Tierras no tan raras | Perfil

La última escaramuza comercial entre las dos grandes potencias económicas de nuestra era dejó en el centro de la disputa a las “tierras raras”, un grupo de 17 elementos que China domina ampliamente en reservas y producción, que es clave en la tecnología que incorpora hoy la fabricación civil, pero también la militar.
Una última restricción sobre tierras raras de parte de Beijing desató la ira de Washington, que amenazó a China con más aranceles extras. La evolución del conflicto, parte de la gran disputa global, depende de la reunión de este fin de semana en Malasia entre los presidentes Xi Jinping y Donald Trump.
Mientras tanto, razonablemente, Estados Unidos se lanza por el mundo a asegurarse la provisión de tierras raras (Brasil las tiene), pero también uranio, fuente de energía nuclear, en cuyo uso civil Argentina tiene vasta experiencia y que hoy es objeto de la gran demanda que plantea el desarrollo de la inteligencia artificial.
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La mención de los funcionarios de Washington sobre el valor del uranio en las relaciones bilaterales sólo confirman el paso que dio antes Buenos Aires, cuando firmó como “socio contribuyente” el Programa de Infraestructura Fundamental para el Uso Responsable de Tecnología Nuclear (FIRST), del Departamento de Estado.
Como nos recuerda Pedro Villagra Delgado, director del Comité de Asuntos Nucleares del CARI, la Argentina y Brasil mantienen desde hace cuatro décadas acuerdos de no proliferación y cooperación ejemplares, cuyos principios deben mantenerse más allá de los vaivenes geopolíticos extra regionales. El control de la estatal Nucleoeléctrica, ahora en revisión, queda bajo esas consideraciones.
Las tierras raras y los “minerales críticos”, desde el uranio al litio, necesitan ser vistos con un prisma geopolítico. Entonces, lo único que puede sonar “raro” es que un Estado descuide sus valiosos recursos naturales o tecnológicos en un mundo fragmentado y multipolar en el que las amenazas se visten de oportunidades.
