En la búsqueda de Maradona, en la pelota y las palabras


Por estas horas hago zapping en la tele y hay partidos por doquier. Muchos-muchos-muchos partidos que hasta agobian. Paro un rato en cada uno de ellos: no me logran seducir. Tantos partidos y tantas tácticas, tantos soldaditos, tantos buenos futbolistas atados a un esquema. No rompen el molde. Soldados a la orden de la estrategia del entrenador. Pero hay buenas jugadas. Juegan bien. Juegan muy bien. Pero no sorprenden. No me sorprenden. Entonces sigo haciendo zapping con ansias de encontrar algún rebelde con la pelota…

Por estas horas tengo nostalgia por aquellos tiempos en que la vida era más simple y uno disfrutaba del placer de ver jugar a Diego Armando Maradona.

No había partidos a cada rato. Lo esperábamos a él. Y él, con la pelota en esa zurda maravillosa nos daba aire para seguir respirando. Nos hacía creer que los sueños eran posibles. En que no siempre hay que ser soldados. Nos hacía creer en Papá Noel. Nos hacía creer en los magos. En la magia. En el firulete. En la vida de arco iris. Nos hacía creer que con la pelota en los pies se pueden conquistar mundos y hacer caer imperios.

Me pregunto, mientras escribo y evito romper en llanto, si la vida misma no es una invención de la memoria. Hasta temo que haya sido real el juego de Borges y Bioy Casares (Esse est percipi). ¿Existió el gol a los ingleses? ¿Y si es como el cuento de Sacheri (El apellido termina con A)? ¿Existió ese abrazo familiar?

Una eternidad con forma de abrazo

Diego se fue y nos dejó recuerdos a borbotones. Por eso, sí sé que existió. Sí, sé que ni Gabriel García Márquez hubiese logrado captar la esencia de pueblo del Pelusa. A veces los “odiadores seriales” me confirman que existió. Su veneno antipopular que lo recuerda a cada rato, me hace recordar porque lo quise tanto. Existió porque Galeano, que alumbró y conmovió con cada letra, sostenía que Maradona “venía cometiendo desde hacía años el pecado de ser el mejor”. Por eso, a esos odiadores les molesta. Por eso, me convenzo más que no lo soñé. “¡No lo soñé!”.

Y es así que, como enseñó el maestro Ariel Scher, la literatura siempre puede resolver cualquier peor noticia. Entonces sí, si existió. No fue una invención de mi memoria. Me lo confirma Mario Benedetti en su poema:

“Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa.

Y aunque otros olviden tus festejos,

las noches sin amor quedaron lejos

y lejos el pesar que desalienta.

Tu edad de otras edades se alimenta,

no importa lo que digan los espejos,

tus ojos todavía no están viejos

y miran sin mirar más de la cuenta.

Tu esperanza ya sabe su tamaño

y es por eso que no habrá quién la destruya.

Ya no te sentirás sólo ni extraño.

Vida tuya tendrás, y muerte tuya.

Ha pasado otro año y otro año le has ganado a tus sombras

¡Aleluya!”.

El Mes del Diego: arte, fe y potrero en una sola gambeta

Llega otro 30 de octubre y aunque no está entre nosotros físicamente, está más presente que nunca. Existe en el corazón de cada pibe o piba de barrio que soñó con conquistar el mundo. Existe en el corazón de cada madre o padre que anheló que sus hijos sueñen en grande. Existe en cada argentino y argentina que se levanta por la mañana y sale a querer ganarle a la inflación y a los nefatos gobiernos que nos tocan en suerte. Existe en esa sentencia del Gordo Soriano: “Maradona es el gran relato de este país. Un gran relato que todavía no terminó…”

Existió, existe; por eso este 30 de octubre existe y seguirá existiendo. Feliz cumpleaños, ‘Pelu’.

Diego Armando Maradona





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