Sebastián Estevanez: de utilero a actor gracias a una escena con Arnaldo André
En una charla íntima con Héctor Maugeri para +CARAS, Sebastián Estevanez recordó el origen de su carrera con la humildad que siempre lo caracterizó. Antes de convertirse en uno de los rostros más populares de la televisión, su primer trabajo fue como utilero en la novela Gino, protagonizada por Arnaldo André. Armaba una verdulería ficticia y pasaba desapercibido hasta que un día faltó un extra. “Falta el que maneje el camión, ¿te animás?”, le dijeron, y ese instante le cambió la vida.
Sebastián aceptó con nervios, sabiendo que podía tentarse de risa en plena escena. “Estoy jugado… me voy a reír”, les advirtió, todavía sorprendido por la oportunidad. Pero Arnaldo André lo tranquilizó y le aseguró que no pasaba nada si se reía. Esa escena improvisada se convirtió en su debut y también en el inicio de una carrera que, sin saberlo, ya había empezado. “Fue genial. Gracias, Arnaldo”, recordó con gratitud.
El Sebastián que no se creyó galán
Aunque el público lo identificó rápidamente como galán, él siempre tuvo una mirada distinta sobre sí mismo. “Nunca me sentí galán. Soy un tipo normal”, repetía, con esa mezcla de timidez y sinceridad que lo acompañó desde el principio. Al comienzo incluso le chocaba que lo presentaran así, como si ese título perteneciera a otro. “La realidad es que nunca me creí galán”, admitió.
Maugeri le recordó que muchos de sus personajes eran pibes de buenos principios, respetuosos, con códigos claros. Y Sebastián asintió, porque nunca pensó sus roles desde la idea del galán clásico, sino desde la humanidad del tipo común. “Contar la historia de un buen tipo”, dijo, resumiendo la esencia de aquello en lo que siempre se sintió cómodo. Y en esa autopercepción apareció también la clave de su conexión con el público.
Sebastián Estevanez y su propia imagen
Cuando Maugeri se animó a preguntarle cómo se veía, Sebastián no dudó. “Me veo normal, como cualquiera”, respondió, reafirmando su naturalidad. No se miró desde la vanidad ni desde el estereotipo del protagonista ideal. Para él, la belleza nunca fue un tema identitario. La insistencia de Maugeri no modificó su postura. “¿Te ves lindo?”, preguntó el conductor, con curiosidad y humor. Sebastián volvió a la misma definición que pareció sostener todo su recorrido: “Normal”. En esa simpleza, que no fue pose ni falsa modestia, se escondió parte del encanto de quien empezó armando una verdulería y terminó conquistando a millones.
