Secretos de la identidad no binaria


En los últimos años, la discusión sobre las identidades no binarias comenzó a ocupar un lugar cada vez más visible en los medios, el arte y la política. En la Argentina, esa conversación tomó cuerpo con figuras como Manu Fanego, hijo del recordado actor Daniel Fanego, quien recientemente se presentó en público como persona no binaria y confirmó su relación con la actriz Zoe Hochbaum. Su historia es una puerta de entrada a una cuestión que, lejos de ser una moda, pone en cuestión las categorías tradicionales de lo masculino y lo femenino.

Manu, de 44 años, forma parte de una generación que creció cuestionando los límites del género. En entrevistas recientes explicó que asumirse no binario fue “un acto de libertad”, una forma de crear su propia providencia, sin que la identidad quede atada a la genitalidad ni a la orientación sexual. “La identidad de género es una cosa, y otra muy distinta son los gustos o la identidad sexual. No tiene que ver una cosa con la otra”, dijo. En su carrera artística, que combina música, actuación y performance, lleva esa reflexión a escena. Su obra “Le Frigó”, estrenada este año en el Teatro Picadero, exploraba precisamente ese terreno intermedio entre lo que la sociedad espera y lo que uno realmente es.

Patria no binaria. En la Argentina, el caso de Manu se suma a una lista de voces diversas que redefinen las fronteras de la identidad. Entre ellas, la del activista Gerónimo Carolina González, primera persona en recibir un DNI con la nomenclatura “X”, y la del productor y manager Eme Delás, quien se define como “una masculinidad no binaria”. Su testimonio condensa la esencia del movimiento: “Durante generaciones se nos enseñó que solo se podía ser hombre o mujer y que la identidad está determinada por el sexo con el que nacés. Pero las nuevas generaciones entendemos que entre esos dos extremos hay todo un espectro. En una punta está ser mujer, en la otra ser hombre, y en el medio una enorme variedad de expresiones posibles”.

El no binarismo parte justamente de esa idea, no encajar del todo en ninguna de las dos categorías que estructuraron durante siglos la identidad humana. “Hay que distinguir entre sexualidad, sexo y género. El sexo tiene que ver con la genitalidad; el género, con las imposiciones sociales que uno recibe desde chico, con lo que te enseñan a ser”, explica Eme. Y agrega: “El no binarismo plantea que uno no se siente representado por ninguna de las dos puntas del espectro, sino que habita ese espacio intermedio con naturalidad, al menos para uno, no para el resto”.

En esa línea, es fundamental distinguir tres planos que suelen confundirse: el sexo biológico o genitalidad, que refiere a las características anatómicas; el género, que es una construcción social; y la sexualidad, que tiene que ver con la atracción afectiva o erótica hacia otras personas. Ser no binario no determina una orientación sexual ni implica necesariamente una transición física; se trata, ante todo, de una vivencia identitaria.

Eme Delás lo resume en una frase que condensa toda una forma de vida: “Para mí, ser no binario es firmar un pacto para confundir a la sociedad. Mi aspecto llama la atención, pero disfruto de esa confusión, me gusta ver cómo la gente, al hablarme, se desarma en prejuicios, después cuando me conocen, se dan cuenta que soy un «dulce de leche». Esa es mi militancia diaria, generar duda, mover estructuras y, sobre todo, hacer pensar”. En su caso, eligió conservar los pronombres masculinos y construir una identidad que mezcla rasgos femeninos y masculinos. “Soy una masculinidad femenina y es lo que me define”, detalla.

Estrellas foráneas. El movimiento no binario también tiene referentes internacionales que ayudaron a visibilizarlo. Sam Smith, cantante británico, fue una de las primeras figuras de la música pop en declararse no binario y en usar pronombres neutros. Jonathan Van Ness, el carismático estilista del programa “Queer Eye”, Sara Ramírez, la actriz de “And Just Like That…”, e Indya Moore, modelo y estrella de la serie “Pose”, son otras de las celebridades que asumieron públicamente su identidad no binaria y se convirtieron en íconos de una nueva representación de género.

Sin embargo, el caso más paradigmático es el de Elliot Page. El actor canadiense, conocido por “Juno” y “The Umbrella Academy”, hizo pública su identidad trans y no binaria en 2020, y desde entonces se transformó en una figura emblemática del activismo global. En sus memorias, Page contó el proceso de reconocerse a sí mismo: “Cuando supe que era trans, cuando entendí que la identidad que había vivido hasta entonces no me tenía en cuenta, fue un antes y un después”. Su aparición en la portada de la revista Time en 2021 marcó un punto de inflexión cultural: por primera vez, una figura de Hollywood mostraba con naturalidad el tránsito hacia una identidad no binaria y abría la conversación sobre los pronombres neutros, la salud mental y la autodeterminación.

La visibilidad de figuras como Page, Smith o Moore ayudó a desmontar prejuicios y a expandir el lenguaje. En inglés, el uso del pronombre neutro they/them se volvió una forma de respeto, mientras que, en el castellano, la discusión sobre el uso de la “e” como pronombre inclusivo aún genera resistencias, pero refleja una búsqueda por nombrar lo que antes no existía en el discurso público.

Población real. En la Argentina, la visibilidad de las identidades no binarias avanzó de la mano de políticas concretas. El Censo Nacional 2022 incluyó por primera vez una pregunta sobre identidad de género, y los resultados fueron reveladores. Casi 200 mil personas no se identifican con el sexo asignado al nacer, y de ellas, más de 37 mil se definieron como no binarias. Además, según datos del Registro Nacional de las Personas, más de mil personas solicitaron el cambio de su documento con la nomenclatura “X” desde la creación de esa categoría en 2021.

Pese a ello, ese reconocimiento convive con nuevas tensiones. El gobierno de Javier Milei modificó por decreto la Ley de Identidad de Género, limitando el acceso a tratamientos hormonales y quirúrgicos para menores de 18 años, lo que fue denunciado por organizaciones LGBTIQ+ como un retroceso en materia de derechos. A ello, se suma la persistente burocracia que enfrentan quienes buscan modificar su DNI o acceder a documentación que refleje su identidad real. En muchas provincias, los trámites siguen siendo engorrosos y los sistemas informáticos no contemplan adecuadamente la categoría “X”.

Aún así, el avance es irreversible. La visibilidad de artistas, activistas y figuras públicas no solo redefine el mapa humano, sino que obliga a repensar qué significa ser hombre o mujer en el siglo XXI. “Crecí en un contexto donde eso se reprimía a todo lo que desafíe lo preestablecido” increpa Eme Delás. “Y me convencí de que era una mujer heterosexual, haciendo lo que se esperaba de mí, hasta tuve un novio. Con los años entendí que mi identidad iba por otro camino”. Hoy, Eme se reconoce en una masculinidad libre, sensible y sin moldes.

El fenómeno no binario no es, como algunos creen, una moda pasajera. Es el resultado de décadas de lucha por la autodeterminación y por el derecho a redefinirse. Y aunque los obstáculos persistan, cada historia, desde la de Fanego hasta Elliot Page, deja ver que el género ya no puede ser pensado como un destino, sino como una elección.

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