Otro 12/12 en la Bombonera: los hinchas de Boca festejaron su día

El sol ya declinaba sobre el barrio de La Boca cuando cerca de las 17 las puertas de La Bombonera se abrieron de par en par. Un murmullo azul y dorado empezó a fluir por Brandsen. No era un día cualquiera: el 12 de diciembre, el Día del Hincha de Boca, volvía a convocar a miles de simpatizantes con la misma fuerza y devoción que años anteriores.
El estadio –ese templo de cemento y alma popular– recibió primero a los más jóvenes, luego a familias enteras, abuelos y nietos que entrelazaban banderas y cantitos como si fueran herencias vivas. Se respiraba una mezcla de emoción y nostalgia: para muchos era la última gran reunión boquense del año, una ceremonia que los une más allá de los resultados deportivos o de lo que ocurra en el campo de juego.
A las 18, el horario marcado para el inicio oficial, ya no quedaba un centímetro sin color en las tribunas. Algunos hinchas llevaban camisetas personalizadas con sus apellidos, otros sostenían viejas bufandas amarillas que habían pasado por décadas de inviernos y veranos. Desde la platea baja hasta la popular, voces distintas entonaban el mismo latido colectivo que parecía hacer vibrar la estructura completa del estadio.
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El festejo se abrió con bandas musicales y murgas que hicieron temblar el piso con bombos, redoblantes y guitarras. La murga Los Amantes de La Boca se mezcló con el ritmo más urbano de bandas emergentes, y el público respondió con aplausos, palmas en alto y coros interminables. Cada canción parecía ser una declaración de amor, una reafirmación de identidad.
No faltaron las charlas improvisadas, esas que convierten a cualquier hincha en narrador de historias: “Acá vine por primera vez con mi viejo”, decía uno, señalando una entrada gastada; “Acá traje a mi hijo para que sienta lo que yo sentí”, decía otro, con ojos brillosos. La Bombonera, en su eterno papel de mampara emocional, absorbía y devolvía cada emoción en forma de eco.
Mientras el cielo de Buenos Aires se teñía de anaranjado y la tarde dejaba paso a la noche, las voces seguían –y seguirán– retumbando en La Bombonera. Porque para los hinchas de Boca, este no es solo un día de fiesta: es la memoria viva de lo que significa ser parte de una pasión que no se apaga.
