Con un estadio colmado, Silvio Rodríguez hizo vibrar Buenos Aires con su “fiesta de la emoción”


Nostalgia, euforia, familias enteras que llegaron juntas, cánticos, abrazos entre desconocidos, aplausos de pie y lágrimas. Así fue el escenario de la primera noche de Silvio Rodríguez en el Movistar Arena de Buenos Aires. El cantautor cubano, histórico referente de la música latinoamericana, regresó al país luego de siete años y lideró una fiesta colectiva de canciones y memoria.

La cita del sábado lo encontró con la voz «catarreada», según sus propias palabras. Silvio se disculpó en más de una oportunidad mientras bebía té caliente, entre versos. Sin embargo, su característica fuerza y el caudal de su voz permanecieron intactos para entregar una veintena de canciones.

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Desde la apertura con Ala de colibrí hasta el cierre con Rabo de Nube, el recorrido unió himnos como Pequeña serenata diurna, Tonada del albedrío, Quién fuera, El necio, junto con piezas nuevas y homenajes.

Silvio Rodríguez

Ningún intelectual debe ser asalariado del pensamiento oficial”, dice Tonada del albedrío, y el estadio explota en una ovación. Minutos antes, Jorge Boccanera había recitado poemas, entre ellos ¿Será posible el sur?, dedicado a los trabajadores del Hospital Garrahan, emblema de la salud pública en Latinoamérica que hoy atraviesa un duro conflicto con la administración libertaria. El público respondió con aplausos y la misma intensidad que, más tarde, haría estallar en gritos colectivos de: “¡Palestina libre!”.

Silvio Rodríguez en el Movistar Arena

La estética fue austera y poética: sin pantallas gigantes, con una escenografía mínima y el clima íntimo de un reencuentro muy esperado, fue como volver a abrazar a un viejo amigo.

Las luces pasaban del naranja al rosa y, en Casiopea, se dibujó la constelación. El estadio alcanzó uno de sus puntos más altos cuando Silvio, antes de entonar La era está pariendo un corazón, hizo una pausa y recitó Halt!, el poema de su amigo Luis Rogelio Nogueras, el poeta cubano fallecido en 1985. Momento que se enlazó con la actualidad: la lucha y el padecimiento del pueblo palestino. En ese instante, las luces se tiñeron de verde, rojo y blanco, y banderas de Palestina flamearon en el Arena. “Este será un concierto para entregarse a la canción”, advertía la promoción, y cumplió.

Silvio Rodríguez en el Movistar Arena

También hubo recuerdos para Pablo Milanés y para Pepe Mujica, “un hombre que a pesar de lo que sufrió —y lo que le hicieron— no quiso pasarle cuentas a nadie. Un hombre sorprendente desde el punto de vista humano”, dijo el trovador. Entre anécdotas y guiños políticos, presentó Viene la cosa, evocando a un peluquero de su Cuba natal, y dejó al público conmovido más de una vez.

La cantautora argentina Paula Ferré abrió la velada y fue ovacionada por quienes llegaron temprano y no quisieron perderse nada. Silvio subió luego acompañado por su banda habitual: el grupo Trovarroco, Niurka González, Oliver Valdés, Jorge Reyes, Jorge Aragón y Emilio Vega.

La atmósfera política también se coló en el Arena. Apenas cinco días antes, Javier Milei había ofrecido su show musical en el mismo escenario; en la previa al trovador la platea coreó “Alta coimera” y el clásico peronista-kirchnerista “Vamos a volver”, dejando claro el termómetro electoral del 26 de octubre próximo.

El viernes, en la antesala de sus conciertos, Cristina Fernández de Kirchner recibió a Silvio Rodríguez en un encuentro íntimo donde lo definió como “genial cantautor, poeta cubano y militante comprometido con las causas justas en todo el mundo”. Ese mismo día, el trovador visitó Moreno, donde fue homenajeado en el centro cultural La Chicharra: allí recibió el pañuelo de Abuelas de Plaza de Mayo y el guardapolvo de “Maestro del pueblo” de CTERA.

El tour de Silvio —que comenzó en Chile y continuará por Uruguay, Perú y Colombia— tiene todavía dos paradas porteñas: este sábado 12 y el martes 21 de octubre. En su debut, con la garganta resentida, dejó afuera clásicos como Ojalá, Óleo de una mujer con sombrero y Te recuerdo Amanda, pero nadie pareció reprocharle nada. El público se entregó a la enorme voz de un artista que, a sus 78 años, regresa en tiempos urgentes para recordarnos que la palabra es resistencia y, la memoria, necesaria.

CD/ML





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