Una familia perdió todo tras el derrumbe de su vivienda en barrio San Vicente: «Volvimos a nacer»
El 7 de octubre, el techo de la vivienda que Alejandra Acosta alquilaba junto a su familia en barrio San Vicente, se desplomó por completo. Cinco adultos y una niña de seis años perdieron todas sus pertenencias en el colapso de la antigua construcción. Solo la conducta extraña de Lola, la perra de la familia, evitó una tragedia mayor.
«Mi perrita empezó a llorar, miraba el techo, pero no había nada que pudiera decir: vámonos o salgamos o algo», relató Acosta en diálogo con PERFIL CÓRDOBA. El comportamiento inusual del animal comenzó el domingo 5 de octubre, dos días antes del derrumbe.
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El martes 7, cerca de las 11 de la mañana, Rodrigo, de 22 años, estudiaba para un parcial universitario en la casa de su hermana, que vive enfrente. Cuando intentó regresar al departamento para bañarse, Lola se interpuso. «La perrita como que no quería que se fuera«, recordó su madre. Minutos después, al cruzar la calle, una polvareda salió por la puerta. «Cuando abre la puerta estaba todo el techo caído sobre todo», describió Acosta.
La estructura colapsó por completo: dos niveles de techos cayeron sobre el interior, las paredes “quedaron dobladas” y el departamento lindero sufrió rajaduras. «Gracias a Lola no estaba mi hijo ahí, porque tendríamos que hablar hoy de una tragedia», sostuvo la mujer, quien trabaja como cuidadora cama adentro y solo visita a su familia los fines de semana.

Una construcción sin mantenimiento
El inmueble, ubicado en Lisandro de la Torre y Junín, tiene varias décadas de antigüedad. Funcionó originalmente como sede del colegio IPM número 15, luego albergó un geriátrico y finalmente fue dividido en departamentos que actualmente habitan 12 familias. Los propietarios residen en otra provincia y gestionan los alquileres a través de un encargado, según indicó la damnificada.
«Es una casa vieja. Yo entiendo que obviamente las paredes, el techo debe haber estado todo viejo», afirmó Acosta, quien habitaba el lugar desde hacía 16 años. La familia había advertido sobre el deterioro del edificio en varias ocasiones. «Llevamos tres años peleando con el encargado para que ayude, porque pretende que aparte de pagar el alquiler le arreglemos todo ahí», señaló.
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Defensa Civil inspeccionó el lugar tras el derrumbe y declaró el estado de peligro inminente. «Esto está en estado de derrumbe, no se puede meter nadie», fue el diagnóstico oficial. Sin embargo, la asistencia prometida nunca llegó., denunció la mujer.
Sin convenio vigente y sin respuestas del Estado
El convenio de alquiler de la familia venció en agosto. El abogado que representaba a los propietarios prometió renovarlo, pero nunca lo hizo. «Nos dijo que sí, que cuando volviera del campo lo firmábamos. Mientras, nosotros pagamos normal el alquiler», explicó la mujer, quien indicó que conserva todos los comprobantes de pago.
En ese contexto, ambas partes estaban en falta, los inquilinos por permanecer en el inmueble tras el vencimiento del convenio; el propietario, por continuar cobrando el alquiler sin renovar el contrato.
Una familia dividida que no logra rehacer su vida
Dos meses después del derrumbe, los cinco adultos y la niña continúan separados. Alejandra vive en Manantiales 2, donde trabaja cama adentro. Sus dos hijos varones, Rodrigo y Juan, de 18 años, permanecen con su padre en una pieza que alquila su hermana mayor enfrente del edificio derrumbado. Juana, de 24 años, vive con su hija de seis años en su lugar de trabajo, también en modalidad cama adentro.
Juan, el esposo de Alejandra y albañil oficial, perdió su empleo dos días después del derrumbe. Desde entonces, no ha conseguido otro trabajo. La situación económica es crítica.
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«Mis patrones me dieron adelantado en noviembre y diciembre para que yo pueda mantener a mi familia, para que puedan comer y para que por lo menos mis hijos tengan un pantalón y una remera para cambiarse», contó.
Cada fin de semana, la familia busca un nuevo alquiler, pero los requisitos resultan inalcanzables. «Yo estoy en blanco, yo puedo pagar un alquiler, pero no tengo todos los papeles que se necesitan. Necesitan garantía propietaria», relató.
Las pertenencias de la familia permanecen bajo los escombros. La lluvia deterioró aún más el sitio y hubo intentos de robo. «Les pedí por favor que me ayudaran a sacar, que afirmaran, que ayudaran a sacar a ver si se podía salvar algo, los papeles, los documentos. No, nadie vino, nadie se presentó», aseguró.
«Yo sé que no hay muerto, gracias a Dios. Yo entiendo eso, pero no puedo volver a empezar», reflexionó Alejandra. «Ese 7 de octubre volvimos a nacer».
