El peronismo le reza a San Espert
En camino hace unos meses hacia una catástrofe electoral de medio término, con el paso de las últimas semanas el peronismo volvió a adquirir cierta enjundia para obtener un buen resultado, que se traduciría en mantenerse como primera minoría en ambas cámaras del Congreso. Si los resultados lo confirman, obraría casi como un milagro.
A este escenario llega más por méritos ajenos que propios. El protagonismo involuntario del Gobierno al respecto ha sido fundamental.
Tras un primer semestre de este año que mezclaba una sostenida baja de la inflación con una recuperación de la actividad económica (es cierto, despareja según el sector y en comparación con un 2024 de caídas generalizadas), esta segunda mitad empezó a enfriarse.
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La desaceleración o el freno del crecimiento empezó a permear en la expectativa que Javier Milei seguía provocando en la parte de la sociedad donde mantenía su apoyo. En especial, entre el grupo blando que recién se sumó a votarlo en el balotaje ante Sergio Massa.
De poco contribuyó para revertir esa tendencia que el mileísmo rechazara cualquier gesto solidario hacia problemáticas sensibles socialmente, como la discapacidad, el Garrahan o las universidades públicas. La inflexibilidad con argumentos frágiles se parece demasiado a la crueldad.
Para peor, la súbita aparición de los audios incriminatorios de Diego Spagnuolo -que involucran, recordemos, a la hermanísima Karina y a los Menem, sus lugartenientes, en presuntas coimas- exhibieron un manejo de la cosa pública que Milei había prometido erradicar. Sólo en épocas de vacas gordas esas sombras provocan escaso impacto.
A los ruidos económicos y políticos se empezaron a sumar los financieros, que se tradujeron en maniobras de todo tipo del equipo de Luis ‘Toto’ Caputo para mantener a raya el dólar. Por entonces creían que funcionaba el argumento de “el riesgo kuka”.
Un síntoma del cambio de humor fue la abultada victoria del peronismo en los comicios bonaerenses del mes pasado, que nadie preveía por semejante amplitud.
Hubo allí un gran componente de mérito propio. El gobernador Axel Kicillof vio consagrada su estrategia de desdoblar la elección, que contó con el inestimable respaldo de los intendentes, al poner en juego su poder territorial.
Pese a los enfrentamientos indisimulables entre Kicillof y la detenida Cristina Fernández de Kirchner, ambos consiguieron ir en una sola lista. La ruptura hubiera sido suicida. Lo mismo ocurrirá en dos semanas. Con una nota al pie de página: la contundencia de la diferencia del 7-S lo obliga al gobernador a jugar más fuerte de lo que originalmente pensaba para este nuevo turno electoral.
Todos esos conflictos soterrados pasaron a un segundo plano con el triunfo bonaerense. Y a un tercero cuando estalló el escándalo del antiguo financiamiento narco a José Luis Espert, el diputado que Milei impuso a la cabeza de la lista legislativa nacional violeta por la provincia de Buenos Aires.
LLA ni siquiera consiguió por ahora que la justicia electoral accediera a reimprimir la Boleta Única Papel en la que aparece el rostro de Espert. Menos que Diego Santilli saltara del tercer al primer lugar. Hay una apelación en curso ante la Cámara Nacional Electoral.
Aunque ya no sea candidato ni vuelva a sentarse en la banca hasta terminar el mandato a fin de año, el defenestrado Espert podría estar en todas las mesas de votación del distrito más poblado del país.
Sin necesidad de avalar la inconsistente y remanida defensa libertaria de que se trata de “operaciones sucias kirchneristas”, tampoco es para pecar de ingenuidad política. Tanto en el caso Spagnuolo como en el de Espert, el peronismo hizo todo lo que estuvo a su alcance para que esas bombas explotaran y su propagación destructiva se multiplicara.
También allí el Gobierno hizo su aporte de daños autoinfligidos. En ambos episodios reaccionó tarde y mal, lo que le hizo pagar costos superiores a los que se podían estimar inicialmente. Habrá que ver su efecto en las urnas.
No todas son torpezas. Después de un auxilio financiero en formato de promesa del Tesoro norteamericano de hace 20 días, Caputo logró esta semana que EE.UU. disponga de un swap de monedas para la Argentina por 20.000 millones de dólares y que el jueves, último día hábil por el feriado del viernes, directamente aportara sus dólares para estabilizar el mercado cambiario y que el BCRA dejara de vender reservas. Un hecho inédito.
Milei volverá a verse las caras con Donald Trump este martes, en la Casa Blanca. Seguramente habrá otro encuentro con Scott Bessent, el salvador secretario del Tesoro. El socorro norteamericano calmará a los mercados y la presión devaluatoria al menos hasta el 26 de octubre. ¿Y luego?
El peronismo utiliza en la campaña el socorro estadounidense con un doble objetivo. Por un lado, para mostrar que el programa económico de Milei fracasó. Apuesta a que ello pueda desplazar un poco en la memoria social el desaguisado de la gestión peronista anterior al mileísmo. Que en gran parte lo explica.
Por otro, le permite agitar su clásica bandera nacionalista, alumbrada en aquel histórico lema de “Braden o Perón”. En el medio esconden a Carlos Menem y sus relaciones carnales con Washington, claro. Acaso busquen usufructuar no sólo el sentimiento anti Trump, sino el antinorteamericano que campea en nuestro país como en ningún otro de Latinoamérica, según marcan encuestas globales.
Tal vez ese espíritu está contenido en la candidatura de Jorge Taiana, ex canciller de CFK, en la provincia de Buenos Aires. Inicialmente, resultó en prenda de unidad entre Kicillof, camporistas y massistas. Preso político en la dictadura, sin carisma ni proyección política, era el indicado para el plan de una derrota digna pero unidos.
El veterano Taiana cumple su papel a la perfección. Sin grandes actos, sin gritos, sin grandilocuencias, hace campaña silbando bajito. “Volamos bajo el radar, dejamos que el Gobierno se siga equivocando y le rezamos a San Espert”, comenta con sorna un dirigente de la campaña.
Esa táctica no está exenta de algún contratiempo. El desafío burlón de Taiana para debatir con la ex vedette y actual conductora de TV Karen Reichardt, su rival de LLA, puede acarrear riesgos de quedar bajo fuego.
Más peligroso todavía es que quede expuesta la dificultad de Taiana para considerar a la Venezuela de Nicolás Maduro como una dictadura disfrazada de falsa democracia. Ni hablar de condenarla. El Premio Nobel de la Paz para Corina Machado, la líder opositora venezolana oculta en la clandestinidad, acrecienta la infamia. Y las contradicciones del peronismo.
Muy parecido a Taiana piensan otras cabezas de listas peronistas, como los porteños Mariano Recalde (camporista) e Itaí Hagman (de Juan Grabois). Y tantos más. ¿Qué dirá Kicillof? Mejor no hablar de ciertas cosas. A ver si todavía el radar social se reactiva.