Quien es el acosador de Agustina Peñalva, la periodista de C5N
La periodista de C5N Agustina Peñalva decidió hacer pública una pesadilla que arrastra hace meses: durante una transmisión en vivo relató que está siendo víctima de acoso por parte de un hombre identificado como Walter Graziano, quien —según su testimonio— la hostiga mediante mensajes, llamadas y presencias constantes en lugares que ella frecuenta. “Solo quiero volver a mi vida”, expresó entre lágrimas.
Peñalva radicó varias denuncias formales ante la comisaría 14 y frente a la Fiscalía 18 de la Ciudad de Buenos Aires, bajo la carátula de “hostigamiento”. La Justicia le otorgó medidas de protección: botón antipánico, custodia policial permanente y prohibición de acercamiento y contacto para Graziano. Sin embargo, la periodista denunció que, a pesar de estas medidas, el agresor continuó intentando vulnerar su intimidad.
Como parte de su relato, Peñalva dijo que el acoso comenzó vía redes sociales con decenas de mensajes diarios, luego escaló a apariciones físicas: él se habría inscrito en su gimnasio, intervenido en restaurantes donde ella había estado y seguido sus rutinas. “Sabe dónde vivo, conoce mis horarios, me persigue por la calle”, contó. Ella bloqueó sus cuentas, pero él generaba nuevas para seguir contactándola. En su defensa, la periodista sostuvo que Graziano ya tenía antecedentes de hostigamiento: habría estado internado en una institución psiquiátrica y detenido por acosar a otra colega.
La versión de Graziano
Ante la repercusión mediática, Graziano rompió el silencio a través de redes sociales, negando las acusaciones. En su defensa escribió: “Esta chica no sabe qué hacer para sacar plata”. Al mismo tiempo, admitió que se acercó a C5N para “regalarle unos chocolates y un libro”, negando la intención de acosar.
Según medios que relevan su versión, Graziano se presentó junto a un abogado en la Fiscalía 18 tras la denuncia, donde la prohibición de acercamiento y la imposibilidad de contactarla por cualquier medio fueron formalmente dictadas.
Para Peñalva, la exposición mediática de su caso no implica control sobre el agresor ni garantía de que las medidas judiciales sean cumplidas. “Te tengo miedo, no quiero flores, ni libros, ni chocolates. Solo quiero vivir tranquila”, le dijo directamente frente a cámara.
La periodista recibió una ola de respaldo de colegas y figuras públicas que reclamaron una revisión real de los mecanismos de protección para víctimas de acoso persistente. Muchos destacaron que, si un agresor viola medidas judiciales sin consecuencias inmediatas, la protección es apenas simbólica.
Un caso repetido
El caso pone en evidencia múltiples desafíos: la efectiva implementación de las órdenes judiciales, la supervisión del cumplimiento por parte de las fuerzas de seguridad, la rapidez en la respuesta institucional y la necesidad de políticas que acompañen a quienes denuncian.
Mientras la causa avanza con pruebas digitales (mensajes, registros de llamadas) y testimonios, la versión contrapuesta de Graziano añade tensión: él niega el acoso, dice que su acercamiento fue un obsequio inocente y considera que Peñalva busca beneficiarse mediáticamente.
El contraste entre el relato de Peñalva —una mujer que dice sentirse sitiada y con miedo por su agresor— y la respuesta de Graziano —una negación y explicación alternativa— subraya la dificultad que enfrentan muchas víctimas: demostrar ante la Justicia que un hostigamiento persistente, aunque no violento físicamente, constituye un delito que merece protección concreta.
Este episodio no solo es una denuncia individual: reaviva un debate sobre cómo el sistema legal argentino protege (o no) a quienes sufren acoso, especialmente cuando quien hostiga es insistente, desafía las órdenes judiciales y actúa con persistencia. En ese terreno está ahora Peñalva, exigiendo que su historia no sea un acto aislado, sino un llamado para fortalecer respuestas reales frente al acoso.