Un punto de inflexión para la energía limpia



Este año señala un hito histórico: la producción mundial de energía a partir de fuentes renovables superó por primera vez al carbón. En el primer semestre de 2025, las fuentes renovables representaron más del 34% de la generación mundial de electricidad, mientras que el carbón se redujo a poco más del 33%. Hay que destacar que las economías emergentes fueron el principal motor de este avance.

Con la atención del mundo puesta en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) que se celebra en Brasil, este hito es un poderoso recordatorio de que la transición hacia las energías limpias ya está en marcha. Por mi experiencia como directora de inversiones primero en la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos y ahora en la Alianza Mundial de la Energía para las Personas y el Planeta, reconozco un negocio prometedor cuando lo veo.

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Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), el 91% de los proyectos nuevos de energías renovables ya son más baratos que sus homólogos fósiles. Este dato es la clara prueba de que aunque el uso del carbón y del petróleo sigue creciendo, las fuentes renovables son técnica y económicamente viables en gran parte del mundo.

Este impulso es una oportunidad que no podemos desperdiciar.

Para reducir la contaminación con efectos sobre el clima, promover un crecimiento económico sostenible y reforzar la resiliencia energética donde más se la necesita, tenemos que extender estos logros. Ya cerca del décimo aniversario del Acuerdo de París, todavía es posible una acción climática mundial significativa, incluso en un contexto de crecientes tensiones geopolíticas y prioridades nacionales en conflicto.

Pero el progreso es intrínsecamente frágil. Suele ocurrir que la adopción de la energía limpia se detenga una vez construida la infraestructura necesaria. Por ejemplo, los proyectos solares pueden fracasar cuando las comunidades carecen de las herramientas y la financiación necesarias para hacer un uso pleno de la electricidad que producen.

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El mero hecho de suministrar paneles solares no es suficiente; para que los beneficios de las energías renovables perduren en el tiempo, los gobiernos deben invertir no sólo en la generación de electricidad, sino también en sistemas, formación y equipamiento (por ejemplo, bombas de agua y molinos eléctricos) que permitan a las comunidades y a los países poner la energía limpia al servicio del crecimiento empresarial y de la creación de empleo.

Cuando su ejecución es eficaz, estas inversiones generan una amplia variedad de beneficios. Promueven el logro de los objetivos climáticos, al reemplazar las energías renovables el uso de combustibles caros y contaminantes. Dan a las comunidades acceso económico a energía que les permite mejorar la provisión de educación y atención médica, crear empleo y aumentar los ingresos. Y al beneficiarse las empresas de energía por el aumento de la demanda, las economías emergentes pueden atraer nuevas inversiones.

El desafío es enorme, pero también lo son las oportunidades. El Banco Mundial prevé que durante la próxima década, en las economías en desarrollo alcanzarán la edad de trabajar 1200 millones de jóvenes, pero sólo se habrán creado 420 millones de puestos de trabajo nuevos. El acceso a energía limpia y las oportunidades que trae consigo ofrecen una forma de cubrir el faltante antes de que se convierta en una crisis global. El Foro Económico Mundial calcula que el sector de las energías renovables puede generar por sí solo más de 30 millones de puestos de trabajo y movilizar entre 2,2 y 2,8 billones de dólares anuales. Además, la incorporación de las tecnologías de energía renovable a otros sectores, como la industria y la agricultura, puede crear 500 millones de puestos de trabajo adicionales y mejorar la calidad de los 700 millones ya existentes.

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Para tener éxito, hay que alinear las políticas energéticas con los objetivos de desarrollo generales, integrar las energías renovables en las industrias locales y acelerar la inversión en los equipamientos y habilidades necesarios para su uso eficaz.

En África estas ideas ya generan resultados tangibles. En Nigeria, el uso de bombas de riego, cámaras frigoríficas y molinos alimentados por energía solar por parte de agricultores y comerciantes está en aumento. A su vez, estas inversiones han impulsado una oleada de proyectos de energías renovables distribuidas, cuyo resultado es una transformación acelerada de los sistemas energéticos locales.

En la Amazonia (donde tiene lugar la COP30), el gobierno de Brasil está invirtiendo 800 millones de dólares para ampliar el acceso a energía y abandonar el uso de combustibles diésel. La organización a la que represento trabaja para garantizar que la capacidad nueva en energías renovables cree puestos de trabajo e impulse un desarrollo económico sostenible para miles de agricultores y emprendedores.

La India también puede servir de modelo a las economías emergentes interesadas en reforzar sus redes eléctricas y absorber la creciente capacidad de generación a partir de fuentes renovables. En Nueva Delhi, con la instalación del primer sistema comercial de almacenamiento de energía en baterías a gran escala de la India (y el mayor del sur de Asia), cien mil empresas y familias de bajos ingresos ahora pueden contar con un suministro fiable de electricidad limpia. Las centrales solares de Rajastán ofrecen a 40 000 agricultores un suministro constante de energía durante el día. Y en Uttar Pradesh, existe un programa que busca ayudar a 500 000 empresas de propiedad femenina a adoptar tecnologías de energía limpia de aquí a 2030.

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Todos estos ejemplos son la prueba de que la transición hacia la energía limpia es viable. Pero con 685 millones de personas en todo el mundo que carecen de electricidad y más de mil millones que dependen de un suministro caro o poco fiable, todavía hay mucho por hacer.

La elección es clara: seguir invirtiendo en las energías renovables o retroceder a la dependencia de los combustibles fósiles. Haciendo de la energía limpia fundamento de creación de empleo y oportunidades económicas, podemos convertir los hitos de hoy en un futuro donde esa energía impulse el crecimiento y garantice prosperidad para todos.

(*) Agnes Dasewicz es directora de programas e inversiones en la Alianza Mundial de la Energía para las Personas y el Planeta





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