Los aranceles y los dogmas

Argentina fue noticia mundial en estos días por la firma de un “marco” de acuerdo comercial con Estados Unidos, muy celebrado por el gobierno, aunque muy general y simultáneo con otros tres similares de reducción de aranceles que Washington anunció unilateralmente en la región (Ecuador, Guatemala y El Salvador).
Si se amplía el foco un poco más, y se traza una línea en perspectiva desde aquel Liberation Day Tariffs del 2 de abril, cuando el presidente Donald Trump lanzó una inédita cruzada arancelaria contra el resto del mundo, con énfasis en China, India y la Unión Europea (UE), queda menos espacio para la euforia.
Acuerdo comercial entre Estados Unidos y Argentina: ‘Hay que tomarlo todo esto con prudencia’ ”
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A falta de la “letra chica” sobre las nuevas reglas del comercio bilateral con EEUU (tercer socio del país en 2024), el anuncio se inscribe en una desescalada de Trump: ya rebajó aranceles a China (que lo presionó con las tierras raras), a India y a la UE (a 15%). Ecuador volverá a exportar café, cacao, bananas y tomates, lo que explica las facilidades de exportación de carnes previstas para Argentina.
La razón hay que buscarla en la suba de precios que generó el encarecimiento de las importaciones por la guerra comercial. Apremiado por una baja de su aprobación popular (38%), Trump prometió que cada contribuyente recibiría unos 2 mil dólares de lo recaudado por aranceles. El secretario del Tesoro, nuestro conocido Scott Bessent, aclaró que podría ocurrir “de muchas formas”, no necesariamente cash.
“Cuando uno mira los efectos de esa política arancelaria a largo y mediano plazo para los Estados Unidos, se da cuenta de que los primeros perjudicados, probablemente, sean los consumidores estadounidenses. Es una política concebida para recuperar competitividad industrial que no está obteniendo resultados”, nos dice Martín Schapiro.
Una conclusión necesaria en estos movimientos de Trump indica que lanzó su cruzada arancelaria para “recuperar” del resto del mundo lo que consideraba suyo tras décadas de alentar el libre comercio y ser superado, sobre todo, por China. Y que ahora la regula, también para cuidar su frente interno.
O sea, otra vez, vemos la política exterior y comercial de un país al servicio de sus intereses nacionales. Dogmas, afuera. Un enfoque que merecería también de nuestra parte la relación comercial con Estados Unidos, así como con China (segundo socio de Argentina), con Brasil (primer socio) y con el resto del mundo. Todos ellos seguirán ahí cuando Trump deje el poder.
