Pablo Laurta, alojado en una cárcel de máxima seguridad, tiene un régimen de encierro extremo
Pablo Laurta, imputado por haber asesinado a sangre fría a su expareja Luna Giardina y a su exsuegra, Mariel Zamudio, para llevarse a su hijo a Uruguay, está alojado en el sector de máxima seguridad del complejo carcelario de Cruz del Eje, al norte de Córdoba.
Está solo en una celda. Los primeros días no quiso salir al patio interno. Recién el viernes accedió y lo usó para hacer gimnasia. Es probable que inicialmente tuviera miedo y no estaba seguro de que no se cruzaría con otros detenidos en ese espacio.
Está encerrado en una habitación pequeña —de dos metros por dos metros— con su cama, una mesa, una silla, baño empotrado —antivandálico— y una pequeña ventana que permite el ingreso de luz natural.
No tiene contacto con nadie
A través de un pasaplatos recibe las cuatro comidas diarias que ingiere en su totalidad. No se resiste a comer o beber, más bien todo lo contrario. Una cámara permite seguir sus movimientos.
Las autoridades del Servicio Penitenciario de Córdoba (SPC) resolvieron ese destino para garantizar su seguridad y la del resto de los presos.
En sus primeros contactos con la prensa, en Entre Ríos —donde fue detenido— y luego en Córdoba, Laurta se mostró desafiante. Lanzó frases para justificar, presuntamente, los crímenes cometidos.
“Todo fue por justicia”; “estoy en paz, mi hijo ahora está seguro”; “hice lo necesario para rescatar a mi hijo”. Se lo escuchó decir. Nada de eso expresó, luego, ante las autoridades judiciales a quienes no dio explicaciones de sus actos.
Sus actitudes iniciales y la enorme repercusión pública del caso motivaron el destino al pabellón de máxima seguridad que tiene el SPC. Allí también se encuentra alojado Roberto Carmona, el múltiple asesino caracterizado por el odio a los presos. Cuando estuvo en la vieja cárcel de Barrio San Martín hirió gravemente a dos, a uno le arrojó caramelo caliente y a otro le quemó la cara con aceite hirviendo. Luego mató a otros dos internos.
Los presos reaccionaron
Apenas Laurta llegó a la Unidad de Contención del Aprehendido (UCA), donde el Servicio Penitenciario realizó su fichaje, los detenidos alojados en el lugar le dirigieron improperios, a gritos. Lo trataron —maltrataron— como un reo de delitos gravísimos. Él los miró sin responder, pero “sobrándolos”.

Fue en la UCA donde tuvo el primer contacto directo con la defensora oficial, Alfonsina Muñiz. La reunión con la asesora duró una hora. Luego lo trasladaron a Cruz del Eje. Al día siguiente volvió a hablar con ella a través de videoconferencia.
En tanto, el fiscal Gerardo Reyes había decidido que la indagatoria se realice en forma virtual para evitar el traslado. Muñiz solicitó que se haga presencial y así sucedió.
Fue trasladado por el equipo Gotp (Grupo Operativo Táctico Penitenciario), adiestrado para intervenir en situaciones de crisis. Intervinieron cuatro efectivos de ese cuerpo especial con base en la ciudad de Córdoba, otros cuatro penitenciarios de Cruz del Eje. Para el viaje de dos horas y media en cada tramo, se asignaron dos vehículos y al regreso, hubo apoyo con motos y vehículos de la Policía de Córdoba, que lo escoltaron hasta la Ruta 20. Todavía es una incógnita cuál fue la razón del pedido de la defensora pública que justifique semejante despliegue.
Laurta solo estuvo un par de horas en tribunales el jueves pasado. Llegó a las 10,45 y se retiró poco después del mediodía. Se pensó que el pedido de una audiencia presencial obedecía a que se iba a explayar sobre los hechos por los que está acusado. Pero no fue así. Nada dijo de eso. Se limitó a hablar de dos causas: una archivada por el fiscal de Delitos contra la Integridad Sexual, Juan Ávila Echenique, donde él había denunciado a su suegra Mariel Zamudio de captar a su hija para una red de trata. La Justicia consideró una denuncia totalmente falsa.
La otra fue el pedido de restitución internacional de su hijo —tiene seis años— para llevarlo a vivir con él a Uruguay, que el juez de Familia, Gabriel Tavip, también rechazó al considerar que el centro de vida del niño estaba en Córdoba.
Esta actitud de exposición pública, con la insistente mención a sus denuncias desestimadas en este caso, también hace recordar algunos gestos de Carmona.
Desinformado de la repercusión pública de su caso
Pablo Laurta no tiene forma de conocer la información que brindan los medios de comunicación sobre los expedientes que lo involucran. Al encontrarse aislado, no tiene radio, tampoco accede a los espacios comunes que tienen otros detenidos donde pueden ver televisión o hacer actividades laborales y escolares. No ve redes sociales, donde él tuvo gran actividad como artífice de la agrupación Varones Unidos, donde ejerció su militancia antifeminista.
Al día, puede ver a dos o tres guardiacárceles que se turnan, según los horarios, quienes le informan su hora de recreo en el patio interno. Las únicas personas que, por el momento, se relacionen con él son el médico, una asistente social y una psicóloga. Se dirigió a todos con amabilidad, incluso a las mujeres.
El SPC evalúa cómo establecer un contacto virtual con su madre.
Cuando llegó a Córdoba, la única ropa era la que tenía puesta. Por esa razón, a través de Cáritas le consiguieron otras mudas para que pudiera asearse y cambiarse. La aceptó, junto al kit de higiene que le proporcionó el servicio penitenciario.
Imputación agravada
El fiscal de Violencia de Género y Familiar imputó a Pablo Laurta por los homicidios de Luna Giardina y Mariel Zamudio, calificados por el vínculo, alevosía, criminis causae (mató para llevarse a su hijo) y por mediar violencia de género. Y también por violación de domicilio
