Georgina Barbarossa: “Mis hijos me recriminan que los eduqué con miedo”
En una charla profunda y cargada de emoción con Héctor Maugeri para +CARAS, Georgina Barbarossa volvió a abrir una herida que nunca terminó de cerrar. Con honestidad y sin buscar consuelo, la actriz y conductora habló del impacto que tuvo el asesinato de su marido, Vasco Lecuna, en la crianza de sus hijos y del miedo que marcó una etapa decisiva de sus vidas.
La tragedia ocurrió cuando sus hijos estaban a punto de cumplir 14 años. “Cumplieron años dos días después del asesinato”, recordó. Desde entonces, esa fecha quedó inevitablemente ligada al dolor. “Cada vez que llega su cumpleaños es muy triste”, confesó. Para Georgina, no fue solo una pérdida personal, sino también el inicio de una maternidad atravesada por el terror a que algo volviera a suceder.
Georgina Barbarossa y una maternidad atravesada por el miedo
Después del crimen, la prioridad fue proteger. “Yo tenía pánico”, dijo con una brutal honestidad. En ese contexto, tomó decisiones que hoy sus hijos le cuestionan. “Ellos me recriminan que los eduqué con miedo”, explicó, consciente de que ese temor fue una herencia involuntaria. Para intentar salir de ese clima, la familia viajaba seguido a Córdoba, donde tenían una casa. Allí buscaban algo de alivio, de normalidad.
Incluso había planes simples, como celebrar los cumpleaños con amigos del colegio o hacer un asado para inaugurar la pileta. Pero nada lograba despegarse del peso emocional que acompañaba esos años. Georgina reconoce hoy lo difícil que fue sostener ese rol: “Qué fuerte la contención de ser la mamá de esos chicos”, reflexionó, entendiendo que no siempre supo cómo cuidar sin asfixiar.
Georgina Barbarossa y el difícil momento de soltar
Con el paso del tiempo, llegó otro desafío: dejarlos crecer. “Un día me dijeron ‘basta, queremos volver en colectivo’”, contó la actriz en +CARAS. Ya no querían que los llevara y los trajera a todos lados. Para ella, ese pedido fue un golpe tan necesario como doloroso. La adolescencia trajo salidas nocturnas, independencia y la obligación de confiar. Georgina los llevaba, volvía a su casa, los esperaba.
“En algún momento los tenés que dejar”, reconoció, aun cuando el miedo seguía ahí. Hoy, al mirar hacia atrás, Georgina Barbarossa no se juzga con dureza, pero tampoco esquiva la autocrítica. Entiende que actuó desde el amor y el terror, desde la urgencia de proteger. Su testimonio no busca absolución, sino comprensión: la de una madre que hizo lo que pudo en medio de una tragedia que lo cambió todo.
