Bienalsur presenta “Devenir animal” en Milán, donde los artistas apuntan al corazón del antropocentrismo
En su edición 2025, Bienalsur desembarcó en 140 sedes en más de 70 ciudades de los cinco continentes y, en la estación italiana, viarias inauguraciones de arte visual son capítulos de un mismo proyecto curatorial denominado “Invocación”, trabajado Benedetta Casini. En la Fabbrica del Vapore de Milán, la propuesta se denomina “Devenir animal” y reflexiona sobre el vínculo entre humanos y animales, reuniendo una selección de artistas que buscan abandonar la perspectiva antropocéntrica.
En sus obras los artistas presentan un proceso de mutación e hibridación con otras especies animales. Los expositores son Marta Roberti (ITA), Lia Chaia (BRA), Elena Mazzi (ITA), Bruna Esposito (ITA), Gaia De Megni (ITA), Helena Hladilová (CZE/ITA), Valentina Furian (ITA), Bekhbaatar Enkhtur (MNG/ITA), Jonathas de Andrade (BRA), Calixto Ramirez (MEX), Michela de Mattei (ITA), Allora & Calzadilla (USA/CUB) y Carla Grunauer (ARG).
“A mí me interesaba en este caso explorar esta idea de perspectivismo amerindio de Eduardo Viveros de Castro, que es uno de los dos pensadores que en los que me inspiré, en esa idea de que todos éramos hombres y algunos de nosotros se convirtieron en animales, es decir, cada ser viviente piensa que es un hombre, entonces si nosotros vemos a los animales como animales, el jaguar nos ve a nosotros como animales”, explicó la curadora a PERFIL.
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Invocaciones animales para humanos sensibles en Roma y Milán de la mano de Bienalsur
“En este caso son todos artistas que trabajan la relación con los animales, en algunos casos hay una inversión de perspectiva de ponerse en el lugar del animal, de mirar el mundo como si fueras un animal e introducir, tratar de salirse de nuestra mirada antropocéntrica y humana racional y en otros casos hay más bien una problematización del vínculo entre hombre y animal y de nuestro deseo de domesticar al animal y de esa relación de poder”, señaló Casini.
Verse a través de ojos de peces muertos
Al ingresar a la sala de exposición de Fabbrica del Vapore el espectador se encuentra con una serie de fotografías de ojos de peces muertos hechos por la artista italiana Bruna Espósito, trabajados de tal manera que se asemejan a pupilas humanas o, al menos, no es tan notoria la diferencia.

“Ella ve una belleza increíble en estos ojos de pescado muerto y les saca fotos y obviamente las amplifica un montón. Y efectivamente están muertos los peces pero, a diferencia nuestra, los peces no tienen párpados. Entonces incluso después de la muerte te observan”, relata durante un recorrido de prensa, Benedetta Casini. “A mí me interesaba abrir esta muestra con este trabajo porque invierte la mirada. Nosotros solemos mirar a los peces en los acuarios o en el mar y en este caso somos nosotros los que somos mirados”.
Gaia de Megni, por su parte, presenta dos esferas perfectas que, juntas, componen una frase inquietante: “La noche no sé si es cielo o mar”. Esas esferas están hechas de las piedras de una zona de Liguria, al norte de Italia, y la frase es parte de una poesía del genovés Edoardo Firpo.
Firpo escribe su poesía sobre el Airone, que es un ave característica de la zona marítima de Liguria que tiene dificultad a reconocer el horizonte: de noche no reconocen el agua y se les dificulta encontrar su alimento porque el cielo se refleja en el mar.

“En las noches de invierno, la garza lucha por ver los peces. El cielo negro se refleja en el mar, el horizonte se desvanece. Los marineros arrojan trozos de pan seco cerca de la orilla, atrayendo a los peces a la superficie para que la alimenten. La garza espera en un barco cercano, lista para atacar, pensando: ‘De noche, no sé si es cielo o mar’”, dice la poesía.
Elena Mazzi presenta “Becoming with and unbecoming with #8, #14, #16, #18”, fotografías y esculturas que parten de esqueletos de ballena que ella incorpora a su cuerpo, provocando una especie de metamorfosis. En ese juego con la estructura ósea y la posibilidad de jugar con la morfología también aparece Carla Grunauer, que con su dibujo presenta un ser, en principio humano, pero cuyas vértebras están mutando.


