El retablo de la Jesenská: ópera de Santiago Chotsourian
Los rusos, los italianos, los franceses transitaron siglos con composiciones musicales adaptándose a los libretos de escritores que anhelaban su texto a través de la voz y el canto. La Argentina da sus pasos también en este género y es un feliz ejemplo de ello, “La Jesenská”, el libro de Ana Arzoumanian, publicado por Ediciones Paradiso, transformado en libreto, en una suerte de réquiem en clave operística para Milena. “El retablo de la Jesenská”, suite de madrigales, está dirigido y compuesto por Santiago Chotsourian quien nos transporta con una profunda reflexión musical y escénica sobre la vida y el martirio asumido -voluntariamente- por la escritora, traductora y periodista checa, Milena Jesenská.
De Milena, cuya vida se apaga en mayo de 1944 en el campo de concentración, solo sobrevivió un diente, comenta su amiga de campo: Margarete Buber- Neumann. Ese diente hinca en la escritura de Arzoumanian y en la música de Chotsourian. El compositor y director musical aportará su misticismo. El retablo nos evoca a la imaginería medieval o renacentista. Los paneles iluminan los momentos decisivos de Jesenská, desde su infancia hasta su resistencia al nazismo. El compositor no busca la melodía infinita de Wagner, sino la articulación de variedades y números que tienen principio y fin. Tres unidades que forman geometrías. Tres intérpretes de este salmodio, un fluir de la palabra con la fluidez de la lengua, en particular la lengua argentina con mucha libertad rítmica, la palabra tiene vuelo, soltura. Es vital en las tres intérpretes: Sofia Drever, Julieta Schena, Silvina Suárez/Andrea Maragno, quienes encarnan a Milena reflejando distintas facetas. El público acompaña el ritual. Silenciosos, vemos el aparataje con las figuras que circulan en el espacio, en la geometría está dios. Imaginamos a Milena, nos deleitamos con las palabras, la acompañamos en su martirio. Con emoción pasamos de Ravensbrück a una estrella, un asteroide: “6441Milena Jesenská” con el que fuera homenajeada en 1988 en el Observatorio de Klet, en Bohemia Meridional. Y desde el silencio, la negrura, allí, la voz susurrante de Kafka, parecería volver a repetir: Usted está firmemente de pie junto a un árbol, joven, bella, la luz de sus ojos extingue el dolor del mundo. Estamos jugando al škatule, škatule, hejbejte se (“Arbolito, arbolito, cambia de lugar”, juego infantil), yo me deslizo por la sombra, de un árbol a otro, estoy a mitad de camino. Usted me llama, me señala los peligros, procura infundirme coraje, se horroriza ante la inseguridad de mis pasos, me recuerda (¡a mí!) la seriedad del juego.
*Poeta y traductora.
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