La nostalgia por la dinastía Pahlavi crece en Irán ante el colapso de la teocracia


Las protestas contra la corrupción y la sangrienta represión reinantes en Irán fueron en aumento este año en Teherán y otras ciudades. En las calles de Teherán las protestas son cada vez más fuertes. Y entre los manifestantes, un símbolo ancestral regresó para desafiar al poder teocrático: la Bandera del Sol y el León.

Este emblema, prohibido desde la Revolución Islámica de 1979, aparece tímidamente en manifestaciones clandestinas y en redes sociales, representando no solo un rechazo al régimen de los ayatolás, sino una nostalgia por una era, ya desaparecida, de modernidad y apertura. La era en la que gobernaba el shah.

En los últimos meses, las convulsiones sociales en Irán intensificaron el cuestionamiento al sistema teocrático. Frecuentes crisis económicas, ejecuciones de disidentes y el reciente conflicto con Israel expusieron la fragilidad del régimen. Los expertos dicen que este resurgimiento simbólico no es casual: «El León y el Sol se ha convertido en un acto de resistencia y desafío al régimen, sin necesariamente abogar por la restauración monárquica, pero evocando un Irán secular y próspero», explicó la profesora de estudios iraníes Danielle Conduit.

Esto no les gusta a los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

Los recientes eventos ilustran esta tímida «primavera» iraní. El 12 de noviembre, un video publicado en X mostró a dos hombres uniformados de la defensa aérea iraní desplegando la bandera en la estación Imam Jomeini de Teherán, gritando: «El régimen criminal no hizo más que crear pobreza, vicio y destrucción». Fueron detenidos por la policía, pero el incidente, viralizado en redes, inspiró una marcha masiva el 16 de noviembre, convocada por un coronel de la Fuerza Aérea que, bajo la misma bandera, llamó a un «levantamiento nacional para el cambio de régimen«.

Reza Pahlavi, el hijo del último shah de Irán 18112025
El príncipe Reza Pahlavi, de 65 años, es el hijo del último «shah» (emperador) de Irán, que fue derrocado en 1979.

En un contexto de protestas, que se remontan a la revuelta por Mahsa Amini en 2022 y las de noviembre de 2019, estos actos de rebeldía reflejan un creciente descontento: las encuestas internacionales estiman que el 80% de los iraníes rechaza el régimen de los ayatolás y un 39% apoya al príncipe Reza Pahlavi, hijo del último shah, como figura de transición a la democracia.

Reza Pahlavi no tardó en capitalizar este momento. En su cuenta de X el 14 de noviembre, publicó imágenes de soldados alzando la bandera y declaró: «En toda Irán, ciudadanos valientes desmantelan cada día los muros de la opresión y elevan más alto la bandera de la libertad y el patriotismo. El avistamiento de nuestra bandera nacional del León y el Sol, izada por soldados que rompieron las cadenas de la tiranía y se unieron al pueblo, es un símbolo vívido del coraje creciente de Irán». Su tuit tuvo miles de interacciones y mostró al mundo que la disidencia interna en Irán existe y es cada vez más fuerte.

¿Un rey salvará a Francia? Descendiente de Luis XIV dice ser la solución a la crisis de Macron

Pahlavi lleva casi cincuenta años criticando la autocracia iraní y se ofrece para ser el próximo líder de un Irán democrático. Para esto, reunió un considerable número de seguidores de la diáspora que creen que, si el régimen se derrumba, el ex príncipe heredero está perfectamente preparado para tomar el mando.

Pahlavi afirmó que sus equipos estaban trabajando en un plan económico futuro y que quería convocar una reunión de unidad nacional que incluyera a activistas, disidentes, líderes empresariales, profesionales, funcionarios de seguridad, policía, militares y grupos de todo el espectro ideológico para acordar los principios de la transición. «Es un líder muy fuerte, muy confiable, muy popular y que tiene principios profundamente respetados por el pueblo iraní», dijo a Politico Maryam Aslany, una becaria de sociología en la Universidad de Yale. Para ella, «es solo cuestión de tiempo antes de que [el régimen] colapse» y Pahlavi regrese a Irán.

