4 de noviembre de 1922: así fue el día en que Howard Carter halló la tumba intacta de Tutankamón
El 4 de noviembre de 1922 no fue un día más en el calendario de la arqueología. Aquel sábado, bajo el sol implacable de Luxor, el arqueólogo británico Howard Carter descubría los escalones que conducían a una puerta sellada en el Valle de los Reyes. No lo sabía entonces, pero estaba a punto de abrir la tumba más famosa de la historia: la de Tutankamón, el faraón niño que había permanecido oculto por más de tres mil años.
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Carter llevaba más de cinco años excavando sin resultados importantes. Su proyecto, financiado por el aristócrata inglés Lord Carnarvon, había estado a punto de cancelarse. Pero aquella mañana, uno de los obreros locales halló el primer peldaño que cambiaría el rumbo de la expedición y de toda la arqueología moderna.
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El 26 de noviembre, Carter realizó una pequeña perforación en la puerta sellada y acercó una vela al orificio. Lo que vio lo dejó sin palabras: “Veo cosas maravillosas”, escribió en su diario. Frente a sus ojos brillaban objetos dorados, cofres, estatuas y relicarios que el tiempo no había logrado destruir.
La tumba, identificada como KV62, estaba prácticamente intacta, un hecho extraordinario en una región donde la mayoría de los sepulcros habían sido saqueados siglos antes. Su conservación permitió reconstruir la vida, las costumbres y los ritos funerarios del Egipto del siglo XIV a.C., durante la dinastía XVIII.

Dentro de la cámara funeraria, los arqueólogos encontraron más de cinco mil objetos, entre ellos carros, tronos, arcos, alimentos, amuletos y la joya máxima del hallazgo: el sarcófago de oro macizo con la máscara funeraria de Tutankamón, convertida en símbolo eterno de la civilización egipcia.
Tutankamón ascendió al trono siendo apenas un niño de nueve años y reinó durante una década. Murió prematuramente a los 18, por causas que aún generan debate entre los especialistas. Algunos sostienen que sufrió una infección ósea, otros apuntan a un accidente en una cacería o incluso a un envenenamiento político.
Aunque su reinado fue breve, el descubrimiento de su tumba lo transformó en uno de los faraones más célebres de la historia. La paradoja fue evidente: un monarca casi desconocido se convirtió, milenios después, en el rostro inmortal del antiguo Egipto.

El hallazgo de 1922 no solo revolucionó la ciencia arqueológica. También desató una auténtica “tutankamanía” en el mundo occidental. Revistas, exhibiciones y películas difundieron la imagen del faraón, mientras los museos competían por exhibir los tesoros recuperados del desierto.
El fenómeno cultural estuvo acompañado por la famosa —y misteriosa— “maldición del faraón”, alimentada tras la muerte repentina de Lord Carnarvon en 1923. Los rumores aseguraban que quien perturbara el descanso del joven rey sufriría un destino trágico. Aunque la ciencia desmintió toda relación sobrenatural, la leyenda contribuyó a consolidar el mito.
Con el paso de las décadas, las investigaciones sobre Tutankamón no se detuvieron. En 2005, una tomografía computarizada de la momia permitió obtener un retrato tridimensional del faraón y confirmar que padecía malformaciones óseas y malaria. En 2020, nuevas excavaciones en Luxor hallaron restos de talleres que habrían participado en la construcción de su tumba.

Hoy, 103 años después del hallazgo, el legado de Carter sigue vivo. El reciente Gran Museo Egipcio de Guiza, inaugurado parcialmente en 2024, alberga por primera vez el ajuar completo de Tutankamón en una muestra permanente que ha atraído a millones de visitantes.
Para la comunidad científica, la tumba de Tutankamón representa una cápsula del tiempo única. Ningún otro descubrimiento ha permitido un acercamiento tan preciso a la vida cotidiana, la espiritualidad y el arte de una civilización que aún fascina al mundo moderno.
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Más allá de los tesoros materiales, el hallazgo simboliza la eterna búsqueda humana por trascender el tiempo. Tutankamón, que fue olvidado por sus contemporáneos, renació como emblema universal de la inmortalidad.
En Egipto, el 4 de noviembre se celebra cada año como el Día Nacional de la Arqueología, en homenaje a Carter y su equipo. Su descubrimiento no solo reescribió la historia antigua, sino que inspiró a generaciones de investigadores y soñadores.
