El salvavidas de Washington: ¿todos contentos?



Es una buena noticia: en medio de la crisis poselectoral, Javier Milei consiguió en Estados Unidos un rescate financiero que, según el secretario del Tesoro norteamericano, busca evitar que el “populismo kirchnerista” vuelva a la Casa Rosada. Y como si no alcanzara, Donald Trump lo bendijo con un respaldo explícito que incluso habla de “reelección”, sin reparar en que este año hay legislativas, no presidenciales. ¿Un error de cálculo o un mensaje a largo plazo?

El respaldo es inédito, pero la pregunta es inevitable: ¿alcanza? Tal vez sí, siempre que logre sostenerse en un país que arrastra fracturas internas, debilidad institucional y un plan económico todavía demasiado endeble.

Los beneficios para Washington son claros. Argentina maneja recursos críticos —litio, cereales, energía— que Estados Unidos quiere preservar de la influencia china y de la expansión de los BRICS. Ante la necesidad crónica de divisas que arrastra nuestro país desde hace décadas, este salvavidas financiero abre la puerta a que las empresas norteamericanas tengan prioridad en sectores estratégicos, refuerza el alineamiento diplomático en foros como el FMI y la ONU y asegura a Washington una posición de poder sobre un socio que históricamente ha oscilado entre Oriente y Occidente. Es, además, el único gobierno en la región con el cual Estados Unidos puede hoy extender su influencia en Latinoamérica.

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No hay altruismo en este gesto. Se trata de un intercambio de liquidez por lealtad geopolítica. Ese pacto implicará concesiones: acceso privilegiado al capital estadounidense, exclusión de proyectos tecnológicos con China y alineamiento en las disputas globales que marcan la agenda. El costo será menos margen de maniobra para Argentina, con el riesgo de erosionar, una vez más, la autonomía política y la legitimidad social.

La apuesta, sin embargo, parece frágil. Las conexiones con la banca y el comercio estadounidense son mucho más débiles que las que tuvo México en los años noventa. El Fondo de Estabilización Cambiaria, no es inagotable y los mercados pondrán a prueba la durabilidad de ese apoyo. Si Milei tropieza políticamente, la ayuda puede transformarse en un gesto simbólico antes que en un verdadero ancla estabilizadora.

A ello se suma el factor Trump. Su respaldo es tan volátil como su estado de ánimo: puede estar eufórico hoy y desaparecer mañana, arrastrando consigo compromisos que parecían sólidos. Nada asegura continuidad cuando los apoyos dependen del humor de un líder imprevisible y del pulso cambiante de la política norteamericana.

La advertencia histórica no puede ignorarse. Cada vez que Argentina hipotecó autonomía a cambio de un salvavidas externo —desde el Plan Pinedo hasta los pactos con el FMI— el alivio fue efímero y la factura, eterna. Hoy la dimensión es mayor: ya no se trata solo de deuda y disciplina fiscal, sino de alineamientos estratégicos que recuerdan a la Guerra Fría. Entonces fue Washington contra Moscú; ahora es Washington contra Pekín y los BRICS. La diferencia es que Argentina juega con recursos que el mundo necesita, pero con la misma fragilidad política de siempre. La pregunta es si hace falta vender el alma a un solo comprador o si conviene, en cambio, sumar al mundo a un proyecto propio de crecimiento.

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Trump definió a Milei como un líder “fantástico y poderoso que avanza a velocidad récord”. Puede ser otra oportunidad de oro para la Argentina. Pero si no resolvemos la sustentabilidad interna, este desembolso y apoyo extraordinario se irá diluyendo con el tiempo.

El desafío es dejar de pensar solo en lo electoral y empezar a gobernar. Reconstruir significa cortar la descapitalización y recuperar la confianza para que regresen el crédito y el capital de trabajo. Ello requiere ordenar pagos y cadenas productivas, establecer una disciplina fiscal clara que limite el gasto discrecional, unificar la caja del Estado, garantizar la trazabilidad de cada dólar y dar apoyo real a los exportadores para sostener la generación de divisas.

Si Argentina aprovecha este salvavidas para construir un proyecto propio de reconstrucción económica, habrá valido la pena. Si no, volverá a repetir el viejo ciclo: dólares prestados, autonomía hipotecada y futuro incierto.

LT





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