El movimiento M.I.G.A. 18112025
En las calles de Teherán y otras ciudades de Irán, un símbolo olvidado ha regresado con fuerza sutil pero innegable: la bandera del Sol y el León, emblema de la dinastía Pahlavi que gobernó Irán hasta 1979.

El príncipe Reza pertenece a la dinastía Pahlavi, fundada en 1925 por su abuelo Reza Shah, un militar que derrocó la dinastía Qajar. El monarca impulsó la secularización, la construcción de infraestructuras y la educación laica, transformando la nación feudal en una emergente. Su hijo, Mohammad, quien ascendió al trono en 1941 como Shahansha (Rey de reyes) y reinó hasta 1979, el país experimentó un «esplendor imperial» nunca visto, que contrastaba radicalmente con la teocracia actual.

Bajo el segundo shah, Irán experimentó un auge económico impulsado por las vastas reservas de petróleo—el PIB per cápita se cuadruplicó entre 1960 y 1978—. «Irán era la envidia del mundo árabe», dice el historiador Abbas Milani. En su autobiografía Mission for my Country, publicada en 1951, el shah sostenía que para disfrutar de una «verdadera democracia», un pueblo debe ser educado y llevado a un sentido de responsabilidad cívica y liderazgo público.

Jane Goodall, la conservacionista que halló su hogar entre chimpancés y revolucionó la ciencia

La «Revolución Blanca» redistribuyó tierras, concedió derechos de voto a las mujeres y promovió la alfabetización masiva, elevando la tasa de escolarización del 20% al 70% en dos décadas. El shah invirtió en infraestructura, educación, sanidad y promovió los derechos de la mujer a votar y participar de la vida pública. Las iraníes de la era monárquica gozaban de una libertad en el vestir y de un acceso a la educación superior impensables hoy en día bajo la República Islámica.

Casado en 1959 con Farah Diba, una joven arquitecta de 21 años, el shah y su esposa impulsaron reformas que transformaron Irán en una potencia regional. Farah, la primera Shahbanu (reina o emperatriz) en 2.500 años de historia persa, construyó escuelas y hospitales en zonas rurales, e impulsó el arte y la cultura, atrayendo a figuras como Truman Capote y Salvador Dalí a la corte. Teherán se convirtió en un centro cosmopolita: las mujeres salían a las calles sin velo y con minifaldas y la vida nocturna bullía con cines, teatros y universidades al estilo occidental. El historiador Andrew Scott Cooper retrató a Farah como el «símbolo de la emancipación iraní«.

Reza Pahlavi, el hijo del último shah de Irán 18112025
Reza, educado en EEUU como piloto de la Fuerza Aérea, emergió como líder opositor. Desde su base en Washington, ha forjado el Consejo Nacional de Irán, un «gobierno en el exilio» que aboga por una transición democrática sin restauración monárquica forzada.

El esplendor y la riqueza de Irán se hicieron visibles al mundo en fastuosas ceremonias como la coronación de Reza Pahlavi y de Farah en 1967 y la celebración de los 2.500 años del Imperio Persa en Persépolis en 1971. Pero el brillo imperial ocultaba grandes sombras. La SAVAK, la implacable policía secreta (respaldada por la CIA tras el golpe de 1953 contra el popular primer ministro Mohammad Mossadegh) reprimía a disidentes con torturas y exilios. En palabras del analista político Saeed Barzin, «la dinastía Pahlavi ofreció un futuro secular y modernista, pero a un alto costo en términos de democracia».

A finales de los 60, la brecha entre ricos y pobres creció al igual que las cifras de desempleo juvenil, alimentando el resentimiento clerical. Los religiosos acusaron al shah de ir en contra de los valores islámicos y los grupos de izquierda salieron a las calles a pedir mayor igualdad. Para muchos iraníes de hoy, sin embargo, la era imperial significó prosperidad y libertad. «Bajo los Pahlavi, Irán era un faro de progreso; ahora, es una prisión teocrática«, resumió un disidente anónimo en un informe de Iran International. El actual sistema «es tan terrible y opresivo que incluso un régimen opresor como el del shah es ahora favorable», dice Majid Zamani, figura de la oposición iraní en el exilio.

