Operativo de guerra en Río: «Si el Estado no está presente, el narco va a ocupar ese lugar inmediatamente»

Por estas horas, Río de Janeiro continúa bajo estado de sitio informal tras el operativo más violento de los últimos años contra el Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más antiguas y poderosas de América Latina. La acción conjunta de la Policía Civil y Militar, con 2.500 efectivos y drones artillados, dejó al menos 135 muertos en las favelas de Penha y Alemão. Pero más allá de la magnitud del operativo, los especialistas coinciden en que el conflicto expone algo más profundo: la consolidación de un «narcoestado paralelo» y los riesgos de que la violencia se expanda fuera de Brasil.
«El Comando Vermelho nació en los años setenta, en plena dictadura brasileña, con el objetivo de preservar a la población carcelaria. Hoy tiene 56.000 miembros y opera fuertemente en Paraguay, Bolivia, la Triple Frontera y Argentina», explicó Daniel Adler, especialista en narcotráfico y terrorismo. Según señala, la organización se diversificó hacia la extorsión, el sicariato, el tráfico humano y el lavado de activos, aprovechando las zonas donde el control estatal es débil.
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Adler sostiene que el avance de estas estructuras criminales se apoya en la exclusión social. «Lo que buscan es captar el componente social, tocarle la fibra del corazón a la gente más excluida, especialmente a los jóvenes que no estudian ni trabajan. Si el Estado no está presente, el narco va a ocupar ese lugar inmediatamente«, advirtió en diálogo con ElDoce.tv. Y alertó que la respuesta del gobierno brasileño —militarizar las zonas más calientes— podría generar un «efecto globo»: desplazar la criminalidad hacia territorios menos vigilados, como la Argentina.
En la misma línea, Abel Reinoso, exjefe de la Administración para el Control de Drogas de la Argentina, plantea que las condiciones estructurales de pobreza y falta de oportunidades son el caldo de cultivo perfecto para el narcotráfico. «Cuando se concentra mucha gente con situaciones económicas difíciles y no hay oportunidad de hacer nada más, la juventud tiene tendencia a unirse a lo único que hay. En muchos lugares la ley la impone la delincuencia y no el Estado«, explicó.
Consultado sobre si algo similar podría ocurrir en Argentina, Reinoso no dudó: «Claro que puede pasar. No creo que llegue a ese nivel de violencia, pero ojo, cuando un país tiene migración extranjera, traen no solo la cultura sino también las costumbres delictivas«. Y agregó: «El terreno es del Estado, pero lo que ocurre en las cárceles lo controlan los presos. En nuestros países esa es la realidad».
Para el exfuncionario, la debilidad institucional es el otro gran factor de riesgo. «Cuando un país atraviesa una situación económica difícil, el presupuesto para las fuerzas de seguridad es mínimo. Si la policía no tiene ni para tomar un café, cómo va a enfrentar un negocio multimillonario de delincuencia», resumió.
Ambos especialistas coinciden en que la violencia nunca va a resover el problema del narcotráfico. «La gente simplifica el tema», dijo Reinoso. «Lo que hay detrás de cada grupo narco es una estructura mucho más grande. Atrás hay todo un sistema que vive de ellos, que nunca nadie quiere tocar».






