El fascismo y el antifascismo enfrentaron no sólo a los españoles


El 20 de noviembre de 1975, el jefe del Gobierno español, Carlos Arias Navarro, anunciaba la muerte del general Francisco Franco. Con esa noticia terminaban casi cuarenta años de dictadura y se abría una nueva etapa para España.

A comienzos del siglo XX, muchos pensaban que el progreso económico y la democracia avanzarían sin límites. Sin embargo, después de la Primera Guerra Mundial y, sobre todo, tras la crisis económica de 1929, ese optimismo se vino abajo. En medio del miedo al comunismo y la inestabilidad social, comenzaron a surgir en Europa líderes autoritarios y carismáticos, como Mussolini en Italia o Hitler en Alemania.

España no fue la excepción. A inicios del siglo, el país tenía graves desigualdades: alto analfabetismo, una economía agraria dominada por unos pocos terratenientes y una gran masa de campesinos sin tierra. Además, la Iglesia y el Ejército eran pilares fundamentales del orden social.

Esto no les gusta a los autoritarios

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En 1923, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado con el apoyo del rey Alfonso XIII. Su dictadura, inspirada en el modelo fascista, intentó modernizar el país y tuvo un momento de consenso con la victoria en la guerra de Marruecos en 1925, pero fracasó en su intento de continuidad y terminó con su renuncia en 1930.

Guerra civil española
España, un país en armas. Demostración de fuerzas falangistas en Zaragoza, 1937. Ya presidente de la Segunda República Española (1936-1939), Miguel Azaña permitió que las mujeres ingresaran a la milicia. En esa imagen, Barcelona.

Poco después, las elecciones municipales de 1931 dieron la victoria a los republicanos en muchas ciudades. El rey abdicó y se proclamó la Segunda República. Durante los primeros años se intentaron llevar adelante reformas sociales y económicas, pero la derecha se opuso con fuerza y ganó las elecciones de 1933.

En 1939, las tropas franquistas tomaron Barcelona y luego Madrid. Franco se proclamó vencedor y comenzó su dictadura»

La división social creció, y cuando en 1936 triunfó el Frente Popular (una coalición de izquierda), parte del Ejército y sectores conservadores se levantaron en armas. Así comenzó la cruenta Guerra Civil Española que se extendió desde 1936 a 1939.

El conflicto enfrentó no solo a españoles, sino también a ideologías de todo el mundo: fascismo contra antifascismo dando lugar también a la puja de intereses de otros países. Finalmente, en 1939, las tropas franquistas tomaron Barcelona y luego Madrid. Franco se proclamó vencedor y comenzó su dictadura.

Después de la Segunda Guerra Mundial, España quedó aislada internacionalmente, pero en los años 50 y 60 el régimen intentó abrirse al mundo»

Durante el franquismo, España fue un Estado autoritario de partido único, con censura, represión política y control absoluto sobre la sociedad. Entre 1939 y 1943, el régimen ejecutó a miles de opositores. El poder de Franco se sustentaba en el Ejército, la Iglesia y los grandes propietarios.

Después de la Segunda Guerra Mundial, España quedó aislada internacionalmente, pero en los años 50 y 60 el régimen intentó abrirse al mundo. Con el Plan de Estabilización de 1959, se promovió el crecimiento industrial, la llegada de inversiones extranjeras y el turismo y, aunque la economía mejoró, el sistema político siguió siendo autoritario.

A casi 50 años de la muerte de Franco, la Fiscalía ordenó investigar torturas de la policía contra un sindicalista

A comienzos de los años 70, la salud de Franco empeoraba y el mundo estaba cambiando. La presión social y política crecía, y en 1973 se nombró por primera vez un jefe de gobierno, Luis Carrero Blanco, quien fue asesinado ese mismo año. En 1975, poco antes de morir, Franco dejó el poder en manos del príncipe Juan Carlos de Borbón.

Tras su muerte, España inició una etapa clave: la Transición a la democracia. Este proceso fue pactado entre sectores reformistas del franquismo y la oposición democrática, lo que evitó una ruptura violenta.

El rey Juan Carlos y el presidente Adolfo Suárez lideraron las reformas: se legalizaron los partidos políticos, se celebraron elecciones libres y se redactó la Constitución de 1978, que estableció una monarquía parlamentaria, un Estado social y democrático de derecho y el reconocimiento de las autonomías regionales.

Durante casi cuatro décadas, España negó las libertades individuales, vivió bajo un régimen que buscó imponer una visión única de la nación, sustentada en el autoritarismo, la religión y la obediencia»

No fue un camino fácil: hubo intentos de golpe de Estado, violencia de grupos terroristas y dificultades para transformar las viejas estructuras del régimen. Sin embargo, en 1982, con la victoria del PSOE liderado por Felipe González, la democracia quedó consolidada.

El franquismo dejó una huella profunda: represión política, censura y atraso democrático, aunque también un proceso de modernización económica en sus últimas décadas.

La Transición, por su parte, se convirtió en un ejemplo internacional de cambio pacífico hacia la democracia, basado en el diálogo, el consenso y la reconciliación. Gracias a ese proceso, España pudo construir el sistema político moderno que conocemos hoy.

Durante casi cuatro décadas, España negó las libertades individuales, vivió bajo un régimen que buscó imponer una visión única de la nación, sustentada en el autoritarismo, la religión y la obediencia. Sin embargo, esa misma rigidez terminó por fracturarse ante los cambios sociales, económicos e internacionales que reclamaban modernización y libertad.

Hoy, a cincuenta años de la muerte de Franco, el legado de esa dictadura sigue siendo objeto de debate. Persisten heridas abiertas en la memoria colectiva como familias que buscan a sus desaparecidos, símbolos aún presentes en el espacio público, tensiones sobre cómo enseñar esa historia. Recordar el franquismo no significa quedarse en el pasado, sino comprender de dónde viene la democracia actual y por qué es necesario cuidarla.

Por eso, mirar críticamente el franquismo nos invita a valorar la importancia del pluralismo, la libertad de expresión y el respeto a los derechos humanos.

La historia de España demuestra que la democracia no es un regalo: es una conquista que se mantiene viva solo si las nuevas generaciones la defienden con memoria, compromiso y pensamiento crítico.

* Mg., profesora de Historia de la Facultad de Comunicación de UADE





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