“El sistema cambió poco y nada, y en cualquier momento puede haber otro Blas”

Han pasado casi cinco años desde aquella madrugada del 6 de agosto de 2020, cuando Blas Correas fue asesinado por agentes de la policía de Córdoba en un control durante la pandemia. El joven de 17 años recibió disparos por la espalda mientras viajaba con amigos, en un caso que conmovió al país y expuso la brutalidad policial. Su muerte derivó en condenas por violencia institucional y en un proyecto de ley que lleva su nombre, pero que aún espera aprobación en el Congreso.
Soledad Laciar, madre de Blas, aceptó hablar sobre cómo el tiempo transformó a su familia, marcada para siempre por una tragedia que truncó los sueños de un adolescente que había decidido estudiar Ciencias Económicas, sin que ella supiera. Frente a su casa en barrio Altos de Villa Cabrera, donde un monolito recuerda a Blas, sus hermanitas menores buscan una señal de su hermano mientras Juan, el mayor, aprende a ser vulnerable en terapia.
Esta entrevista revela a una madre que lucha por recuperar su identidad atravesada por el dolor, mientras enfrenta la amarga realidad de un sistema que poco cambió desde aquella noche que partió su vida en dos.
—Soledad, ¿cómo estás y cómo están los hermanos de Blas después de 5 años?
—Debo decir que sus hermanos están bien. Juan, por supuesto, con todo el recuerdo de lo vivido, pero encaminado con su trabajo, con su estudio, con su vida, dejando un poquito de ser el hermano de Blas para volver a ser Juan, que es lo que más deseo como mamá. Y las nenas, con el recuerdo de su hermano de lo que uno le cuenta, porque ellas lo tienen presente por lo que les contamos.
José Simonella: “A este nivel de tasas, los intereses equivalen al 6 % del PBI”
—¿Ellas lo dibujan, le rezan, le cantan algo?
—Por lo general suelen salir al patio, miran al cielo y me preguntan cuál es la estrella de Blas. Otras veces me dicen: “Vamos a saludar a Blas», y van al monolito de la plaza, frente nuestra casa. Hace pocos días, Martina, la más chiquita, me dijo: «Lo extraño a Blas». Íbamos camino al cole y le dije que lo salude, abrió la ventana del auto y gritó al cielo: «Blas, te extraño». Esas cosas te estremecen, son tan injustas, pero hay que sobrellevarlas. Ellas lo hacen con alegría, en ningún momento con nostalgia, pero a uno le estruja el corazón porque yo quisiera que esté acá con ellas disfrutándolas y que ellas disfruten a su hermano.
—¿A Juan lo marcó en qué sentido? ¿Lo empoderó, lo hizo más vulnerable, más susceptible?
—Creo que mucho más vulnerable. Juan era una persona que siempre se creía fuerte y entendió, y creo que está bueno también, que hay cosas que te pueden afectar y que no las podés manejar, y que está bien que así sea. La tristeza él no la puede manejar. Entonces, hay días que está triste y me dice: «No sé qué hago con esto» y nada, sentilo. Ellos desde chiquitos decían que se iban a ir a vivir juntos y hoy Juan está viviendo solo en un departamento. La verdad que es difícil, no quisiera estar en sus zapatos. Muchas veces dicen «el dolor de una madre». Yo te garantizo que el dolor que siente él es tremendo, tal como el mío, no hay diferencia.
—¿En qué cambió Soledad Laciar en estos cinco años? Porque hace cinco años era otra tu vida, otra rutina con todos tus hijos.
—El asesinato de Blas a mí me hizo mejor persona. Me volví mucho más empática con lo que les pasa a los otros. En la fatalidad tuve que aprender, ojalá lo hubiese aprendido sin que esto me pase, pero aprendí que a veces uno se mira el ombligo, pero alrededor tuyo pasan cosas y, a lo mejor, con estar lado de alguien, a veces tan sólo acompañando en silencio, hace un montón por el otro, que es lo que hicieron conmigo. A mí tantísima gente me acompañó. Estoy tan agradecida porque sin conocerme me acompañaron con un cariño y con un amor que agradezco cada día. A cinco años hoy intento volver a ser Soledad. No quiero dejar de ser la mamá de Blas, pero sí necesito darle entidad a ser la esposa de Ramiro, ser la mamá de Martina, Milagros y Juan.
