Mariano Oberlin: “hay gente con empleo formal que va a pedir alimentos” a los comedores»

La Argentina cerró octubre con una paradoja: el Gobierno celebra la baja de la pobreza, pero en la calle no se nota. La recesión marca el pulso de los barrios, los salarios no alcanzan y familias con uno o dos trabajos viven al día. En Córdoba la foto es igual: las estadísticas mejoran levemente, mientras los comedores se llenan. El desconcierto social se mezcla con una política que no entusiasma.
En este contexto, la palabra del padre Mariano Oberlin, referente de barrio Müller, adquiere otro peso. Su fundación “Moviendo Montañas”, que acompaña a jóvenes en situación de vulnerabilidad en sus procesos de rehabilitación y formación, puede dar cuenta de una demanda creciente de asistencia y también de la distancia entre la política y la vida real.
—La gente con la que trata en el barrio, ¿está mejor o peor?
—La sensación es que está más complicada. No noto esa baja en los índices de pobreza. Quiero creer que el Indec no miente, pero hay servicios e impuestos que no figuran en la estadística y aumentaron de forma desmesurada. Cada vez se acerca más gente a pedir ayuda y con mayores necesidades. Incluso personas con empleo formal que van a pedir alimentos porque no logran cubrir las comidas diarias.
—¿Eso se revierte con más Estado?
—La única forma de lograr una sociedad justa e inclusiva es con un Estado presente. Si se corre el Estado, termina siendo la ley de la selva y el que decide para dónde vamos es el más poderoso. En los barrios el que tiene poder es el transa, el narco, el que maneja armas, o plata… el que le mete miedo a la gente. Siempre hay alguien que se hace cargo.
—Desde hace un tiempo, usted viene alertando por los efectos del “pipazo” en los jóvenes.
—Eso empezó con el paco y después se las ingeniaron para hacer fumable cualquier cocaína. La fuman con cualquier tubito doblado, con forma de pipa, y la mezclan con virulana. Es decir: lo que están consumiendo, además de la cocaína, es viruta fina combustible y vapor de metal. Cuando uno se acerca a advertirle a un joven que eso lo está matando, lo que te dicen es que lo hacen justamente por eso: porque se quieren morir. Cuando el chico no ve un futuro, cuesta darle argumentos para que se aferre a la vida.
—¿Cada vez son más los que se acercan a buscar ayuda?
—Empezamos hace 14 años con nada. Un taller, después otro. Diez años atrás abrimos la primera casita con cinco jóvenes. Hoy son 100. Y el padre Pablo Viola tiene 240. Llaman desde otras provincias y también familias con recursos. La droga atraviesa todo. No es un problema de la villa: es un problema de todos. Por eso sorprende que no esté en agenda.
—¿La agenda política está demasiado centrada en lo económico?
—Sí. Parece que el único tema es la inflación o la deuda, y claro que son importantes; pero en los barrios pasan cosas graves de las que nadie habla. No hay una agenda que contemple el consumo, ni políticas consistentes. En la campaña legislativa nadie mencionó el tema, salvo para carpetear adversarios por presuntos vínculos con el narcotráfico. Es llamativo.
Oberlin pide ‘prioridades claras’: remedios, discapacidad y contención ante el avance del consumo
—Tal vez se prefiere encasillar las adicciones en el marco de las conductas personales, como si el Estado no tuviera nada que ver. ¿Por qué debería involucrarse?
—El Sedronar sigue funcionando y enviando fondos. Pero yo le escuché decir al Presidente que prefiere tratar con la mafia antes que con el Estado. Y la mafia son los narcos. Cuando se hizo el blanqueo, dijo que el narcotráfico no era un problema económico. Eso es ignorancia o complicidad, porque está claro que el narcotráfico es, ante todo, un problema económico. De hecho, un candidato (José Luis Espert) tuvo que bajarse por haber recibido una transferencia económica. Nadie vende droga para matar gente. La venden para ganar plata y poder. Si no investigas la ruta del dinero narco, es muy difícil agarrar a los verdaderos responsables.
Con la política, pero sin cargos ni candidaturas
El compromiso del padre Oberlin con su causa lo expuso en más de una ocasión a la represalia de los narcos, además de la violencia cotidiana que las adicciones generan en la zona.
—¿La violencia también se incrementó?
—Tuvimos hace algún tiempo una situación de balazos que dispararon contra la fundación, con total impunidad, pero gracias a Dios no pasó nada. Y hace poco robaron en la escuela que funciona al lado de la parroquia.
—Por todo lo que cuenta, pareciera que estamos perdidos.
—Cuando uno ve lo que pasa en México, en Ecuador o ahora en Río de Janeiro, donde hay ejércitos que trabajan para los narcos, hacemos la comparación y creo que todavía estamos a tiempo de no llegar a eso. El tema es qué camino elegimos: si elegimos la complicidad con las mafias o si elegimos combatirlas.
—¿Pensó en librar ese combate desde la política o siente que, si se acerca, lo van a usar?
—La política me apasiona. Creo que es una herramienta de una dignidad muy profunda si se la utiliza para transformar para bien la vida del pueblo, como decía el Papa Francisco. No me ofende de ninguna manera que alguien se acerque y me ofrezca una candidatura (NdeR: trascendió que Natalia de la Sota le ofreció ser parte de su lista). Pero la política partidaria no es lo mío. En esa misma línea, si uno quiere que haya un Estado presente, tiene que acompañar. Siempre te van a criticar. Si hacés cosas que le corresponden al Estado, te van a decir que no te metas. Y si hacés algún convenio con el Estado, te van a decir que estás vendido. Tenemos mucha inmadurez como sociedad.
—¿Reconoce en algunos dirigentes esa vocación genuina por el bien común?
—Sí, los hay. Personalmente tengo un gran aprecio por (Daniel) Passerini y estoy rezando por su salud. No tiene doble discurso. Cuando nosotros recién empezábamos, se ofreció para atender a los chicos como médico y lo hizo con mucho respeto siendo legislador, como lo hace ahora como intendente. Cuando termine su gestión la gente lo juzgará, pero a mí me parece un tipo honesto y profundamente humano. En tiempos en los que se legitiman ciertos discursos de odio, que estaban perimidos, me conmueve que todavía haya gente que trate con respeto y cariño a los más vulnerables.
La reforma laboral, a contramano
Para Oberlin, la reforma laboral pendiente no debería orientarse al recorte de derechos, sino a la dignidad del trabajo. “Que la mitad de los trabajadores esté en negro demuestra que el tema no se abordó a tiempo. Habría que repensarlo en favor de los trabajadores y de los pequeños emprendedores; no de las multinacionales que siempre salen ganando. Esta vez no será el caso”, dijo. Y, para ejemplificar, recordó su propia experiencia: “Cuando era chico trabajé de albañil por dos monedas. Y el tipo que contrataba me decía: ‘Esto es lo que hay. Si no te gusta, correte porque hay un montón de gente esperando por este lugar’. Eso también va a pasar ahora: la gente va a terminar regalando su trabajo para poder comer”.
