En un giro inesperado frente a algunos pedidos de Israel, Donald Trump afirmó rotundamente ante la prensa: “No permitiré que Israel anexe Cisjordania. No lo permitiré. No va a ocurrir”. Luego agregó: “Ya hemos tenido suficiente. Es hora de parar”. Dejó claro que rechazará medidas unilaterales que modifiquen el estatus del territorio palestino.

Trump dijo haber conversado con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, al respecto, remarcando que el tema formó parte de su diálogo bilateral. La declaración se da en un contexto de intensa especulación política sobre posibles planes de anexión impulsados por facciones de derecha dentro del gobierno israelí.

El pronunciamiento rompe expectativas políticas, pues Trump es históricamente un aliado de Israel. Ahora, su postura sirve como una advertencia clara: aunque defiende la relación bilateral, no aceptará que Israel avance en acciones que modifiquen territorios ocupados sin consenso internacional.

Este giro tiene implicancias diplomáticas fuertes. Líderes árabes, así como países europeos, ven la anexión como una línea roja. La negativa del mandatario estadounidense puede reconfigurar presiones sobre Netanyahu y frenar movimientos de expansión. En los próximos días podría evidenciarse si esta postura se traduce en acciones concretas de Washington en la región.