Relacionada a ellas está la obra de Calixto Ramírez, una foto de una mano cubierta de pieles de serpiente, también invocando una posible mutación. Lia Chaia presenta una serie de autorretratos junto a animales falsos y propone un juego de relación de ternura con lo inanimado. Larta Roberti dibuja dos hermanas y una serpiente en un proceso de fusión, Helena Hladilova crea una escultura un poco tortuga, un poco mano, un poco araña, subiendo por la pared.




Las esculturas de Bekhbaatar Enkhtur están hechas de cobre y cera de abejas, manipulados en formas orgánicas y zoomórficas. Lobos, aves, dragones y caballos emergen de un mundo imaginario que se nutre de los mitos y leyendas de Mongolia, su tierra natal. Su investigación explora la transformación como una condición esencial de la existencia: todo ser u objeto, con el tiempo, cambia su significado y función, pero su esencia permanece.

Valentina Furian crea una experiencia participativa en la que el espectador puede ser el centauro de su obra. Su propuesta es una pantalla colgante en la que se proyectan imágenes de un caballo blanco y, al estar suspendida en el aire, cualquier persona que se ubique por detrás del filme conforma un centauro, es decir, la proyección del caballo es la parte de arriba del cuerpo y las piernas humanas se constituyen como las piernas del caballo.

Micchela de Mattei instala una serie de fotos que fueron trabajadas como “raspaditas” donde algunas partes de las imágenes se ven y otras no. Ellas documentan supuestos avistamientos del tigre de Tasmania (también conocido como tilacino), declarado extinto en 1936 a causa de la caza y la destrucción de su hábitat en la Tasmania colonizada por los británicos, pero aún presente en el imaginario colectivo. A pesar de la falta de pruebas científicas, los informes y avistamientos del animal continúan: comunidades enteras, tanto en internet como presenciales, se han unido para afirmar la existencia del tilacino en la actualidad.
La artista materializa así presencias fugaces, explorando los mecanismos humanos del deseo y la proyección, así como la negación del concepto de extinción.

Por último hay dos filmes, uno de Jonathas de Andrade, “O Peixe”, que documenta un ritual inspirado en las prácticas de los pescadores de un pueblo de la costa noreste de Brasil. Filmado en 16 mm, con una estética que recuerda a los clásicos documentales etnográficos, muestra a los pescadores mientras capturan peces, para luego sostenerlos contra su pecho, acariciando sus cuerpos en un contacto sensual que perdura hasta el último aliento del animal.


Allora & Calzadilla, con su “Gran silencio”, muestran una ficción que parte del Radiotelescopio de Arecibo, uno de los más grandes del mundo en el momento del rodaje, ubicado en el Observatorio de Arecibo en Esperanza, Puerto Rico. Este elemento tecnológico, actualmente fuera de servicio, compartía el paisaje con la que hoy es la última población de una especie de loro en peligro de extinción: el loro blanco amazónico.
Para este proyecto, Allora & Calzadilla colaboraron con el escritor de ciencia ficción Ted Chiang, quien escribió el texto que acompaña las imágenes a modo de subtítulos de estilo fantástico. La narrativa se entrelaza con reflexiones sobre las distancias insalvables entre los seres vivos y los inertes, los humanos, los animales, la tecnología y el cosmos. El propio loro toma la palabra y habla sobre la búsqueda de la humanidad de vida más allá del planeta Tierra, utilizando el concepto de aprendizaje vocal —una capacidad compartida por los loros, los humanos y algunas otras especies— y cuestiona a los humanos. Por qué están tan desesperados por dialogar con seres de otros planetas y no intentan hacerlo con otros seres vivos terrestres.
ML
