Del “Operativo sobornos” a la desconfianza de Churchill y el fuerte apoyo de Perón

Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, España estaba en ruinas tras tres años de Guerra Civil. No obstante, tenía una gran importancia estratégica. Por ese motivo, la “estricta neutralidad” declarada por el dictador español Francisco Franco preocupó a los británicos, quienes querían el dominio sobre el peñón de Gibraltar, clave para el acceso al Mediterráneo y al Norte de África.
Esa desconfianza se acrecentó cuando, en junio de 1940, España cambió la posición de neutralidad por la de “no beligerancia”.
A partir de allí suministró materias primas y combustibles para submarinos y buques mercantes del Eje Alemania-Italia, e impulsó la participación de voluntarios españoles que colaborasen con esos países. Así se formó la DVE (División de Españoles Voluntarios), conocida como “División Azul” por el color de la camisa de los miembros de la Falange que la formaban. Esta unidad de infantería apoyó al Eje en su ataque a la Unión Soviética, desde 1941 a 1943.
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
En mayo de 1940, Samuel Hoare, conservador anticomunista, partidario de atacar militarmente a la Unión Soviética, llegaba a Madrid como embajador británico con una consigna clara: evitar la entrada de España en la guerra. Londres consideró que para semejante objetivo, la diplomacia no era suficiente, y entonces se montó un operativo secreto tendiente a comprar la voluntad de hombres claves en el gobierno de Franco; un ejemplo de real politik.
Comenzó así la Operación Sobornos, título del historiador Ángel Viñas. Allí los diplomáticos ingleses –con la anuencia de primer ministro Winston Churchill– se aliaron con Juan March, banquero vinculado a la dictadura de Franco, y financiaron a varios generales, dos ministros y Nicolás Franco, el hermano del “generalísimo”.
Churchill siempre mantuvo una relación tensa con Franco, le servía su anticomunismo, pero desconfiaba de una personalidad poco manejable.
Esa operación, según Viñas, formaba parte de un variado arsenal montado como un auténtico escudo británico de autoprotección, porque Franco entre junio de 1940 y junio de 1941 tenía una fuerte predisposición a entrar en la guerra, pero finalmente no ingresó. “Un problema complejo como es la participación o no en una guerra, no se puede explicar solo con una causa”, afirma Viñas.
Argentina, en cambio, fue un caso especial. El presidente Juan Perón apoyó incondicionalmente a Franco, y cuando en 1946 las Naciones Unidas fomentaron la retirada de las embajadas en España, Argentina no aceptó esa decisión.
En 1948 se firmó el protocolo Perón-Franco, con créditos para España por cuatro años, que podían alcanzar los 450 millones de pesos.
Mientras Estados Unidos negaba para España las ayudas del Plan Marshall, el general Fran¬co rápidamente dio a conocer la conclu¬sión del acuerdo con Argentina, para contrarrestar el impacto del rechazo estadounidense.
También Argentina sirvió de cauce para restablecer relaciones diplomáticas españolas con varios países hispanoamericanos; además de Italia y las naciones árabes. En estas negociaciones tuvo una importancia crucial el canciller argentino Juan Atilio Bramuglia.
El aislamiento al que fue sometida España por su apoyo a los países derrotados no sólo abarcó sanciones internacionales de carácter diplomático, sino también comerciales.
Entonces los servicios diplomáticos españoles hicieron todo lo posible para que España fuera un “amigo deseable” de la naciente potencia global norteamericana.
Una buena estrategia diplomática y el auge de la Guerra Fría, explican el posterior cambio de actitudes de los EE.UU. hacia el régimen de Franco.
Los frutos de este trabajo fueron: la incorporación de España en algunos organismos internacionales, la supresión de las sanciones diplomáticas de la ONU y la firma de los pactos con Estados Unidos en 1953. Esos acuerdos, tras la muerte del dictador soviético Iósif Stalin, permitieron a los estadounidenses hacer uso militar de tres bases aéreas y una naval en territorio español.
Con la presidencia norteamericana de Dwight Eisenhower se inició una etapa de mayor cordialidad, que favoreció al régimen franquista, luego de su visita a Madrid en diciembre de 1959. Ese mismo año España inició un Plan de Estabilización que redujo la inflación, el déficit en la balanza de pagos y avanzó en la liberalización económica.
En los últimos años de Franco, España tuvo un despegue económico, durante la aplicación de los Planes de desarrollo (1964-1975). La apertura de la economía, la productividad laboral, favorecieron la inversión extranjera y, finalmente, el boom del turismo europeo.
La apertura al exterior tuvo importantes consecuencias políticas, ya que obligaron a adaptar el régimen a las nuevas circunstancias. Hasta que en 1969 Franco decidió instaurar la Corona, y nombró sucesor como jefe de Estado al príncipe Juan Carlos de Borbón. Una monarquía constitucional endeble, vinculada en lo comercial pero aislada de Europa en lo político, fue la herencia dejada por Franco tras casi cuarenta años de dictadura.
