Una temporada en Irán | Perfil



Comencemos por los epígrafes que anteceden a los tres capítulos del extenso reporte de Kapuscinski: tomados de Carta de los niños a Dios (ed. Pax, 1978), resultan más demoledores que las sangrientas torturas que durante décadas la temida Savak, fuerza armada pretendidamente secreta y especializada en persecuciones políticas, tormentos y muerte de sus opositores, sostuvo al sha en su feroz reinado haciendo de Irán, nación prodigiosa por profusión de recursos económicos, un país de opresión y desigualdad. Kapuscinski fue siempre un narrador notable, un maestro en el arte de hacer de la realidad relatos magníficos, nunca exentos de los recursos con que todo gran escritor construye sus textos. Y volviendo al impacto de esas líneas que resuelven en sosegadas, cortas y para nada simples rogatorias (Querido Señor: ¿Por qué no dejas el sol para la noche, cuando más lo necesitamos?), recordé los dibujos y escritos de los niños prisioneros del campo de extermino de Theresienstadt, al norte de Praga, en uno de cuyos muros se encontró una leyenda de un pequeño de nombre Pavel: “Aquí no vuelan las mariposas”.

En el Irán del sha, donde la historia registra que los reinados de todos los emperadores acabaron de manera infamante, se impuso el miedo, el sentimiento que socava la dignidad y el honor de todo ser humano. El reportero Kapuscinski escribe a punto de partir: “Ahora, ante la perspectiva de tener que ponerlo todo en orden (…) me invade una gran desgana y un cansancio terrible”. Es fácil advertir que alude al hastío que produce la injusticia. La materia de la que se sirve el autor no es solo su estadía en Irán, su condición de testigo, sino las pruebas que completan su testimonio: fotos que numera, notas que se suceden. Y en la sinuosa deriva de ese país malogrado, tres nombres propios son los que signan el derrotero: Mohammad Mosaddeg, primer ministro elegido democráticamente que gobernó el país entre 1951 y 1953, nacionalizó el petróleo y fue objeto de una doble conspiración: la de los partidarios del sha y la de los fanáticos del islam. Con la activa colaboración de Estados Unidos y Gran Bretaña, se depuso a Mosaddeg y se instauró el imperio de Reza Pahlevi, cuya aspiración declamada era convertir a Irán en un segundo Estados Unidos y su real propósito era depositar en sus cuentas bancarias en el extranjero la enorme riqueza que le deparó el petróleo de la nación.

El tercer nombre es el de Ruhollah Jomeini, fundador de la República Islámica de Irán, líder religioso que, depuesto y encarcelado Mosaddeg y exiliado el sha Pahlevi regiría los destinos del país. En Washington, fue la gestión de Jimmy Carter la que llevó adelante gestiones diplomáticas y acciones concretas para reinstaurar los derechos humanos depuestos en Irán y sustituidos por la barbarie de la policía secreta y del fanatismo místico.

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Se dice en este libro: “No se puede masacrar a un pueblo indefenso durante años”. Sí, se puede.

El Sha

Autor: Ryszard Kapuscinski

Género: novela

Otras obras del autor: El imperio; El emperador; El mundo de hoy; Estrellas negras; Los cínicos no sirven para este oficio; Ébano; Un día más con vida

Editorial: Anagrama, $ 32.000

Traductora: Agata Orzeszek Sujak





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