Trump está peor que Milei, al menos judicialmente

Trump está peor que Milei. Al menos judicialmente. Al Presidente de USA lo han cercado con andanzas de trasnoche, quizas de día tambien, de hace varias décadas y, con cierto morbo, el Congreso —salvo un solo representante que votó en contra— se ha interesado por observar los videos recreativos del finado magnate Jeffrey Epstein, quien se aburrió de llevar varones importantes a su isla caribeña y, de paso, mezclarla con señoritas pimpantes, algunas menores de edad, en un avión propio que anticipaba la celebración sexual con púberes e impúberes. El nombre: Lolita, como el personaje del novelista Vladimir Nabokov en el que detallaba las condiciones de la niña a someter, alrededor de los 13 años de edad. Otros tiempos licenciosos, inaceptables en la actualidad, un proceso abierto que ya llevó a la muerte a una de las protagonistas orgiásticas y, luego, a que el mismo Epstein tomara la cicuta de la horca por voluntad propia o asistencia obligada mientras purgaba prisión. El escándalo mundial, de conocerse en su totalidad, ya le costó al hermano del Rey de Gran Bretaña renunciar a todo tipo de privilegios, cesanteado en la realeza. No es el unico personaje. Abundan. El dinero y el poder daban derechos. Dicen que hay pruebas determinantes sobre Bill Clinton y sobre Trump, ambos flojos de petrina. El cargo de pedofilia y el tráfico sexual planea sobre la Casa Blanca, afecta a los dos partidos mayoritarios, pero el inquilino mayor —-que hizo esfuerzos denodados para imepedir que trascendieran fotos y documentales comprometedores—, se encuentra en una situacion límite, justo cuando el mandatario planea bombardear nichos de presuntos de narcotraficantes en Venezuela, desalojar a Maduro, tal vez golpear en Colombia, y anunció que no le pesará la conciencia si debe extender su reguero bélico a México. En su país avanzan para promoverle un juicio polìtico acicateado por una grey femenina que reclama condena por haber triscado en una isla de placer como adolescentes ingenuas.
Con Trump y su destino se volverá a tropezar Milei el 5 de diciembre, momento en que tal vez hasta se fotografíe con Messi, ya que se trata del sorteo del próximo Mundial de futbol. Allí le volverá a agradecer el gesto de comprar pesos argentinos y ofrecer garantías para la estabilidad económica, dos hechos que garantizaron la sosegada continuidad del Presidente argentino en las últimas elecciones. Milei también tropieza con cuestiones judiciales, investigado por los amateurs detectives parlamentarios de la causa cripto y, quizás mas compleja, el caso Spagnuolo, que empezó con unas grabaciones que involucraban a un laboratorio y luego devino en un fenómeno de coimas en el rubro Salud, en la atención de discapacitados. Típica excursión de pesca por parte del fiscal, quien buscó probar la infidelidad de un hombre por un corpiño olvidado en el bolsillo y, como no encontró la prenda, siguió la búsqueda por gastos extravagantes en la tarjeta de crédito. Un ejemplo impreciso sobre la causa que debe inquietar al Gobierno, aunque con menos temor de lo que Trump parece afectado en los Estados Unidos. Parece, judicialmente, que está peor que Milei. Inclusive, la recepción popular es distinta: Trump se reduce en el apoyo de la sociedad, en cambio Milei se ha disparado como la bolsa.
Hubo momentos históricos de alegría desbordante en la localidad argentina, de narcisismo y poder absoluto en los gobiernos. Efímeros todos, unos más que otros. Los militares en 1978, con la euforia del campeonato mundial de fútbol, Galtieri con una Plaza de Mayo estallada por Malvinas. O un Raúl Alfonsin más tarde del Plan Austral invitando a cubrirse bajo su paraguas, del cual nadie se iba a quedar afuera. Siguió Menem y sus acólitos soñando en una permanencia por un sinfín de éxitos que durarían cien años. Néstor Kirchner que, merced a precios internacionales por las nubes y un doble superávit que heredó de Duhalde —el único triste de la película argentina de los últimos 60 años, nunca le tocó disfrutar—, hasta se permitió pensar en una dinastía con Cristina, quien como legataria dispendiosa se quemó en sus dos etapas los 50 mil millones que le dejó el marido. Otro de éxito pasajero fue Alberto Fernández, quien alcanzó la cima de la consideración pública gracias al mérito de encerrar al país durante la pandemia y descubrir que, por miedo, la sociedad premiaba a quien le impedía salir a la calle. Tambien Macri vivió su apogeo, tan inconsistente que se doblegó ante el doctor Fernández. Y eso que Argentinos Juniors casi nunca le ganaba a Boca Juniors.
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Parece que Milei aprendió de estos picos de altura y caída impresionantes. Ya vivió un descenso aterrador antes de las últimas elecciones. Con el triunfo, advierte, ya se pavonean varios en su entorno para acompañarlo en los comicios del 2027: nadie supone que Victoria Villarruel vaya a repetir la performance del 2023, se agrió demasiado la relación —más de uno piensa que ella irá con escudería propia al futuro comicio— y un último gesto de insolencia obvia fue su obsequio a Patricia Bullrich de una botella de vino. Desafío inútil, como si fuera alguien que le regalaba a Alfonsín un Rutini o al actual Presidente un paquete de alimento para perros. Ya se alistan los candidatos alternativos, del triángulo de hierro a figuras menos decisivas: se genera por lo tanto otra interna, disturbios, convencidos de un legado escriturado por el cual Milei renueva mandato como si fuera a lavarse los dientes cada mañana. Son varios los que se lanzan a la piscina de sexos mixtos, mejor evitar nombres. El grado de soberbia triunfal alcanza niveles superiores en el tiempo, hasta ya hay conversaciones —en una competencia indisimulable— por ver quién sera el elegido del Presidente para que lo suceda en el 2031. Fantasiosos, apresurados, son tantos los que pugnan por esa eventualidad que no se puede conjeturar como un meteorito del periodismo esa disposición urgente a la herencia presunta. Hablan de esas variantes. «¡Éramos tan jóvenes!», podrán repetir dentro de una década, pegados al oficialismo o esparcidos en partes en la oposición.
Aunque no está en sus preferencias la revisión del pasado en otras administraciones, Javier Milei no ignora la colección de ambiciones que lo rodea. Como antaño a otros mandatarios. No parece sorprenderse frente a la nueva oportunidad, cubierto por una piel de hipopótamo de la que carecía antes de que aparecieran Trump y el portaviones Bessent. Quizas sea el unico en el Gobierno, dicen, que no se deja atrapar por la vanagloria de los pobres triunfos pasajeros de la política. Le importan los de la economía, si persisten, para volver a ganar. Sabe que es difícil resucitar dos veces.
ML