La dinastía Pahlavi, declarada «enemiga del Islam y del pueblo»

Reza Pahlavi
La coronación del último shah, en octubre de 1967. Junto a su esposa, su hijo el príncipe heredero Reza.

La caída de la dinastía Pahlavi llegó en medio de huelgas sociales y marchas multitudinarias capitalizadas por la élite religiosa. El shah reprimió con dureza e instauró la ley marcial en doce ciudades. Durante el llamado «Viernes Negro» (8 de septiembre de 1978) su policía mató a unos 300 manifestantes que pedían «¡Muerte al Shah!». El influyente ayatolá Ruhollah Jomeini, padrino de la revolución, aprovechó el momento y regresó de su exilio en París el 1 de febrero de 1979. Diez días después el gobierno del shah cayó.

El ayatolá impuso un gobierno provisional «basado en la Sharía» (ley islámica) y declaró a la dinastía Pahlavi «enemiga del Islam y del pueblo». El debilitado shah enfermo de cáncer, acompañado por Farah y sus cuatro hijos —incluido el príncipe Reza, de 18 años—, huyó a Egipto, donde murió en julio de 1980. Reza se declaró como nuevo shah con el nombre de «Reza Shah II». Las joyas de la corona —incluyendo el «Trono del Pavo Real», valorado en cientos de millones— fueron expropiadas y exhibidas como «botín del imperialismo».

Argentina lidera la demanda global de reforma política total: el 86% exige cambios profundos, pero duda de su viabilidad

La naciente República Islámica lanzó una campaña sistemática contra los Pahlavi. Nacionalizó todos los bienes de la familia sin compensación alguna: joyas, residencias privadas, tierras agrícolas, etc. Los palacios fueron saqueados y muchas obras de arte (Picasso, Warhol, Chagall) que Farah había adquirido para el Museo de Teherán fueron escondidas o destruidas. Incluso objetos personales fueron quemados públicamente o dispersados. «No nos dejaron ni un álbum de fotos, ni una carta de amor, ni una joya de familia. Nos despojaron de todo«, recordó Farah.

Las cuentas bancarias fueron bloqueadas y la familia imperial fue declarada «deudora del pueblo». Pero la persecución hacia los Pahlavi no se limitó a lo material: las tumbas reales fueron profanadas y las estatuas del shah fueron derribadas y fundidas; los nombres de calles, avenidas, universidades y aeropuertos que se llamaban «Pahlavi» fueron rebautizados. Cientos de familiares y antiguos funcionarios de los Pahlavi fueron detenidos, juzgados en tribunales revolucionarios y, en varios casos, ejecutados o encarcelados durante años.

El movimiento M.I.G.A. 18112025
Imagen publicada en redes sociales con la consigna «Make Iran Great Again»

El vacío del poder lo llenó el ayatolá Jomeini, el Líder Supremo de la República Islámica, que impuso el velo obligatorio, el cumplimiento de la sharía y la exportación de la revolución chiíta. Su «reino del terror» incluyó azotes, ahorcamientos, amputaciones y cárcel para todos los que quebrantaran la sharia. Miles escaparon con vida del país y jamás regresaron.

Desde 1979, Irán fue gobernado de forma continua por solo dos hombres: Jomeini y, tras su muerte, en 1989, su antiguo discípulo Ali Jamenei. El régimen hoy es una dictadura feroz, con detenciones masivas, bloqueos de internet y propaganda que tacha a los opositores de «agentes sionistas». El contraste con la monarquía es abrumador: la riqueza petrolera de los Pahlavi financió escuelas y rutas; hoy, financia a Hezbolá y Hamás, mientras el 40% de los iraníes vive en pobreza extrema. La libertad de las mujeres en la era monárquica choca con las ejecuciones por «desobediencia» impuestas por los ayatolás.

Pero los analistas internacionales observan hoy un cambio sutil. «Los iraníes, agotados por décadas de teocracia opresiva, comienzan a cuestionar no solo a los líderes actuales, sino el sistema entero«, afirmó Nazenin Ansari, editora de Kayhan London, en una entrevista con la revista Newsweek. «La bandera del León y el Sol no es solo un recuerdo; es un código para la restauración de la dignidad nacional, y Reza Pahlavi representa esa transición hacia un referéndum democrático».