—¿En estos cinco años cambió algo en el sistema policial para que funcione con más humanidad?
—Lamentablemente, prácticamente nada. Esa es la mayor tristeza. Al principio pensé que con una sentencia iba a sentir un poco más de alivio y eso no ocurrió. La verdad que no me cambió nada el día que fue la sentencia. De hecho, hasta me entristeció por los familiares de los mismos responsables de lo que ocurrió, porque hay mucha gente inocente alrededor de estas malas personas que quizás no tienen nada que ver. Ahí empecé a entender que, para mí, «justicia por Blas» y «nunca más» –que son frases que escribo-, la verdad que no ocurrió. Siguen pasando cosas feas, veo que la policía no cambia nada. Hoy a lo mejor hay más exposición de lo que ocurre, que me parece que está bueno que se sepa, pero la verdad que con que sepamos no pasa nada, tienen que cambiar las cosas. Y hoy sigo viendo una policía mal empoderada, y me entristece porque en cualquier momento puede haber otro Blas, claramente, porque ha habido asesinatos o muertes en las que yo, la verdad, tengo mis dudas sobre lo que ocurrió realmente.
—El proyecto de Ley Blas, ¿puede generar una transformación?
—Todavía no es ley porque pasó la Comisión y se tiene que tratar. Hoy el gobierno nacional está preocupado por otras situaciones y parece que no fuera tan importante. Yo creo que es muy importante que las fuerzas de seguridad sepan que cuando actúan bien van a tener todo el apoyo, porque cuando actúen mal van a tener consecuencias.
—En el juicio, el fallo indicó que hubo violencia institucional del Estado provincial. Posteriormente hubo otras sentencias, como la del juicio del Neonatal, que indicaron lo mismo. ¿Hay distintas interpretaciones sobre el significado de violencia institucional?
—Yo la interpreto como lo que es: la violencia institucional es el Estado al servicio del mal actuar. Claramente que, en el caso de Blas, el Estado actuó al servicio del mal actuar de los policías que estuvieron involucrados esa noche. De lo contrario, no hubiésemos tenido a uno de los medios con más audiencia en Córdoba dando el mensaje que mandaba el gobierno a las 8 de la mañana, que era una mentira: decir que había un arma en el auto de los chicos. Y en el juicio se demostró claramente que a las 2:30, Schiaretti y el ministro Mosquera tenían toda la información fehaciente de que habían plantado un arma. Significa que el gobierno actuó en servicio de ocultar. Lo que es nefasto es que la justicia no haya llamado al entonces gobernador a que dé alguna explicación. Entonces, ahí me la agarro con la justicia porque está utilizando violencia institucional para la tribuna. Creo que es un término que no hay que utilizarlo porque sí.
—Hoy tendría Blas 22 años. ¿Qué estaría haciendo?
—Me hablaron de un programa que hacen por streaming y me mandaron una entrevista que le hicieron hace un año a tres de sus amigos. Me llenó de orgullo porque ahí me enteré que Blas había decidido no hacer periodismo deportivo, que era lo que más le gustaba por el fútbol. Sus amigos dijeron que él quería hacer Ciencias Económicas y terminar la carrera que no pudo terminar su mamá. La verdad que no tenía idea, son cosas que se hablan entre los amigos. A Blas le encantaban los números, era súper rápido con los números. Lo que más me entristece es que estoy completamente segura de que Blas, con 22 años, sería un chico feliz, y le truncaron eso. Entonces, esa es la mayor tristeza que tengo porque yo lo veía bien. Lo imagino hoy viviendo en un departamento con su hermano, estudiando, quizás trabajando, pero siendo feliz.
