50 años de la Operación Primicia: la memoria formoseña frente al ataque más sangriento de Montoneros
Este domingo se cumplieron 50 años de uno de los episodios más sangrientos de la década del 70: la “Operación Primicia”. Un comando de la organización Montoneros ejecutó la acción, que consistió en el copamiento del Regimiento de Infantería de Monte 29 de Formosa. El operativo de la guerrilla peronista también incluyó el secuestro de un Boeing 737, la toma del aeropuerto formoseño “El Pucú” y dejó como saldo más de 20 muertos y decenas de heridos.
Realizado durante la presidencia de María Isabel Martínez de Perón, el “Operativo Primicia” tuvo consecuencias políticas que marcarían al país de manera irreversible: la firma de los decretos de aniquilamiento de la subversión, la autorización a las Fuerzas Armadas para combatir a las organizaciones político-militares y la extensión de esa lucha, que hasta entonces se había limitado a Tucumán, a todo el territorio nacional.
A medio siglo de aquel evento, Formosa aún lo recuerda como una herida que nunca cerró. Mientras los montoneros caídos son reconocidos en monumentos y erróneamente exaltados como mártires del terrorismo de Estado, sus familiares y sobrevivientes recibieron indemnizaciones millonarias. En contraste, los veteranos formoseños quedaron en el olvido y muchos viven en la pobreza.
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PERFIL logró reconstruir cómo se vivió, y cómo se vive aún aquella jornada desde distintas miradas locales: la de Ricardo Valdéz, soldado que defendió la instalación militar y logró sobrevivir; la de Carlos Sanabria, hijo del sargento primero Víctor Sanabria, fallecido ese día; y la del abogado y exdiputado Mario Arce, quien representa legalmente a los soldados sobrevivientes y a las familias de los caídos durante lo que Montoneros describió como una jornada de “fuego impresionante”.

Ricardo Valdéz: “Fue lo más fuerte y lamentable que viví en mi vida”
Ricardo Valdéz tenía 21 años en 1975 y se encontraba haciendo el servicio militar obligatorio en el Regimiento de Infantería de Monte 29 de Formosa. Nacido en el interior de la provincia, en el seno de una familia campesina, cuenta que en aquellos años se “manejaba a pie, no tenía ni una bicicleta”.
Hoy preside el Centro de Veteranos 5 de Octubre, que comenzó a funcionar en el patio de su casa y, tras varios años y muchas peticiones, logró tener un local propio cedido por el gobernador Gildo Insfrán. Aclara: “Sólo nos dieron el espacio. Nosotros pagamos todo porque cada veterano abona una cuota social”.
Cuando en 2024 el Gobierno de Javier Milei reglamentó un decreto que Mauricio Macri firmó el último día de su mandato, se alegró. Lo sintió como un acto de justicia para sus compañeros que murieron durante el ataque de Montoneros a su cuartel.
Sin embargo, advierte: “Hay entre 35 y 40 soldados que estuvimos aquel día que no cobramos nada. Sólo cobraron los familiares de los fallecidos, ni siquiera la de los heridos ni de los que tuvieron la suerte de salir ilesos, pero que padecemos secuelas psicológicas y hasta psiquiátricas”.

