Javier Milei volvió y triunfó

Cuando Javier Milei brindó su concierto, con la Banda Presidencial en el Movistar Arena, causó horror entre los analistas educados. El comentario de muchos fue que eso no debe hacer un presidente, no sabe guardar la majestad presidencial. Tal vez eso sea cierto, pero reapareció el candidato exitoso que ganó las elecciones presidenciales, el personaje que finge la voz de un león no para causar pánico, sino para divertir, para que el público se desternille de la risa. En esta columna defendí que podía ser una renovación interesante de su relación con la juventud iconoclasta.
Las entrevistas del mandatario argentino con Trump, en las que intercambiaron mensajes de internet enmarcados, y el norteamericano ni siquiera se interesó en escuchar la traducción al inglés de lo que dijo Milei, me recordaron al debate que mantuvo en la campaña electoral con Sergio Massa, uno de los políticos profesionales más preparados del país. El peronista apabulló al libertario, le puso contra las cuerdas, ganó ampliamente la discusión. Milei supo jugar a ser una víctima de bullying que suscitaba la solidaridad de los electores y ganó los votos que le sirvieron para ser presidente. Con su trato despectivo, Trump ayudó a Milei a ser nuevamente la víctima de un odioso Goliat que le aplastaba, aunque le daba una ayuda.
Decimos siempre que en una campaña lo más importante es el candidato. En la primera etapa Milei fue un presidente que apoyaba a unos candidatos y quien encabezaba la lista más importante, la de la provincia de Buenos Aires, un candidato que se había tomado en serio un libreto y ofrecía cárcel o bala. No era un personaje agradable, parecía simplemente un represor. En este mes, Milei se puso al hombro la campaña, pasó a ser quien se jugaba en la elección. Encabezó la lista de la provincia de Buenos Aires un dirigente disruptivo pero simpático, con sentido del humor. Diego Santilli un gran candidato, comparado al agrio Espert, que nunca tuvo buena imagen.
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Fui muy crítico con los errores de LLAC en la primera etapa de la campaña. El intento de desfile en Lomas de Zamora y el cierre de campaña en un corral armado en un potrero de Moreno fueron gestos de prepotencia y desprecio a electores que ya no aceptan ser tratados como en la antigüedad. Prefieren ir a un concierto en la ciudad, que participar de una reunión en un lodazal, vigilados por barras bravas. El concierto del Arena fue exactamente lo opuesto al cierre de la primera fase de la campaña.
Seguramente esto tuvo que ver con el papel de Santiago Caputo y su equipo técnico, que volvió a manejar la estrategia de la campaña. Un estratega profesional es alguien que dedica su vida a la comunicación política, estudia esos temas, hace campañas y aprende en cada una de ellas nuevos conocimientos que le permiten ser exitoso. Desde el siglo XII hasta el XVIII la iglesia Católica prohibió a los sacerdotes que derramaran sangre humana, y los peluqueros fueron los encargados de todo tipo de cirugía, desde la extracción de muelas hasta la amputación de una pierna. Actualmente, sería imprudente pedir al estilista que le haga una operación de corazón abierto. Hay profesionales que lo hacen mejor, se llaman cirujanos. Lo mismo ocurre con la comunicación política y los consultores. La campaña cobró orden, no se volvieron a cometer equivocaciones groseras.
Parece que el triángulo de hierro volvió a funcionar. No sé cuál sea su dinámica interna, pero demostró ser eficiente en la campaña electoral y en la primera etapa del gobierno y puede ser una buena herramienta para la nueva. Si algo funcionó y consiguió resultados que parecían imposibles, no hay que cambiarlo aunque caiga en un bache.
En Argentina tenemos la costumbre de suponer que todo es eterno y definitivo, pero vivimos en una sociedad líquida en la que nada es permanente. El gobierno sufrió una derrota abrumadora hace un mes, obtiene ahora el triunfo, cuando pase otro mes puede pasar cualquier cosa si no asimila la lección y corrige algunas de sus conductas. Muchos de los que hoy votaron por los libertarios, volvieron a identificarse con ellos por las últimas actuaciones de Milei, pero también están cansados de lo que hace el gobierno. Si Milei no aprovecha este segundo chance que le entrega la gente, puede deteriorarse rápidamente.
La prepotencia es siempre mala consejera. La política necesita conseguir el apoyo popular, pero también es un arte que manejan los políticos profesionales. Supone saber oír, negociar, llegar a puntos de acuerdo con otros, en sociedades complejas en las que hay diversos grupos de personas, percepciones de la realidad, intereses y sentimientos.
Hace un mes, algunos veían a Axel Kicillof listo para asumir el liderazgo del peronismo y la presidencia de la nación. Ahora no piensan así. El peronismo de siempre, cualquiera sea su membrete, no es una alternativa a LLAC. Si no consigue renovarse profundamente, no será alternativa.
12 millones de argentinos no fueron a votar. A pesar de una campaña intensa, estridente, que inundó todos los espacios de la comunicación, hemos tenido el porcentaje más grande de abstención desde la vuelta a la democracia. Muchos de los que votaron al peronismo lo hicieron desencantados de Milei, porque quieren parar sus políticas. Bastantes de los que votaron por la Libertad Avanza lo hicieron porque el peronismo les resulta aterrador. La tercera vía propuesta por algunos gobernadores peronistas no alcanzó los dos dígitos. Entre el 34% de abstención y los blandos de las dos principales corrientes hay un espacio político enorme para que lo ocupe quien sepa renovarse lo suficiente, o un nuevo liderazgo que surja de la nada, como ocurrió en su momento con Milei.
Finalmente, para quienes nos educamos durante la Guerra Fría, aprendimos que el discurso antiimperialista perdió vigencia y ahora no hace daño que el presidente de los Estados Unidos ordene votar por Braden. Otro signo de los nuevos tiempos que los mayores no podemos entender, pero está en la realidad.
