El fin del tabú: la menopausia se hace lugar en la agenda pública


Durante décadas, la menopausia fue un territorio silenciado. Un proceso biológico que afectaba a millones de mujeres, pero que apenas encontraba espacio fuera del consultorio médico y los susurros entre amigas. Asignada al universo de lo íntimo, se escondía bajo ideas erróneas que la asociaban con el final del deseo, el ocaso de la belleza y la pérdida de valor social. Sin embargo, un cambio cultural profundo está revirtiendo ese paradigma. La menopausia salió del closet y hoy se instala en la agenda pública. Se debate en medios, se multiplica en libros, obras teatrales, podcasts y redes sociales, a la vez que se reivindica como una etapa de plenitud y poder femenino.

Física y química. La menopausia es el momento en que cesa la menstruación y se produce la caída de los estrógenos, hormonas que regulan funciones clave del cuerpo. Pero su impacto va mucho más allá de la biología. Reúne condicionamientos históricos, culturales y sociales que moldearon cómo se la percibió. Durante buena parte del siglo XX, el mandato era claro: una mujer que dejaba de ser fértil debía retirarse al ámbito doméstico, hacerse invisible. A esa edad, pocas seguían en el mercado laboral. Como afirma a NOTICIAS la ginecóloga y sexóloga Sandra Magirena, autora  del libro “Regreso a mí”: “Hace cien años las mujeres no vivían más allá de los 50, y si lo hacían era para cuidar nietos; hoy, en cambio, a los 50 comienza su etapa más productiva”. Ese corrimiento de límites, impulsado por el feminismo, abrió las puertas para pensar la salud integral más allá de la función reproductiva.

La medicina también tuvo su giro. A comienzos de los 2000, un estudio internacional frenó el avance de la terapia hormonal de reemplazo al vincularla con riesgos coronarios y cáncer de mama. Ese freno instaló nuevos miedos y devolvió el tema a la oscuridad. Sin embargo, años después, nuevos análisis científicos demostraron sesgos severos en aquel trabajo: se había medicado a mujeres mayores de 60 años y con múltiples factores de riesgo, con hormonas de origen equino poco compatibles con la fisiología humana. Con la llegada de estrógenos más seguros y criterios personalizados, la medicina recuperó el foco en mejorar la calidad de vida. Magirena lo resume así: “La menopausia no es una patología. Lo único que pierde la mujer es la capacidad reproductiva. El resto, si se acompaña bien, puede ser expansión, autonomía y bienestar”.

Revolución. Ese cambio científico encontró a una sociedad más decidida a romper silencios. La pionera argentina fue la médica Silvina Wittis, con su libro “Menopausia” en 2015. Luego llegó “Regreso a mí” en 2020, donde Magirena plantea pilares para una longevidad saludable: “Alimentación, sexualidad, actividad física y conexión emocional”. A esta ola se sumaron comunicadoras, escritoras y artistas que recogieron la experiencia colectiva y la llevaron al escenario público.

La cultura pop respondió. Podcasts como “Encendidas”, conducido por las periodistas Ingrid Beck y Mariana Carbajal, proponen conversaciones informadas y con perspectiva de género que interpelan a miles de oyentes. Este formato pensado para el mundo digital y su viralización terminó siendo una gira teatral por todo el país, con sus protagonistas vinculándose con sus espectadoras como dos capocómicas.

También en el ámbito de los escenarios, la dramaturga y actriz Julieta Otero pensó, desarrolló y estrenó “No me acuerdo las cosas” (dirigida por Dalia Gutmann), una ficción que surge de un síntoma tan común como callado, la “niebla mental”. “Cumplir 50, la cercanía con la vejez, los hijos independientes… ahí descubrí una nueva libertad”, dice para NOTICIAS. Para ella, la menopausia puede ser “la etapa más plena de nuestras vidas, porque al perder la memoria también se pierde la carga mental”. El humor como herramienta de emancipación es vital en todas sus creaciones. Eso es lo que le funciona  a la autora de “Según Roxy”, comedia que en 2016 revolucionó el espectro femenino por hablar sin tapujos sobre el lado B de la maternidad.

En esa misma línea trabaja la emprendedora y comunicadora Milagros Kirpach, fundadora de “No Pausa”, un proyecto que combina información verificada con acompañamiento profesional. Kirpach celebra que “la conversación explotó”, pero alerta sobre el “menopause washing”: discursos que prometen soluciones mágicas y convierten el tema en negocio. Su advertencia es directa: “Detrás de cada tendencia hay mujeres reales, cuerpos reales, vidas reales. No hay magia. La evidencia y el cuidado profesional son fundamentales”. La visibilidad, entonces, debe ir de la mano del rigor.

Las artes escénicas marcan el terreno de interacción, explosión y naturalización de la menopausia en toda la sociedad. Además de Otero, diversas producciones humorísticas y musicales interpelan a un público dispuesto a reírse de lo que antes se ocultaba. Obras como “El show de la menopausia”, que funcionan como franquicias y cada año renuevan elenco, definen una escena donde el aplauso antecede al orgullo.

Público cautivo. En paralelo, la industria editorial también vive su boom. Más de una docena de libros publicados en Argentina y en la región despliegan relatos, guías prácticas, crónicas personales y divulgación médica, mientras investigaciones internacionales exploran cómo la menopausia se convirtió en tema global de interés. El furor de ventas que significó “Mujeres que ya no sangran”, de la periodista Mónica Yemayel, y abordado desde una escritura  de estilo literario, explica que no es un fenómeno al pasar, sino de empoderamiento para las mujeres.

Las cifras acompañan la centralidad del asunto. Según organismos científicos internacionales, para 2030 más de 1.200 millones de mujeres en el mundo estarán en etapa menopáusica o posmenopáusica. Y lo harán mientras sostienen carreras profesionales, lideran empresas, crían hijos o se reinventan. La menopausia deja de ser un final para convertirse en un nuevo comienzo. Las mujeres ya no se retiran, avanzan.

En Argentina, incluso las políticas públicas reconocen el tema, con campañas provinciales y jornadas de concientización. La sociedad empieza a asumir que los síntomas  como sofocos, insomnio, cambios de ánimo y sequedad vaginal son tan reales como tratables, y que callarlos solo agrava el impacto emocional y laboral. Las publicidades actuales así lo reflejan utilizado un lenguaje directo y archivando los eufemismos o metáforas. Si un producto evita la sequedad vaginal, se lo comunica literal. Y la sangre es roja, no más azul ni verde.

Quizás el cambio cultural más profundo sea entender que la menopausia no es una rendición sino una conquista. Que el deseo no se extingue, se redefine. Que la memoria que falla puede ser, como sugiere Otero, una puerta a la desobediencia. Que el cuerpo, lejos de agotarse, se reconcilia con su propio ritmo. Y que el miedo al paso del tiempo se transforma en orgullo por todo lo vivido.

Después de siglos de silencio, las mujeres se apropian de su propia historia sin pudor. En palabras de Kirpach: “Estamos haciendo historia”. En la cual la menopausia deja de ser el último capítulo y pasa a ser el inicio de uno mucho más poderoso, el de la mujer que ya no pide permiso, se sabe valiosa y se enciende -como rezan Beck y Carbajal- en este nuevo paradigma.

 

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