A la vez, se lamenta porque el paso del tiempo, cruel como casi ninguna otra cosa, va haciendo que cada vez sean menos: “Sucede que cada vez somos menos los que quedamos, porque muchos, por la edad, van falleciendo”.
Al hablar sobre el ataque, su voz se pone firme y relata los hechos con una frialdad que parece forzada. Como si intentara no llorar. “Hay una calle lateral al regimiento, y otra calle frontal. Por la calle lateral hay un portón, y por la calle del frente hay otro: serían el portón número uno y el número dos”.
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“Ese día estaba todo tranquilo. Hacía un calor infernal. Serían las cuatro de la tarde y en el portón número dos estaba un soldado, tranquilo. En un momento, el entregador, Roberto Mayol, aparece caminando y le pide al soldado apostado ahí si le puede prender un cigarrillo”.
Roberto Mayol jugó un papel clave en la “Operación Primicia”. Oriundo de Santa Fe, también estaba haciendo la “colimba” en el RIMte 29, pero había sido trasladado desde Rosario. Sus jefes sospechaban que tenía vínculos con Montoneros y, en efecto, los tenía. Aquel 5 de octubre de 1975 fue la persona que, mediante una artimaña, permitió que los pelotones montoneros pudieran entrar al cuartel de Formosa.
Valdéz explica que “Mayol no era de nuestra compañía, de la que estaba de guardia. Pero ahí se cruzan todos y se van conociendo. Por ejemplo, nosotros entramos en marzo, y para octubre ya éramos todos conocidos”.
“Entonces Mayol se le acerca, y cuando el soldado le da fuego, le toma el arma. Entre dos, porque el traidor venía con otra persona de civil. Y ahí ya lo dominaron y le sacaron el fusil”, relata Valdéz.
Acto seguido “Mayol empieza a hacer señas a los montoneros que estaban esperando que él libere el lugar para poder ingresar. Ahí entraron los montoneros. Por una calle de tierra. Y como era un domingo tan tranquilo, llegaron a sus objetivos muy rápido”.
El plan de Montoneros, craneado por Raúl Yaguer, cuarto en la conducción nacional de la organización después de Mario Firmenich, Roberto Quieto y Roberto Perdía, era llegar a todas las compañías del regimiento exactamente al mismo tiempo, “porque si llegan a un lugar primero y después al otro, no sorprenden a nadie”, explica Valdéz.
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“Cuando entraron así de rápido ya ganaron de entrada, y enseguida le dieron muerte a dos soldados”, cuenta Valdéz. “Pero con esos disparos, los demás pudieron darse cuenta que algo estaba pasando”.
A unos 200 metros del lugar donde estalló el conflicto, se encontraba el barrio militar en el que vivían las familias de algunos oficiales. Una de ellas era la del sargento primero Víctor Sanabria.

“Nosotros teníamos nuestra casa familiar ahí, que la componían mi papá, mi mamá y mi hermanita de 11 meses. Muy cerca. Así que teníamos una vista panorámica preferencial, lamentablemente”, le contó a PERFIL Carlos Sanabria, hijo del sargento primero.
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“Habíamos tenido un evento familiar al mediodía y mi papá tenía que ir a la guardia a cumplir su trabajo. Recuerdo que hacía mucho calor, cerca de 45 grados, pero normal para Formosa. Y bueno, lo que yo me acuerdo bien es que mi papá se fue caminando”, relata Sanabria.
“Mi mamá bañó a mi hermanita, y después lo que recuerdo, que me quedó marcado, es el ruido de las detonaciones y el ingreso de una especie de pelotón de personas ingresando a la guardia de prevención”, continuó el hijo del militar que minutos después perdería la vida producto de las balas montoneras.
Valdéz recuerda: “Yo ese día había estado en la guardia operando la ametralladora MAG, pero salí a las 14, porque a esa hora se hacía el relevo. Nos fuimos al comedor con mi compañero, mi abastecedor, y después nos fuimos al dormitorio. Pero yo no estaba durmiendo, porque había nueve camas y éramos 21 soldados ahí adentro”.