«No busco restaurar la corona», dice el príncipe Reza

Reza Pahlavi, el hijo del último shah de Irán 18112025
Pahlavi asegura que ha estado teniendo contacto «discretamente» con disidentes de las fuerzas armadas iraníes.

En el exilio, los Pahlavi transformaron el dolor en activismo. La emperatriz Farah, ahora de 87 años, reside en París y Washington, dedicando su vida a preservar el patrimonio cultural iraní a través de una Fundación que apoya museos y becas.

La emperatriz carga con el dolor de ver cómo su familia se desmoronó lejos de su tierra: su hija menor, Leila, fue hallada muerta por sobredosis a los 31 años en un hotel de Londres; diez años después, su otro hijo, Alireza, se suicidó en Boston tras años de depresión. En 2014 recordaba en una entrevista con Paris Match: «He perdido a mi marido, he perdido a mi país y he perdido a dos de mis hijos. Pero sigo de pie porque sé que ellos querrían que luchara por el Irán que soñábamos«.

Mayoría abrumadora de católicos en EEUU aprueban a León XIV en sus primeros meses como Papa

El príncipe heredero, Reza II, establecido en Estados Unidos, forjó un rol como defensor de la democracia secular y se levantó en los últimos años como el principal crítico del ayatolá. «La raíz del problema ha sido el régimen y su naturaleza—dijo a la BBC—. La única solución es que este régimen ya no exista». Para él, el «culpable» del actual momento que vive Irán es Jamenei «y su facción corrupta y destructiva«. «Solo hace falta ahora un levantamiento nacional para poner fin a esta pesadilla», dice Reza Pahlavi.

Nacido en Teherán en 1960, Pahlavi fue nombrado oficialmente príncipe heredero durante la coronación de su padre en 1967. En 1978, a los 17 años, abandonó Irán para realizar entrenamiento militar con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en Texas. Meses después, su familia se vio obligada al exilio. Hoy coordina esfuerzos con la diáspora iraní y lanzó la plataforma #IranRise para unir a los disidentes.

Reza Pahlavi, el hijo del último shah de Irán 18112025
Desde el exilio, Reza Pahlavi es una voz poderosa para muchos iraníes, incluso cuando la oposición interna es débil y está fragmentada. Asegura que no busca restaurar la monarquía pero se ofrece para liderar la transición a la democracia.

La labor de Reza Pahlavi lo llevó incluso a presentar el «Proyecto de Prosperidad de Irán», un plan de 100 días para la transición post-régimen teocrático, que incluye justicia transicional y elecciones libres, respaldado por expertos en derechos humanos. «Estoy dando un paso adelante para liderar esta transición nacional. Tengo un plan claro«, dice.

«Esta coalición abarca diversos sectores e ideologías: exfuncionarios, disidentes, tecnócratas, activistas, líderes de los derechos de las mujeres, trabajadores, estudiantes y miembros de la diáspora—explicó a Fox News—. Dentro de Irán, organizan la resistencia y se preparan para una transición democrática. Fuera de Irán, sentamos las bases institucionales para el futuro: desde la justicia transicional hasta la recuperación económica. Y, sobre todo, para evitar el caos y lograr una transición pacífica. Lo que nos une no es un partido político, sino un objetivo común: liberar a Irán de la tiranía y reconstruirlo como una nación soberana y democrática».

Nepal en llamas: la nostalgia por la figura del «rey-dios» resurge en plena violencia

Pahlavi asegura que ha estado teniendo contacto «discretamente» con disidentes de las fuerzas armadas iraníes. «He conversado con miembros, tanto antiguos como actuales, de las fuerzas armadas—aseguró—. Muchos aman a su país, pero desprecian en qué lo ha convertido el régimen. Observamos crecientes fisuras: reticencia a seguir órdenes, deserciones y señales de resistencia pasiva. En los últimos días, he habilitado un canal formal para intensificar estas comunicaciones. Mi mensaje es simple: la historia se está escribiendo ahora. Apoyen a su nación, no a los criminales. Serán recordados por su decisión«.

