A partir de su experiencia personal, creó un grupo de contención para mamás con hijos emigrados
Es historia repetida. Y triste. Cada año miles de argentinos se suben a un avión en Ezeiza y parten a una nueva vida. Algunos van a formarse o hacer una “experiencia”. Pero lo cierto es que la mayoría emigra para siempre, buscando cosas que nuestro país no logra ofrecer desde hace décadas. Es inevitable que acá, y allá, queden familias partidas. Padres y abuelos ven alejarse sus afectos con esperanza, mientras nace un vacío apenas el puntito alado se aleja.
Este fenómeno —que millones de familias conocen demasiado íntimamente— tiene aristas. Por ejemplo, madres —o padres— ni demasiado jóvenes ni demasiado mayores, con escasa o nula familia cercana, que sin ser “solos” quedan expuestos a una soledad particular.
Como prueba de que es una situación muy común, vale repasar un dato. El año pasado, durante una exposición en el Congreso, Guillermo Francos, por entonces jefe del Gabinete, divulgó algunas estimaciones de cuántos son y dónde se asentaron los argentinos que se radicaron en el exterior. Según su estimación, en la década que va del 2013 a 2023, al menos 1.8 millones de argentinos emigraron.
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Emigrar, mucho más que armar valijas
En abril de este año, Silvina Scheiner (59) escritora, periodista y mamá de Maia —una emigrada que ahora vive en Australia—, publicó el libro “Distancias del corazón”. Ese texto es una particular crónica de viajes -geográficos y afectivos- que se armó tras visitar a su hija, al otro lado del mundo. Durante su visita a Australia, en hojas digitales Silvina iba grabando detalles, anécdotas, reflexiones y sentimientos de su día a día, compartiendo el complejo reencuentro con su hija, tras largos años de estar a miles de kilómetros de distancia. Los textos eran variados y Silvina también compartía con gracia qué le pasaba a ella como turista en ese espacio desconocido y a la vez familiar. Los momentos altos y los bajos.
Como era previsible, tras su publicación, el libro —que para ella funcionó como un momento terapéutico— empatizó fuerte con el ánimo de miles de personas que viven situaciones muy similares.
“Después de que salió publicado, algunas lectoras comenzaron a escribirme por redes, y me compartían sus propias experiencias con sus hijos emigrados. Y -mail va, mail viene- nos dábamos cuenta de que a todas nos pasaban cosas muy parecidas con el tema”, le contó Silvina a PERFIL.

Silvina Scheiner y su hija Maia, compartiendo momentos.
A partir de esa situación común, “y un poco de casualidad, se fue armando un grupo de WhatsApp que ahora es una especie de comunidad digital de madres de emigrantes que comparten, se escuchan y se contienen”.
Con el tiempo, entendió que su historia conectaba con la de muchos otros. Y empezaron a compartir situaciones y cómo se podía salir adelante de muchos momentos tristes que esa situación genera.
“Los cumpleaños, o las fiestas de fin de año, lógicamente son momentos especialmente duros para nosotros”, confirma Silvina.
Al día de hoy, el grupo está integrado por algo más de cien personas, se llama “Nuestros hijos golondrina” y tiene una nada sorpresiva característica: básicamente las que allí participan son mamás y no hay “ellos” en el grupo online.
“Cuando se suma alguien, hace una minipresentación de quién es. Y luego se va conversando y compartiendo consejos, experiencias o anécdotas. A veces yo tiro alguna consigna de temáticas que tienen que ver con nuestra situación. Y cuando hay alguna fecha particular, como el reciente “Día de la Madre”, lo charlamos para armarnos algún plan que nos ocupe el día y nos haga atravesar el momento de la mejor manera.
Por ahora, el grupo se mantiene en un plano virtual y no se armaron reuniones presenciales. Pero Silvina no tiene en claro cuándo o si, finalmente, pasará al mundo offline. “Veremos si se da, pero hasta hoy es una compañía digital”. Para unirse, escribir al Ig: @distanciasdelcorazon.
El deseo de ser abuelo
Algo que menciona Silvina y que atraviesa con particular intensidad a las madres con hijos lejanos es la expectativa de la abuelitud. O la falta de ella. “Hoy somos personas activas e independientes por muchos años y hacemos muchas cosas, pero también es importante tener proyectos para estar bien. Y en ese sentido, se cruza otra tendencia demográfica con esta situación: cada vez más adultos jóvenes eligen no tener hijos. “Por lo tanto, hay un deseo de abuelitud que puede quedar vacante. Y que también nos afecta de alguna manera, mayor o menor”.
Esa falta de misión en años aún saludables le resta a una vida de calidad. Y, si en cambio, esa situación se concreta, la distancia en kilómetros de los hijos y nietos también pone una carga. Aunque las herramientas digitales ayudan, el Zoom o el Meet no alcanzan para compartir de cerca a los nietos que crecen en España, EE. UU., Italia, a miles de kilómetros de distancia.
