Fenómeno: bares y restaurantes atendidos por jóvenes con discapacidad
La escena gastronómica argentina comenzó a incorporar un nuevo fenómeno que trasciende la experiencia culinaria: bares y restaurantes atendidos por jóvenes con discapacidad. Ya no se trata solamente de espacios terapéuticos o de contención social, sino de verdaderos proyectos laborales que reivindican la autonomía, la profesionalización y la inclusión real en el ámbito público. “A la mesa”, “Café Positivo”, “Zman Coffee”, “Café Monarcas” y “Casa Humana Café”, entre muchos otros, son parte de este cambio cultural que transforma la mirada social sobre la discapacidad, desde la ternura estigmatizante hacia el reconocimiento profesional.
Trabajo mancomunado. El modelo combina formación, acompañamiento institucional, empleo con sentido y participación comunitaria. Cada proyecto tiene su identidad y su modo de intervención, pero todos coinciden en el punto esencial: que los jóvenes dejan de ser “eternos alumnos” para convertirse en trabajadores valorados, con responsabilidad y contacto real con el público. Muchos de ellos tienen síndrome de Down, autismo o discapacidad intelectual leve; algunos presentan además condiciones psiquiátricas que requieren un seguimiento terapéutico sostenido, pero estos espacios les ofrecen la oportunidad de relacionarse con clientes, sostener un servicio y manejar tiempos y demandas variables, como en cualquier negocio gastronómico.
En San Isidro, “Café Positivo” abrió sus puertas hace seis años en la plaza principal, en un predio cedido por el municipio y gestionado por la Fundación Pertenecer. Allí, cada detalle tiene detrás un trabajo de aprendizaje y dedicación. “La idea del café era que estuviera atendido por los jóvenes de la fundación y que el bar nos permitiera completar un proceso de entrenamiento laboral real”, cuenta su fundadora, la Licenciada en Terapia Ocupacional, María Gabriela Mundin. La producción del menú -panes, tartas, pizzas y pastelería artesanal- se realiza en la sede de la fundación, mientras que en el local los trabajadores rotan por todas las funciones, atención al cliente, cocina, café y delivery. “Hoy todos saben hacer de todo. Cada uno elige el área donde mejor rinde”, explica Mundin, quien resalta el enorme paso que significó que ya no haya terapeutas dentro del local, sino solo encargados jóvenes que muestra un avance decisivo hacia la autonomía.
En “Café positivo”, los turnos laborales son de cuatro horas y media, con uno a tres servicios semanales según el perfil de cada trabajador. Y aunque algunos jóvenes ya lograron experiencias de empleo abierto -uno incluso fue contratado por Munchis-, el café sigue siendo el espacio de referencia que sostiene el proceso terapéutico y la inclusión social.
Experiencia solidaria. En Balvanera, “Zman Coffee” abrió el 1° de julio de 2024 como un apéndice de la Fundación Zman, institución de la comunidad judía ortodoxa que brinda una escuela de oficios con talleres de sublimación, gastronomía, computación y arte. Leonardo Epsztein, su director, cuenta que el proyecto surgió de un deseo profundo de los propios jóvenes: “Con el tiempo, noté que, además de formarlos laboralmente, deseaban trabajar”.
El local, ubicado en la esquina de Viamonte y Paso, se transformó en un puente directo entre la capacitación y la experiencia laboral real. Allí se ofrece un servicio kosher supervisado, con café, tortas, tostados, opciones saladas y un ambiente moderno, equipado con wifi y pantallas que muestran las actividades del instituto. Los turnos son de dos horas y media, ajustados a la autonomía de cada trabajador, y la remuneración se gestiona como una pasantía, en coordinación con las familias.
“A los alumnos esto les cambió la vida. Sus familias nos cuentan que ahora tienen una función laboral, productiva. Se sienten útiles y eso les hace muy bien”, señala Epsztein. La Legislatura porteña reconoció a “Zman Coffee” como sitio de interés cultural, coronando un esfuerzo colectivo que fue creciendo silenciosamente. Además, ya funciona un segundo punto en Palermo como buffet institucional, y la fundación proyecta una tercera sede en el nuevo shopping OH! Buenos Aires para 2026. “Mucho trabajo, mucha coordinación, pero también mucha alegría. Verlos crecer así es nuestra mayor satisfacción”, resume.
También en la Ciudad de Buenos Aires, “Café Monarcas” suma otra propuesta inclusiva desde la zona norte de la capital, donde jóvenes neurodiversos se desempeñan en atención al cliente y producción gastronómica, acompañados por profesionales de una entidad que trabaja la autonomía y la vida independiente. “Casa Humana Café”, por su parte, forma parte de una organización orientada a ofrecer espacios de integración sociolaboral para personas con discapacidad intelectual y condiciones del espectro autista, con foco en la práctica culinaria, el vínculo con el público y el sentido de comunidad. “A la mesa”, ubicado en Maure 1643, completa la escena como un restaurante atendido por jóvenes neurodiversos, con menúes variados y una propuesta de hospitalidad que convierte la experiencia en un gesto de encuentro y aprendizaje mutuo.
El fenómeno crece, pero también interpela. Requiere alianzas con el Estado, sostenibilidad económica, formación profesional constante y, sobre todo, una sociedad dispuesta a reconocer el valor de todas las personas.