Pero Pahlavi rechaza explícitamente la restauración de la monarquía absoluta y resalta que dejará a los iraníes la responsabilidad de decidir, mediante un referéndum, el sistema de gobierno bajo el cual quieren vivir.

El movimiento M.I.G.A. 18112025
Imagen publicada en redes sociales con la consigna «Make Iran Great Again»

«La decisión sobre la forma de gobierno que debería tomar Irán le corresponde exclusivamente al pueblo iraní —dijo en una entrevista con The Daily Telegraph en 2023—. El hijo del shah asegura que no busca «restaurar la corona, sino guiar una transición legal hacia un gobierno democrático, por y para el pueblo iraní». Para él, «no se trata de restaurar el pasado» sino de «asegurar un futuro democrático para todos los iraníes«.

«No soy un candidato a ningún cargo político; mi rol es facilitar una transición pacífica y democrática, no reclamar el poder—dijo—. He ofrecido liderar esta campaña de cambio porque la mayoría de mis compatriotas confían en mí para unir a la oposición, pero el futuro, sea república, monarquía constitucional o lo que elijan, se decidirá en un referéndum libre y justo, sin interferencias externas ni mías». Y continuó: «Me veo como una figura de transición, similar a lo que [el rey] Juan Carlos hizo en España: guiar el proceso sin aferrarme al poder».

En junio de 2025, tras los bombardeos israelíes sobre Irán —bautizados «León Ascendente» en alusión al emblema Pahlaví—, Pahlavi proclamó, aunque sin aportar pruebas: «La República Islámica ha llegado a su fin y está colapsando. Jomeini, como una rata asustada, se escondió bajo tierra y perdió el control. Lo que comenzó es irreversible«. Después, en un discurso ante congresistas estadounidenses, declaró que el régimen se estaba desmoronando y que había «millones de iraníes, dentro y fuera del país» lo apoyaban para «liderar esta transición».

En un contexto de crisis latente en Irán, Pahlavi es una voz poderosa para muchos iraníes, incluso cuando la oposición interna es débil y está fragmentada. Esta esperanza es, sin embargo, tímida. No está claro cuánto apoyo tiene Pahlavi en Irán, donde la oposición al gobierno clerical de Irán está fragmentada y sin un líder claramente reconocido. Además, el miedo a la represión y las ejecuciones frena a las masas. «El mito del caos post-régimen es la última defensa de los ayatolás—advierte Aidin Panahi, del Foundation for Defense of Democracies—. Pahlavi ofrece orden y prosperidad, pero necesita apoyo occidental para evitar el vacío».

El movimiento M.I.G.A. 18112025
Imagen publicada en redes sociales con la consigna «Make Iran Great Again»

Para muchos, como el analista georgiano Vasili Papava, la posibilidad de la restauración monárquica «es marginal». «La nostalgia existe, pero no el apoyo masivo«, dice. La diáspora iraní está muy dividida y entre ellos hay muchos críticos de Pahlavi, que lo ven como débil y oportunista. Uno de sus mayores críticos es la líder disidente Maryam Rajavi, que lo acusa de buscar la restauración de la monarquía absoluta. La experta en asuntos iraníes Sanam Vakil sostiene, por su parte, que el príncipe está «profundamente desconectado» de la realidad iraní y que carece «de capacidad de unir a la gente«.

Aunque Pahlavi podría verse sin grandes apoyos (civiles y armados) en una hipotética transición, está decidido a liderarla. «Estoy concentrado en liderar este movimiento y este cambio; no abogo por una forma de gobierno en particular—dice—. Los iraníes elegirán su futura forma de gobierno en elecciones libres y justas, y quien pretenda negarles este derecho no forma parte de la oposición democrática. Mi mandato se basa en la confianza de mis compatriotas, quienes corean mi nombre no porque yo lo pida, sino porque me he ofrecido para servirles a ellos y no a mí mismo. Cuando Irán sea libre, el pueblo, no sectas ni clérigos, decidirá nuestro futuro».





Source link

Compartir