Linkin Park volvió a Buenos Aires con su nueva vocalista y un homenaje a Maradona
El rugido de miles de voces estalló cuando se apagaron las luces del Parque de la Ciudad. “Buenos Aires, Argentina, what do you got?”, gritó Emily Armstrong, nueva vocalista de Linkin Park, y la multitud respondió con un coro ensordecedor. Así comenzó una de las noches más esperadas del año, el regreso de la banda californiana a la Argentina, con un show que mezcló emoción, potencia y un despliegue visual de alto impacto.
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El 31 de octubre, en plena víspera de Halloween, miles de fanáticos de todas las edades colmaron la capital argentina. Algunos lucían remeras históricas de Hybrid Theory y Meteora; otros, más jóvenes, viviendo por primera vez la energía de una de las bandas más emblemáticas del rock alternativo de los 2000.
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Después de siete años de silencio, Linkin Park regresó con su “From Zero World Tour”, un show que combinó memoria, fuerza y reinvención. La agrupación californiana, liderada por Mike Shinoda y con Emily Armstrong como nueva vocalista principal, inauguró una etapa distinta en su historia: un renacer que honra su legado mientras avanza hacia el futuro.

Mike Shinoda, Phoenix Farrell, Joe Hahn y Colin Brittain completaron la formación junto a Armstrong, quien asumió el desafío de llevar adelante el legado de Chester Bennington con una mezcla de respeto, carisma y fuerza vocal. Desde el primer acorde de “Somewhere I Belong”, el público comprendió que no se trataba solo de un concierto, sino de una declaración: Linkin Park está de vuelta y más vivos que nunca.
Linkin Park y su renacimiento: “From Zero” en Argentina
El show comenzó pasadas las nueve de la noche, con una puesta que combinó tecnología, nostalgia y emoción. Las pantallas gigantes proyectaron un conteo que encendió la ansiedad del público hasta que irrumpieron los primeros acordes. “Lying From You” marcó el inicio de una noche que viajaría entre épocas, alternando clásicos de Meteora con temas del nuevo álbum From Zero, como “Up From The Bottom” y “Cut the Bridge”.

El público ya estaba encendido cuando Armstrong apareció en escena con una camiseta de la Selección Argentina del ’86, el número 10 y una peluca rizada, en un gesto que homenajeó a Diego Maradona, quien había cumplido 65 años el 30 de octubre, un día antes del show. El estadio estalló en aplausos y cánticos de “¡Olé, olé, olé, Diego, Diego!”. Armstrong sonrió, levantó el micrófono y gritó: “Let’s do this!”, antes de que las luces se fundieran con los primeros acordes de “Somewhere I Belong”
El homenaje fue más que un detalle simpático, fue un gesto de empatía cultural, un puente directo con el público argentino. Desde ese momento, el clima se volvió una celebración colectiva, con una energía que atravesó generaciones.
En “New Divide”, el predio se iluminó con miles de linternas encendidas. En “The Emptiness Machine”, uno de los temas más recientes, la banda mostró su evolución sonora: más electrónica, más atmosférica, pero igual de emocional. Las visuales, llenas de fractales y texturas en movimiento, completaron una puesta visual de vanguardia.
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El tramo central del show bajó la intensidad con “Castle of Glass”, donde las visuales sumergieron al público en una atmósfera etérea. Pero el descanso fue breve: “Two Faced” y “Casualty” recuperaron el pulso eléctrico, y “One Step Closer” provocó uno de los pogos más grandes de la noche que recordó a los años dorados del nu metal. La conexión entre los músicos fue palpable; Armstrong y Shinoda intercambiaban miradas cómplices, mientras Phoenix y Brittain sostenían el pulso con precisión quirúrgica.
Uno de los momentos más conmovedores llegó con “Waiting for the End”. Las luces bajaron y las pantallas proyectaron imágenes abstractas en blanco y azul. Miles de voces corearon el nombre de Chester Bennington, generando un homenaje espontáneo que conmovió incluso a los músicos.
Shinoda tomó el micrófono, visiblemente emocionado: “Holy shit! Incredible energy out there. I hear you!”, gritó antes de preguntar si había fans de Fort Minor. Luego, sin previo aviso, interpretó una versión especial de “Remember the Name”, mezclando rap y guitarra en un momento que encendió otra ovación.

El concierto fue también una demostración de poder técnico. Cuatro pantallas LED gigantes, haces de láser rojo y azul, humo y proyecciones tridimensionales construyeron una narrativa visual dividida en cinco actos: creación, caída, oscuridad, redención y renacer.
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Cada tema tuvo una identidad escénica propia, hacia el final, la intensidad creció sin freno. “What I’ve Done” encendió a toda la multitud, mientras que “Overflow” y “Numb” crearon un puente perfecto entre la melancolía y la catarsis.
En el encore, el Parque de la Ciudad explotó con “In the End”, “Faint” y una versión extendida de “Bleed It Out” que selló la noche con euforia total. La banda se abrazó y levantó una bandera argentina. Shinoda sonrió y dijo: “This is where the heart of music lives.” El público respondió con una ovación que se extendió minutos después del apagón final. Más que un recital, fue un reencuentro entre una banda que eligió volver a empezar y un público que nunca dejó de creer.
Este regreso no fue solo un espectáculo, sino el inicio de una nueva etapa. From Zero es mucho más que un álbum: es un mensaje de reconstrucción, una forma de sanar el pasado sin renunciar al presente. Linkin Park logró lo que parecía imposible, mantener viva la esencia de su sonido mientras se reinventa ante una generación que los creció escuchando y otra que los acaba de descubrir.