Valdez recuerda exacto el ambiente: “La mayoría estábamos sentados en el en el piso, recostados en la pared. Y ahí fue que escuchamos tiros, sentimos que corrían por el pasillo de la Guardia y pudimos ver que ya habían tomado todo”.
“Yo me di cuenta que era un ataque subversivo, porque yo tenía familiares que eran policías, gendarmes y del servicio penitenciario, y ellos me hablaban que en cualquier momento iban a pasar cosas”, recuerda el exsoldado respecto a la situación política y militar que atravesaba el país.
Valdéz recapitula las recomendaciones familiares, que le indicaban que “estaba podrida la cosa”, y agrega: “Por eso yo me di cuenta rápido que era un ataque subversivo, porque tenía la alerta de mis familiares”.
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Según el relato de Valdéz, a los pocos minutos de comenzado el operativo de Montoneros “ya había muchos balazos y en el dormitorio le pegaron a unos cuantos compañeros que se quedaron gritando de dolor. Murieron varios ahí en el dormitorio, bien al lado mío. Murieron como cuatro o cinco. Y heridos varios más”.
Valdez explica que Montoneros no sólo se valió de una trampa para ingresar al destacamento, sino que también hizo lo mismo para acceder a las distintas dependencias del cuartel: “Antes de que pudiéramos salir, nos quisieron confundir para que salgamos. Nos decían que los ayudáramos, que eran soldados, que los atacaron y que los iban a matar. Nos pedían que nosotros saliéramos a ayudarlos. Pero nos querían emboscar”.
Luego se lamenta, porque la trampa surtió efecto: “Y pasó, porque hubo un soldado que se levantó de golpe, abrió la puerta y recibió una ráfaga. Cayó para adentro del cuarto. Quiso ayudar de buena fe, y pagó con su vida. Lo mataron nomás”.

Mientras tanto, en el barrio militar en el que se encontraba Víctor Sanabria con su madre, Dora Medina, de 29 años, la situación se vivía como ”una mezcla de gritos y de desesperación. Yo no me acuerdo si mamá salió o no salió. Lo que me acuerdo son los gritos y que ella tenía a mi hermanita en brazos. Ella gritaba desde la puerta”.
También recuerda que “con nosotros estaba justo una tía mía que nos acompañaba, y me acuerdo que ella me agarraba. Un poco mezcladas las cosas. Lo que más me acuerdo es la desesperación de mi mamá. Fue una cosa terrible. Muy traumática”.
A esa altura, el regimiento era un descontrol. “Tiroteos por todos lados”, relata Valdéz. “Ya había heridos y muertos por todos lados. Muchos soldados no lograron guardar la postura de cuerpo a tierra por la desesperación”, explica.
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Tras varios minutos de esperar con sumo sigilo dentro del dormitorio, Valdéz y los soldados que lo acompañaban, y que no habían sido heridos o muertos, lograron salir de la habitación por una ventana: “Nos alejamos y nos tiramos cuerpo a tierra, pero no podíamos disparar porque se iban a dar cuenta cuál era nuestra posición”.
Gracias a los disparos de otros soldados que se encontraban en otro sector del regimiento, Montoneros debió abandonar su plan y emprender una retirada anticipada. Su plan, robar el arsenal completo del regimiento se había frustrado.
La narración de Valdéz se vuelve sumamente impactante: “Ahí los montoneros empezaron a hacer su retirada. No se veía absolutamente nada. Había un polvo blanco y mucho humo de las armas. Al principio no se animaban a salir, porque nosotros ahí ya estábamos frescos para el combate”.
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Cuando por fin se decidieron a salir, Valdéz cuenta que lo hicieron “tirando para cubrirse, porque sabían que nosotros los estábamos esperando afuera”.
A partir de ese momento, la batalla se igualó, y el combate entró en su fase más dura. Valdéz dice que “ni bien salieron nosotros también les empezamos a tirar y ahí murieron varios. De nuestro lado y del de ellos. Varios muertos”. Tras la corrida “se subieron a un vehículo que los estaba esperando. Era un camioncito”, cuenta Valdéz.

