximo Thomsen, sentenciado a prisión perpetua, relató su versión: explicó que habían llevado alcohol desde Zárate, se instalaron cerca de la playa desde la tarde y que, al momento del ataque, “sentí dos golpes y uno de los chicos me ayudó a levantarme… Mi conflicto fue con los de seguridad, en ningún momento miré quién estaba peleándose”.

Los testimonios no solo abren una ventana sobre esa noche, también muestran el impacto personal del hecho: “Nunca en mi vida pensé en poner a mi familia en una situación así”, admitió Luciano Pertossi, condenado asimismo.

LOS ESCALOFRIANTES TESTIMONIOS DE LOS RUGBIERS QUE ASESINARON A FERNANDO BÁEZ SOSA

La serie documental permite ver el antes y el después: de jóvenes que compartían deporte y vacaciones, a acusados que hoy pagan condenas severas y cargan con una culpa colectiva. En el público vuelve, inevitablemente, la mirada sobre la violencia juvenil, el consumo de alcohol y las dinámicas de grupo.

Para las víctimas, estas declaraciones pueden ser solo una ventana más del dolor; para la sociedad, un recordatorio urgente de que ciertos límites no pueden cruzarse. Los padres de Fernando y amigos aún esperan algo más que palabras: una restitución de la memoria del joven, una justicia que vaya más allá del hecho concreto.

En última instancia, el relato de Comelli, Thomsen y compañía aporta capas nuevas al caso, pero no borra lo esencial: la ausencia de Fernando sigue presente. Y mientras crece el debate sobre responsabilidad individual y colectiva, queda en el aire una pregunta: ¿serán suficientes estos testimonios para sanar tanto daño?

 



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