La revuelta social que cambió el clima político y terminó diluyéndose



Seis años después de que Chile se levantara contra la desigualdad social y propiciara el ascenso de la izquierda al poder, el país parece volcarse hacia la ultraderecha.

La Plaza Italia, epicentro de las manifestaciones en Santiago, fue despojada de los símbolos de un movimiento social que llegó a reunir más de un millón de personas en las calles clamando por mejor salud, pensiones y educación.

En una señal de que el país está pasando página, excavadoras están transformando este espacio en un nuevo parque.

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“Nosotros los chilenos queremos tranquilidad. Las pensiones y todo (lo demás) se ganan con orden”, dice Teresita Cerda, una seguidora de 27 años del candidato ultraderechista Johannes Kaiser.

Las multitudinarias manifestaciones que se iniciaron en octubre de 2019 y se extendieron hasta marzo de 2020, reflejaron 30 años de frustración frente al modelo ultraliberal heredado de la dictadura de Augusto Pinochet.

Pero los saqueos y destrucción generalizados que cometieron los manifestantes amargaron a un amplio sector de los chilenos, acostumbrados a ser uno de los países más seguros de la región.

Cambios que no funcionaron. La clase política propuso transformar la Constitución de Pinochet para calmar las aguas, pero tras dos intentos fracasados, las consignas del estallido fueron quedando relegadas.

El aumento en el crimen organizado, que la mayoría asocia con la inmigración irregular, en los años posteriores, puso en el centro el clamor por más mano dura y medidas de seguridad.

El recuerdo del estallido social “envejeció mal”, afirma Mauricio Pérez, un contador de 42 años que apoyó las protestas. El gobierno “fue elegido por el fulgor del momento” y “no respondió a lo que se esperaba”, afirma con tristeza.

La cuna del neoliberalismo. El fervor reformista desatado por el estallido llevó al poder en 2022 a Gabriel Boric, el presidente más izquierdista de Chile en medio siglo y el más joven de su historia. El exlíder estudiantil, que capitalizó la indignación popular, prometió en su inauguración convertir a Chile, “la cuna del neoliberalismo”, en su “tumba”.

Pero meses después sufrió una derrota aplastante cuando los chilenos rechazaron masivamente una propuesta constitucional progresista. “No supimos cómo ganar”, admite Bastián Jul, vicepresidente del Partido Socialista.

Jul lamenta que el proyecto no se centrara solo en cuestiones fundamentales como “educación, salud o vivienda”, como reclamaba la gente que participó de las marchas.

La derrota dejó a Boric debilitado y revitalizó a la derecha, pese a que también fue rechazado en las urnas un proyecto de Constitución conservadora promovido por José Antonio Kast en 2023.

Con la mayoría de las demandas del estallido, incluida una flexibilización de las restrictivas leyes de aborto, fuera de la discusión electoral, los activistas dicen que Chile está listo para más protestas. Sin embargo, los sondeos de intención de voto muestran que un alto porcentaje de la población dejó atrás ese período y modificó sus reclamos.

*AFP





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