Consultado sobre el tiempo que duró el combate, Valdéz duda: “Yo creo que todo el combate duró 25 o 30 minutos, más o menos. Pero fue una guerra, porque nadie tiró con arma que no sea de guerra. Incluso con armas pesadas”.
Las secuelas psicológicas de los soldados formoseños tras la Operación Primicia
Un aspecto muy importante que remarcan tanto Ricardo Valdéz como Víctor Sanabria, son las secuelas psicológicas de haber atravesado una situación como la que debieron vivir aquel 5 de octubre de 1975.
Valdéz no duda: “Fue lo más fuerte que viví en mi vida y lo más lamentable también. Porque aunque tenga orgullo de tener un Diploma al Valor y el Arrojo, y que la superioridad del Ejército Argentino me haya dado la baja 25 días después, no fue para nada lindo. Todo fue malo”.
Y pone de manifiesto algo la mayoría de las personas nunca deberían vivir: “Haber tirado contra otro humano y que ellos tiren contra nosotros. Haber matado y que ellos maten compañeros nuestros…después de eso uno queda afectado. La cabeza queda afectada para toda la vida”.
Sanabria, por su parte, comparte: “Hoy, con 57 años, te puedo decir que en ese momento no sé si sentí la tragedia. Creo que no tuve tiempo de pensar bien lo que había pasado. Por ejemplo, no recuerdo si lloré”.
Y cuenta el recuerdo más triste de su vida: “El último beso que le di a mi papá en el cajón fue en la frente. Mi tío me levantó y me hizo despedirlo así, con un beso en la frente en el cajón”.

Sin embargo, matiza y expresa que: “Igualmente, lo que más sufrí fueron los gritos de mi mamá. Eso sí me marcó mucho a mí. Un trauma muy grande por la desesperación y el dolor de ella”.
Para darle dimensión, Sanabria explica que “esta es una tragedia que nos marcó a la familia entera. Por eso yo a mi mamá la considero una heroína, una luchadora, porque a los 29 años tuvo que resetear y reformular de vuelta la familia”.
Y agrega el valor de la educación que le brindó su madre: “Por eso siempre que puedo, la pongo al frente a ella, porque fue la que luchó y nos dio todo para que nosotros hoy podamos tener tranquilidad, tener paz para contar lo que pasó sin odio ni resentimiento”.
Valdéz por su parte arroja luz sobre una circunstancia poco meditada: “En aquel entonces no había los elementos de ahora. No había psiquiatra en esta provincia. A nosotros nos dieron la baja como premio y salimos a hacer lo que pudimos”.
Y agrega: “Nos despidieron con honor, con la marcha, con la banda musical y con nuestro pergamino de Valor y Arrojo, pero sin saber nada de lo que te puede suceder después. Apenas teníamos séptimo grado y después no había colegio”.
“Ahora hace 40 años que estoy en tratamiento psicológico y psiquiátrico. Yo tomo pastillas desde que amanece hasta que me duermo. También gotas. Tomo pastillas para poder dormir cinco o seis horas”, revela Valdéz.
La visión formoseña del marco político de la Operación Primicia
Consultado Valdéz sobre si a sus 21 años estaba al tanto de la situación política del país, responde que: “Yo por lo menos tenía idea. Porque era una moneda corriente. No teníamos televisores en aquel entonces en Formosa, pero la radio contaba todo el día los problemas que había en Buenos Aires, en Córdoba, en todos lados. Ya era un desastre. Y acá en el Regimiento también se hablaba de ese tema”.
Carlos Sanabria, si bien era un niño, recuerda conversaciones que su padre mantenía con su madre: “Yo creo que él sabía que la situación era complicada en el país. Él percibía que posiblemente lo podían mandar a otra provincia. Porque los sucesos trágicos que se vivían en la época eran muy fuertes”.

