El CONICET lanzó “Vida en los extremos”, una nueva expedición científica con transmisión en vivo


Mientras el financiamiento público para la ciencia atraviesa uno de sus momentos más críticos, el CONICET volvió a embarcarse en una nueva expedición oceanográfica de alto impacto. Desde el 14 de diciembre y hasta el 10 de enero de 2026, la campaña “Vida en los extremos” recorre zonas clave del Atlántico Sur a bordo del buque Falkor (too), con transmisión en vivo y acceso abierto a los contenidos científicos.

La misión, desarrollada en conjunto con la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y el Schmidt Ocean Institute, da continuidad a las exploraciones en aguas profundas del Mar Argentino. Esta vez, el foco está puesto en el estudio de filtraciones frías de gas metano en el talud continental, ecosistemas extremos que albergan formas de vida que no dependen de la luz solar, sino de procesos químicos.

La expedición del Falkor (Too) iniciará su tercera y última campaña en el Mar Argentino
Buque Falkor (too)

A bordo del Falkor (too) viajan 25 especialistas, 17 de ellos argentinos, bajo la conducción de la bióloga María Emilia Bravo, investigadora del CONICET y docente universitaria. El itinerario incluye la Cuenca de Malvinas, la Cuenca del Salado y las cuencas Colorado–Rawson, regiones donde se sospecha la presencia de comunidades quimiosintéticas poco exploradas en el Atlántico Sur.

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Vida en los extremos, a casi 4.500 metros de profundidad

El objetivo central de la campaña es comprender cómo el metano influye en las características biológicas, físicas y químicas del ecosistema profundo. Para ello, el equipo realiza al menos 15 inmersiones con el ROV SuBastian, un vehículo operado remotamente capaz de descender hasta 4.500 metros, capturar imágenes en alta resolución y recolectar muestras de agua, sedimentos, rocas y fauna bentónica sin alterar el entorno.

En paralelo, el buque Falkor (too) lleva adelante tareas de mapeo acústico con instrumentación oceanográfica de última generación. Los datos obtenidos serán incorporados a repositorios científicos abiertos y adaptados para su uso educativo en escuelas, universidades y espacios de divulgación.

Mapa 20251216
El recorrido de la expedición apunta a identificar filtraciones frías y estudiar comunidades bentónicas de aguas profundas, su biodiversidad, el impacto de microplásticos y su rol frente al cambio climático.

Los ecosistemas que se investigan albergan organismos altamente especializados —como gusanos tubícolas, mejillones, almejas y microorganismos— que sobreviven en condiciones extremas de presión, oscuridad y toxicidad. Además de ampliar el conocimiento sobre la biodiversidad marina, estos estudios aportan información clave para el monitoreo del cambio climático, ya que las filtraciones de metano cumplen un rol central en la dinámica de los gases de efecto invernadero.

Ciencia en vivo y acceso público

Al igual que en la expedición anterior, la que se realizó en Mar del Plata, el trabajo científico puede seguirse en tiempo real a través de las plataformas digitales del Schmidt Ocean Institute. Las transmisiones muestran las inmersiones del ROV, el trabajo cotidiano a bordo y el intercambio entre investigadores, con la posibilidad de que el público envíe preguntas que son respondidas en vivo.

La experiencia vuelve a generar identificación y cercanía. En las primeras horas de transmisión ya circularon videos y memes, como el momento en que, mientras tomaban muestras de coral, algunos peces interrumpieron el trabajo y una investigadora comentó entre risas: “Son re gedes, ya les sacamos un montón de fotos, ya salieron en la tele, circulen”. El término, propio del lunfardo argentino, volvió a tender un puente entre la ciencia de frontera y la cultura cotidiana.

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Investigar, a pesar de todo

La nueva expedición contrasta con el escenario que atraviesa el sistema científico nacional. Desde fines de 2023, investigadores del CONICET vienen advirtiendo sobre el recorte de subsidios estatales, la devolución de fondos internacionales ya aprobados y la creciente dependencia de financiamiento externo, difícil de sostener en el tiempo.

El desfinanciamiento sostenido generó impacto directo en el desarrollo de proyectos, la continuidad de becas, el ingreso a carrera de nuevos científicos y la capacidad operativa de los institutos de investigación en todo el país.

En este contexto, la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i) –el organismo encargado de financiar proyectos científicos- expuso que sufrió un recorte del 78% de su presupuesto, quedó al borde del cierre y notificó a investigadores con proyectos vigentes que no habrá nuevos desembolsos, lo que implica la paralización de líneas de investigación en áreas estratégicas como salud, ingeniería, biotecnología, industria alimentaria y ciencias sociales.

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Mientras el CONICET sostiene la estructura del sistema —infraestructura, edificios, equipamiento, personal de carrera y becarios—, la Agencia I+D+i financiaba proyectos específicos seleccionados por evaluación científica rigurosa. La subejecución de créditos del BID, de afectación específica, no solo frenó investigaciones en curso, sino que obligará al Estado argentino a devolver fondos internacionales ya aprobados. Además, no se solicitaron partidas para 2026, lo que anticipa un nuevo año de parálisis para cientos de equipos de trabajo.

El impacto del recorte se siente en todo el país. Un ejemplo es lo ocurrido en Rosario, donde funcionan 12 Unidades Ejecutoras del CONICET con institutos de alta complejidad, laboratorios modernos y vínculos activos con el sector productivo. Allí, como en otras regiones, proyectos aplicados a la industria, la construcción y las pymes quedaron sin financiamiento, interrumpiendo desarrollos que tenían transferencia directa al entramado económico.

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En términos presupuestarios, el ajuste previsto para el área de Ciencia y Tecnología en el proyecto de Presupuesto 2026 ronda los 300 millones de dólares, una cifra comparable —e incluso menor— al impacto fiscal de la reciente reducción de retenciones a las exportaciones agroindustriales. La comparación vuelve a poner en evidencia un esquema de prioridades que relega a la investigación científica, pese a su rol histórico en el desarrollo productivo, la innovación y la generación de divisas del país.

En ese contexto, “Vida en los extremos” funciona también como una postal de resistencia. La expedición demuestra que, aun con recursos limitados y un sistema en tensión, la ciencia pública argentina sigue produciendo conocimiento relevante, articulando cooperación internacional y generando interés social masivo.

Sin financiamiento sostenido ni políticas públicas que prioricen la investigación, advierten en el sector, estas campañas podrían convertirse en excepciones. Por ahora, el CONICET vuelve a sumergirse en el fondo del mar y a mostrar —en vivo— cómo se construye conocimiento en uno de los ambientes menos explorados del planeta, incluso cuando el apoyo del Estado se retira de la superficie.

GD / EM





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