“Las niñas de la Cañada”, otra vez de pie


«Cuando vuelvan las niñas»… decía un suspiro de La Cañada que atravesó los días y las noches de un final de verano, todo un otoño y todo un invierno. Fueron largos meses desvelados por la ausencia de dos cordobesitas de cemento que con sus brazos aferrados y sus ojos huecos, miraban desde lo profundo de la soledad de la desolación o acaso desde el esencial abrigo de la ternura, aún en el despojo de la pobreza.

Es que cuando “Las niñas de la Cañada” regresaran a su breve rincón en la esquina con Deán Funes, sus perturbadoras miradas serían otra vez testigas de la multitud que pasa, sólo pasa, pero a veces repara en ese gesto que, aunque arrinconado, sigue hablándonos de una porción de la eternidad urbana de la ciudad, reflejada ante un arroyo que también pasa, sólo pasa, aunque lleve siglos de pasar.

Y una mañana de primavera todavía nueva, con latidos de sol y brisa queriendo ser viento, las niñas volvieron. Había otros niños a su alrededor, mirándolas. Y ellas estaban otra vez de pie, con sus vestidos sencillos, después de aquella cruenta tormenta de enero que les descerrajó un árbol sobre sus cuerpos a la intemperie.

La maravillosa obra del gran escultor cordobés Miguel Ángel Budini, uno de los más conmovedores frutos de su exquisita sensibilidad, estaba de nuevo en la fuente de la mínima plazoleta José Malanca.

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Como en 2018, cuando fue necesario rescatarlas del abandono y la indiferencia, la restauración fue posible por el aporte de las escuelas Dante Alighieri y Castelfranco, el COMITES y la Municipalidad de Córdoba. La inauguración (jueves 16) del rescate fue en consonancia con el comienzo de la Semana de la Lengua Italiana en el Mundo. Es decir, “Las niñas de La Cañada” pasó a ser una muestra de la fecunda relación de la comunidad italiana con Córdoba.

Los chicos que rodeaban a “Mis negritas”, como les decía Budini, eran niños y niñas de las dos escuelas portando banderas argentinas e italianas. Entre las autoridades, estaban el viceintendente de la ciudad, Javier Pretto; el senador de la República Italiana, Mario Borghese; la cónsul general de Italia en Córdoba, María Luisa Lapresa; el presidente del COMITES, Gerardo Valzacchi (otra vez, impulsor de la restauración); la subsecretaria de Cultura y Empleo de la Municipalidad, Soledad Ferraro, y el representante de la Agencia Córdoba Cultura, Francisco Marchiaro.


Los restauradores

Luego del breve acto en la minúscula plazoleta José Malanca (pobre homenaje al gran pintor), todos, grandes y chicos, caminaron una cuadra hasta la Plaza Italia para dar comienzo a las actividades de la Semana. El escultor restaurador fue Gabriel Mosconi, quien trabajó junto a su socio Juan Suárez (especialistas en restauraciones). La lograda tarea apuntó a la materialidad original de la obra: cemento, arena y piedra amarilla. Claro que aún queda pendiente una protección más, un pequeño muro hecho de adoquines como el conjunto, para que la vista de la escultura no se diluya en un fondo demasiado fuera de contexto, sin armonía alguna.

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Miguel Ángel Budini (1911-1993) fue uno de nuestros más luminosos artistas plásticos, cuyo espíritu renacentista floreció a raudales aquí. Pintor y luego definitivamente escultor (Gran Premio de Honor de un Salón Nacional de Artes Plásticas 1975), algo de su obra está viva en el espacio público de la ciudad, como en las estatuas de dos personajes históricos que se levantan en el camino a La Caleta, frente a los cuarteles: José María Paz y Vélez Sársfield. Fue parte de su largo e infructuoso intento de saber algo de su hijo desaparecido por la feroz dictadura.

18-4-2025-Las niñas de la Cañada

“Las niñas…”, que alguna vez fueron también nombradas “Las Hermanas”, fueron emplazadas originalmente en la esquina contraria, del lado oeste de La Cañada, hasta que el día del Cordobazo, el 29 de mayo de 1969, un vehículo policial las pasó por arriba. Es decir, estaban en la orilla de La Cañada más desamparada socialmente (el viejo Calicanto era un solo muro con la misión de evitar las inundaciones en el centro). Mucho fue cambiando la ciudad, aunque las hermanitas siguen siendo un símbolo presente de la desventura social entre nosotros.

Pero ahora están de regreso, paradas sobre sus pies descalzos. Cuando pasa el acto, uno se vuelve a verlas y la belleza de la obra más el silencio penetrante de sus miradas conmueven e inquietan una vez más.





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