También revela información muy dura: “Yo me acuerdo que él le decía a mi mamá ‘posiblemente yo me tenga que ir a otra provincia, y si me llego a ir, posiblemente no vuelva’. Entonces le decía ‘lo que yo te voy a pedir es que a los chicos les des estudio. Que los hagas estudiar y que ellos sean lo que tengan que hacer, pero que tengan estudio’».
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Y agrega: “Eso quedó como una conversación entre un esposo y su mujer. Siempre planificando. Y bueno, por suerte a nosotros en la vida siempre nos fue bien en todo lo que emprendimos”.
Carlos estudió y se recibió de ingeniero ingeniero zootecnista. Hace 22 años es docente universitario en la Universidad Nacional de Formosa y hoy ejerce el cargo de vicedecano en la Facultad de Ingeniería.
Y cuenta con orgullo: “Mi hermana también se recibió y trabaja. Los dos somos exitosos en nuestro trabajo. Somos responsables. Por eso yo creo que siempre hubo alguien que nos estuvo iluminando y cuidando, que hizo que seamos buenas personas y podamos contar las cosas sin resentimiento”.
Sobre las indemnizaciones, los derechos humanos y el kirchnerismo
Respecto a las indemnizaciones, Valdéz opina: “Para mí quedan cosas que saldar. Porque cobraron los que fueron muertos o heridos en el combate. Pero ningún soldado que supuestamente salió ileso cobró. Y eso no es correcto. Porque todos quedamos con nuestra afección psicológica. Y esas secuelas psicológicas no las tomaron en cuenta todavía”.
Y agrega: “Por eso yo digo que, desde el Centro de Veteranos 5 de Octubre, la lucha continúa. Ya todas nuestras carpetas están presentadas en Buenos Aires. Como reclamo administrativo primero y luego judicial. Si no se resuelve administrativamente, pasaremos a la fase judicial”.

En este aspecto se vuelve relevante el testimonio del abogado y exdiputado formoseño Mario Arce, quien desde hace años patrocina judicialmente a los veteranos del 5 de octubre de 1975.
Frente a la consulta sobre cuáles fueron los impedimentos judiciales que demoraron el resarcimiento para los militares que combatieron durante la “Opración Primicia” de Montoneros, aclara: “No hubo muchos obstáculos judiciales. Sin dudas, la cuestión política fue mayor. El kirchnerismo, y Nilda Garré, que fue ministra de Defensa, se negaron a avanzar con las indemnizaciones. Y eso fue por una cuestión ideológica”.
“Después Mauricio Macri firmó el decreto para avanzar con las indemnizaciones. Lo hizo tarde, porque lo hizo en su último día de mandato. Pero después, durante el gobierno de Alberto Fernández, el tema volvió a quedar parado”, explica Arce.
“Recién en 2024 se logró reglamentar el decreto y las familias pudieron cobrar sus indemnizaciones. Sin embargo, sólo cobraron las familias de soldados muertos o heridos. Los que quedaron vivos, pero con secuelas psicológicas, siguen sin cobrar. Y estamos luchando por eso. Porque se merecen un resarcimiento por parte del Estado”, expresó.
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En este punto, la cuestión del kirchnerismo se mete inevitablemente en la conversación. Consultado sobre la política de Derechos Humanos del kirchnerismo, Valdez es tajante: “Mire, muy clarito. Yo pienso esto: muchos que fueron Montoneros después fueron funcionarios. No hay más nada que agregar”.
Arce, por su parte, agrega un matiz temporal: “Durante el principio de la democracia estaba desordenado todo. Ni siquiera los soldados tenían conciencia de lo que habían vivido. Yo era muy joven, pero no tengo recuerdo sobre que el tema tenga la notoriedad que tiene ahora. Obviamente dentro de Formosa sí se recordaba, había actos todos los años, pero no existía una conciencia colectiva sobre la gravedad del tema”.

Y agrega: “Durante los 90 yo comencé a tener actuación política, milité en centros de estudiantes, en la juventud radical, pero tampoco existía conciencia. Recién a partir del 2010 yo creo que comenzó a haber conciencia sobre la relevancia que tuvo la acción de Montoneros en nuestra provincia y sobre todo, la importancia de los veteranos en cuanto a la defensa de la Democracia y de las Instituciones”.
Sanabria pone el foco en el sufrimiento frente a la diferencia de los reconocimientos por parte del Estado: “Sentir que los que mataron a nuestro padre todos fueron indemnizados es un elemento que muestra que todo está al revés. Eso nos hizo sufrir mucho como familia”.
“Pero sabíamos que en algún momento se podía dar que la política reaccione, que se den cuenta. Y bueno, el año pasado hubo un reconocimiento que vino a poner un poquito de tranquilidad”, indica.
Mario Arce agrega que “Está bien que las víctimas del terrorismo de Estado reciban una indemnización, pero también la merecen las familias de los soldados que murieron en la “Opración Primicia”. Hay un alejamiento en general de la clase política frente a las necesidades del ciudadano y el ataque al cuartel no está exento a esa situación”.

