“Matate, amor”: la novela argentina que conquistó a Martin Scorsese y a Cannes



El Festival de Cannes consagró la actuación de Jennifer Lawrence en Die, my love, lo que implica que los espectadores del mundo lo irán haciendo. De producción norteamericana (el mismísimo Martin Scorsese estuvo involucrado), el film dará la vuelta al mundo y en algún momento se estrenará en los países hispanoamericanos con el título original de la novela de Ariana Harwicz: Matate, amor. Título impactante, que se replica en la versión en inglés tanto de la película dirigida por Lynne Ramsay como en la traducción de la novela al inglés, que fue preseleccionada para el Premio Booker Internacional, entre varios otros.

Cuando se conoció la noticia de la adaptación, PERFIL habló con Ariana Harwicz. Ahora toca el turno de conversar con la traductora de la novela, Sarah Mos, escritora y traductora del español y el francés. Entre sus traducciones se incluyen tres obras de Agustina Bazterrica, entre ellas la exitosa Cadáver exquisito, que fue titulada en inglés “Tender Is the Flesh”. Y su colección de relatos cortos, Strange Water, que se publicó en 2024. Sarah reside entre Buenos Aires y Toronto, su ciudad natal.

“Creo que el rol de la traducción en la literatura en un principio es hacerles llegar el libro a otros lectores que pueden ser distantes del original en más de un sentido”, describe Moses. Y efectivamente eso es lo que pasó con Matate, amor, que llegó a Martin Scorsese y a Lynn Ramsey y como consecuencia de esa lectura existe en la película. También de cierto modo transporta literatura de un lugar del mundo a otro, lo que puede resultar muy generativo, productivo para la literatura de un lugar concreto. Muchas literaturas que presentan influencias de otros lugares del mundo y parte de esa influencia seguramente llegó a través de la traducción.

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—¿Qué sentiste cuando te enteraste de la adaptación?

—Primero me puse muy contenta por Ariana, porque es una puesta en valor muy merecida. Eso ya me tenía entusiasmada. También había visto la adaptación teatral, con Erica Rivas y Marilú Marini, y quedé asombrada. Fue una experiencia muy enriquecedora, porque al verla pensé: “¡Ah, esta es otra interpretación!”. Y creo que la traducción que hice yo fue una interpretación también. Y fue interesante ver lo que decidieron destacar, lo que sobresalió en la obra, que en ese caso por ejemplo fue el humor. Y en cuanto a la película, es lo mismo, me interesa mucho ver cómo leyeron las guionistas, y cómo escribieron lo que también de cierto modo leí y escribí, y cómo instrumentan el texto con los recursos que tiene el cine.

—¿Con qué te enfrentaste al traducirla?

—Me propuse transmitir la singularidad de la prosa de Ariana. El desafío era no aplanar lo que era muy singular en su prosa, no caer en el lugar común. Y después creo que hay una sensación, por lo menos para mí, de desorientación cuando leés Matate, amor en español.

—Totalmente.

—Entonces, era importante que esa sensación de no saber exactamente qué está pasando, pero de estar muy conmovido, se leyera también en la traducción, y para mantener eso era necesario no explicitar lo que no era explícito en el original.

—¿Qué te parece a vos la novela?

—A mí me encanta. Por eso tenía ganas de traducirla. Me interesa mucho el trabajo de lenguaje que apunta a hacer algo novedoso, singular. Más inclusive que esas tramas en las que pasan cosas grandes. Y la escritura de Ariana tiene eso. La traducción es uno de los factores fundamentales de la literatura. Pata que sostiene las mercancías culturales, junto con la propia escritura, la edición y la corrección, es muy llamativo el escaso reconocimiento que reciben esos artesanos de la palabra que deben pensar cómo resolver literaturas complejas, que sin un ejercicio adecuado de traducción pueden pasar por este mundo sin ser leídas correctamente. Y quizás esa sea la cuestión más naturalizada. Creer que da lo mismo cualquier operación de convertir un texto escrito en una lengua en un texto escrito en otra lengua. Y, lejos de ser el caso, solo las traducciones acertadas logran traficar voces literarias con respeto, originalidad y belleza.

—¿Tu opinión acerca de una novela puede ir cambiando a medida que la traducís?

—Sí, porque inevitablemente te vas involucrando con cómo está escrito. A veces me gusta más y a veces me termina gustando menos. En el caso de Matate, amor, a medida que fui traduciendo el libro, me fue gustando cada vez más.

—Cuando la traducías, ¿le notabas un potencial impacto internacional, como terminó teniendo?

—Nunca pienso en esas cosas porque depende de demasiados factores. Sí puedo decirte que pensé que era un libro excepcional, que no había leído nada parecido, y eso en sí ya es una buena señal. Después todo depende de si llega o no a sus lectores, cosa que por suerte en este caso terminó pasando.





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