Turismo: Arte, historia y gastronomía en las calles de Medellín


Lo primero es dejar los prejuicios de lado. Hace décadas que Medellín dejó atrás su oscuro pasado: hoy es una ciudad modelo, ejemplo de cómo los proyectos de inclusión social a través de la cultura pueden crean un círculo virtuoso.

Ubicada en el Valle de Aburrá y rodeada por la cordillera Central de los Andes, Medallo -así se la llama localmente, un guiño a su nombre, que parece un diminutivo- se encuentra a 1.495 metros sobre el nivel del mar. Su topografía montañosa le da forma a la ciudad, de calles empinadas, barrios escalonados y vistas que se abren entre cerros. El clima tropical de altura mantiene temperaturas templadas todo el año, razón por la cual se la conoce como “la ciudad de la eterna primavera”. Tiene dos temporadas de lluvia que renuevan la vegetación que la puebla.

Medellín

Las calles se abren paso entre bosques tropicales. El río Medellín (también llamado Aburrá), atraviesa la ciudad de sur a norte. La naturaleza se impone, bella y generosa. El orgullo por lo propio está presente en la moda, el diseño, el arte y también en la cocina, que se luce particularmente.

Medellín

Sabores del trópico

Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo (el primero es Brasil, pero en una extensión de territorio mucho mayor): cuenta con 433 especies de frutas locales, la mayor biodiversidad frutal por kilómetro cuadrado del planeta, lo cual la convierte en un verdadero paraíso de sabores. Basta visitar la Plaza Minorista, el mayor mercado de la ciudad, para quedar deslumbrado ante su variedad de frutas, muchas de ellas provenientes de la zona del Chocó, en el Pacífico colombiano. Guayaba rosada (muy ácida, se come con limón y sal), chontaduro, borojó, corozo (frutos que suelen procesarse y tomarse en jugos o distintas preparaciones); y más de diez variedades de palta (la más grande, llamada “choque”, puede alcanzar dos kilos). En la Plaza Minorista también se puede comer. Los desayunos con arepas, queso llanero, tamales y jugos de frutas son abundantes, al igual que los almuerzos. En “La Esquina de la Ricura”, el restaurante del mercado, el menú cambia según la pesca y la estación. Sirven sancocho de bagre — un pescado de río de carne muy blanca y carnosa, muy diferente a nuestro—, arroz con coco y “guandolo”, una bebida de agua de panela (endulzante natural a base de caña de azúcar) y limón, de sabor dulce y ácido.

Medellín

Test Kitchen Lab: cocina contemporánea de entorno

Nuestro guía de lujo dentro del mercado fue Juan Miguel Elejalde, un ingeniero químico a cargo del área de investigación de Test Kitchen Lab. El eje de este proyecto gastronómico, liderado por el chef Adolfo Cavalie, formado en el célebre Central de Lima, es el respeto por el producto 100% colombiano y el vínculo directo con el productor. Junto a él, Elejaldre diseña un cronograma de disponibilidad de ingredientes, que permite planificar su menú estacional “De Entorno”. Por ejemplo, identifica especias como el chímbaro, un tipo de tomate de árbol muy de estación que se emplea en el maridaje de coctelería. Este rubro está a cargo de la bartender caleña Daniela Alvarado quien trabaja con bebidas ancestrales como el viche, un destilado de la caña de azúcar, originario de la costa del Pacífico.

Adolfo CavalieEl menú degustación de ocho pasos incluye platos de pesca del Pacífico madurada -el atún rojo, especie codiciada en las cocinas del mundo, es un emblema de la zona- y productos oriundos de lugares como San Bernardo del Viento, en Isla Fuerte, que parecen salidos de una novela de García Márquez. Los platos no solo son interesantes, también son sabrosos, muy bien armonizados con la coctelería: la trucha con manzana y sidra llega con un cóctel de tequila blanco y guayabas; el pato sobre una base de chontaduro (el fruto se procesa por 24 hs. hasta lograr una masa sabrosa), se marida con un trago de gin, chontaduro y coco; etc.

Plato

La investigación se extiende a la sustentabilidad. Cada parte del producto se aprovecha. En su homenaje al maíz, elaboran chicha, destilan tapetusa (bebida hecha con panela y tusa de maíz) y fabrican la carta en papel artesanal con sus fibras. La alta cocina se convierte así en una lectura contemporánea del territorio. El final de la experiencia es una degustación de cacao madurado, con granos provenientes de Santander. El proceso incluye doble fermentación, secado artesanal y una maduración de varios meses, que concentra aromas y sabores.

 

Omakases tropicales

La cercanía entre mar y montaña permite abastecer a los restaurantes de productos frescos en pocas horas. La fauna marina también es abundante: cangrejo, gamba, pargo rojo y atún rojo, entre otros, desfilan frente a los ojos del comensal-espectador sentado en las barras. Hay dos omakases recomendados: Krudo y X.O. En el primero, se sirve atún aleta amarilla madurado quince días, con ponzu de limón mandarino; clam chowder hecho con gambas, leche de coco y guanciale; y langostinos tigre, una especie asiática que ha llegado hasta las costas colombianas, con mantequilla ahumada y salsa de corozo. En X.O., se ofrecen bentos (cajitas japonesas con divisiones en las que se sirven distintos platos) y a la pesca se suman platos japoneses como el sando de carne madurada 21 días, con salsa de wasabi y ponzu.

Omakase

Donde la moda y el arte florecen

En Colombia hay un orgullo visible por lo autóctono. Se celebran los oficios ancestrales y se utilizan materias primas locales en una mezcla de tradición y modernidad. La moda deslumbra: los diseñadores trabajan con fibras naturales, cuero y colores intensos; combinan irreverencia y memoria, una estética kitsch y desprejuiciada que convive con el rescate de lo manual. La búsqueda siempre es la misma: transformar lo propio sin perder la raíz. Medellín es también la ciudad de Fernando Botero. El Museo de Antioquia reúne sus conocidas esculturas con su obra menos conocida: pinturas que narran su historia familiar, como las que retratan a su fallecido hijo Julito, y un enorme mural rescatado de las calles. Cuando le preguntaron a Botero cuál era la mejor pieza del museo, él señaló el ventanal que da a la plaza, hoy llamada Plaza Botero. Allí sus famosos sus figuras redondeadas se integran al espacio público mientras el centro bulle con puestos de frutas. Esa mezcla de arte y vida resume a Medellín.

Fernando Botero

Vinilos, luces y tormentas

Imposible describir Medellín sin mencionar su música. Los audio bares, donde pasan vinilos con un excelente sonido hi-fi (de alta fidelidad, fiel al sonido original) son un ícono de la ciudad. El primero fue Siete Pulgadas, un espacio diminuto y hoy repleto de gente, donde, ¡oh milagro! se puede conversar perfectamente a pesar del volumen de la música. El DJ, de más de 40, tiene canas, mucha onda y elige sus vinilos de música con aires psicodélicos. La escena se reproduce en Mala, un audio bar mucho más espacioso y sofisticado, cuyos pisos de madera y equipos diseñados a medida, logran la mejor acústica. La agenda musical es agitada. En 2025 tocaron en Medellín los DJs de Tomorrowland, artistas como Shakira, Maluma y bandas como Guns N’ Roses. En octubre del 2025, la mítica banda tocó bajo la lluvia. La escena quedó grabada como un resumen de la ciudad: energía, caos, ritmo y una tormenta tropical cayendo sobre el público. ¡Welcome to the jungle!

 

Galería de imágenes






Source link

Compartir