Sanabria se diferencia. Desde su perspectiva, las indemnizaciones a Montoneros no corresponden: “Para mí eso es una aberración total. Yo no voy a discutir de cuestiones ideológicas, pero nunca voy a justificar a Montoneros. Jamás los voy a justificar, porque hoy, reconstruyendo la historia, no tuvo sentido lo que hicieron”
Y agrega: “Además, hoy lo estamos sufriendo. Con esta división que tiene el país, seguimos viviendo de esa historia trágica y nos sigue dividiendo en cada extremo, y yo no voy a estar nunca de acuerdo porque ellos actuaron contra la Institución”.
Sin embargo, Sanabria es claro al diferenciar entre democracia y dictadura: “Esto yo siempre lo hablo dentro del esquema de lo que es la democracia. Nunca voy a entrar en lo que fue del 76 en adelante, porque esa es otra parte de la historia que también fue una tragedia y que nos hizo daño a todos los argentinos”.
Respecto a la última dictadura cívico-militar, Sanabria opina que: “El gobierno militar fue un momento trágico también en la Argentina. Se quiso combatir todo lo que era el desorden de la Argentina, y lamentablemente, no sé cómo decir las palabras, si se pasaron, o si se sobrepasaron. Pero creo que cometieron muchos errores que hoy los están pagando”.
Respecto al rol que debe tener el Ejército, Sanabria dice: “Yo creo que el Ejército no está para conducir un país. El Ejército tiene que hacer lo que hace un ejército: cuidar la Patria, defender la Patria, defender el territorio nacional. Esa es mi opinión. Y yo soy una persona que siempre defiende al Ejército Argentino, porque mi papá vistió el uniforme y perdió la vida por la Patria, por la institución y por su ejército”.

“Por eso insisto: yo hablo desde lo que es la democracia. Del 76 hasta el reinicio de la democracia es una historia oscura. Todos sabemos que ese periodo se usó para hacer política y terminaron denigrando a todos los que perdieron la vida en democracia”.
Respecto a Montoneros, Valdéz reflexiona: ”Yo creo que estaban totalmente equivocados en su manera de creer y de ver las cosas”. Luego se toma su tiempo y aclara: “Y esta es sólo mi manera de pensar. Pero yo creo que los militares también se equivocaron con el golpe de Estado. Porque desastre con desastre no se cura. Yo creo eso. Quizás no pueda expresarme bien, pero para mí fue todo una tragedia”.
Sanabria suma: “El kirchnerismo utilizó el odio, el rencor, el dolor y la tragedia para hacer un negocio político. Un negocio económico, pero también político. Porque usaron una herramienta resarcitoria para hacer un negocio”.
Respecto a la posibilidad de lograr terminar con la grieta que todavía divide al país en cuanto al rol de las fuerzas armadas y el de las organizaciones armadas, Sanabria responde: “Yo creo que la responsabilidad de que se termine la grieta es de la clase política. Ni la extrema derecha, ni la extrema izquierda son buenas. No sirven. Está demostrado en el mundo que no sirven”.

Y agrega: “Tenemos que copiarnos de los países desarrollados, que lograron vencer el odio, la tragedia, la guerra. De otra manera es imposible que salgamos adelante. Y el Gobierno de Javier Milei tiene como responsabilidad de terminar esa grieta, no aumentarla”.
Por último, expresa que “hay que terminar con eso de seguir viviendo del pasado, de la tragedia del pasado. Hay que darle un corte definitivo a eso. Porque lo que pasó fue una tragedia que nos hizo mucho daño. A nosotros que lo sufrimos en carne propia, pero sobre todo a la sociedad entera. Pero superar la grieta es responsabilidad de la clase política”.