A un año del último partido de Rafael Nadal: el adiós que marcó un antes y un después en el tenis mundial

Hace exactamente un año, el mundo del tenis asistía —sin saberlo del todo— al capítulo final de una de las carreras más extraordinarias de la historia del deporte. Rafael Nadal disputaba su último partido oficial en Málaga, por la Copa Davis, y perdía 6-4 y 6-4 frente al neerlandés Botic van de Zandschulp.
Era el cierre de una era, una fecha simbólica, y el comienzo del recuerdo permanente de un competidor irrepetible.
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Los números de una leyenda
Nadal se retiró con cifras que parecen inalcanzables:
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209 semanas como número uno del mundo
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92 títulos ATP
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22 títulos de Grand Slam
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14 Roland Garros, un dominio sin precedentes en la historia del tenis
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5 Copas Davis con España
Su reinado en París es, aún hoy, uno de los hitos más impresionantes que haya visto el deporte profesional. Ningún jugador dominó nunca una superficie como Nadal dominó el polvo de ladrillo.
El debate eterno: ¿el mejor de todos?
En el análisis de su legado aparece una discusión hermosa, inevitable y que define a una generación: ¿quién es el mejor de todos?
Para muchos, Nadal es el máximo competidor que dio el tenis: la cabeza más fuerte, el espíritu más indomable. Para otros, el mejor es Novak Djokovic, por la contundencia estadística. Y para quienes buscan una estética perfecta, la respuesta siempre será Roger Federer.
Más allá de preferencias, la llamada “era dorada” del tenis —Federer, Nadal y Djokovic— construyó un dominio sin precedentes. Rivalidades tan largas y tan parejas no existieron jamás, ni siquiera en tiempos de Borg-McEnroe, Sampras-Agassi o Kuerten en el polvo de ladrillo. Hoy, el presente empieza a mirar a Sinner y Alcaraz, pero aquel nivel hegemónico parece irrepetible.
