El glamour del crimen: quién fue Yiya Murano, la mujer que inspira la nueva serie de ficción
Con el inminente estreno de La envenenadora de Monserrat, la nueva serie argentina protagonizada por Julieta Zylberberg y Cristina Banegas, vuelve al centro de la escena una de las figuras más perturbadoras y fascinantes del crimen local: María Bernardina “Yiya” Murano, la mujer que envenenó a tres amigas con masas finas y té en su departamento de Buenos Aires a fines de los años setenta.
El caso de Yiya Murano, mezcla de elegancia, ambición y muerte, se transformó en mito popular y ahora inspira una ficción que promete explorar el lado más oscuro del glamour porteño.
De Corrientes al centro porteño: la búsqueda de una vida de lujo
Nacida en Corrientes en 1930, Yiya Murano llegó a Buenos Aires movida por un sueño: ascender socialmente. Inteligente, simpática y con un encanto particular, logró integrarse a los círculos de clase media acomodada. Se casó, se separó y, con el tiempo, comenzó a vivir rodeada de perfumes, tapados, carteras importadas y una imagen cuidadosamente construida de mujer refinada.
Detrás de esa fachada distinguida, sin embargo, se escondía una red de engaños financieros. Yiya ofrecía “inversiones” a amigas y conocidas del barrio de Monserrat, prometiendo altos intereses y devoluciones rápidas. En realidad, se trataba de una cadena piramidal sostenida por préstamos sucesivos. Cuando las víctimas empezaron a exigir su dinero, la situación se tornó insostenible.

Té, masas finas y cianuro
Entre febrero y marzo de 1979, tres mujeres de su entorno murieron de forma repentina. Todas habían compartido con Yiya una taza de té o un plato de masas finas en encuentros aparentemente inocentes. Las autopsias revelaron lo impensado: habían sido envenenadas con cianuro.
El caso conmocionó a la opinión pública. ¿Cómo una dama elegante, de sonrisa encantadora y buenos modales, podía haber cometido crímenes tan fríos? La prensa la bautizó “La envenenadora de Monserrat”, y su historia se volvió un espectáculo mediático. La justicia la condenó por uno de los homicidios, y Yiya pasó más de una década tras las rejas. En prisión mantuvo siempre la misma postura:
Yo no maté a nadie. Lo mío fue una estafa, no un crimen.
Del escándalo al mito mediático
Liberada en los años noventa, Yiya Murano supo convertir su notoriedad en fama. Dio entrevistas, visitó programas de televisión e incluso se sentó en la mesa de Mirtha Legrand, donde respondió con ironía cuando le preguntaron si volvía a preparar té:
“Sí, pero sin azúcar… y sin cianuro”, bromeó, provocando un silencio incómodo que se volvió icónico. Esa mezcla de frialdad, cinismo y carisma terminó de sellar su figura como uno de los personajes más inquietantes del siglo XX argentino. En su vejez, se recluyó en un pequeño departamento porteño, donde murió en el año 2014.
La serie La envenenadora de Monserrat busca ahora rescatar la complejidad del personaje: la mujer detrás del mito, el contraste entre la apariencia sofisticada y el horror que ocultaba. Con un elenco encabezado por Julieta Zylberberg en el rol principal y la dirección de Pablo Fendrik, la ficción promete recrear el clima opresivo de la Buenos Aires de los setenta y las contradicciones de una época donde el estatus social valía más que la verdad.
Más de cuatro décadas después, el caso Yiya Murano sigue fascinando. Tal vez porque combina elementos irresistibles: una asesina elegante, crímenes domésticos, y una sonrisa que escondía el veneno.


